OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (164)
Aparición de Jesucristo resucitado
al apóstol Tomás
Hacia 1302-1305 (?)
Breviario
Verdun, Francia
al apóstol Tomás
Hacia 1302-1305 (?)
Breviario
Verdun, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO CUARTO
Capítulo III: La grandeza del ser humano
Abstenerse del mal
8.1. La mayoría de los hombres tienen un modo de ser semejante al régimen (lit.: disposición) del invierno (o: de las tormentas), inestable e imprevisible.
8.2. “La desconfianza ha ocasionado muchos bienes, y la fe males” (Anónimo, Fragmento, 113).
8.3. Epicarmo dice: “Acuérdate de desconfiar: (ahí están) las coyunturas del espíritu” (Fragmentos, 22 B 13).
8.4. De hecho, lo mismo que no creer en la verdad acarrea la muerte, así también creer, la vida; pero, por el contrario, creer en la mentira desconfiando de la verdad lleva a la perdición.
8.5. Puede decirse lo mismo sobre la continencia y la incontinencia; porque en verdad abstenerse de hacer el bien es obra del mal, pero alejarse de la injusticia es inicio de salvación.
8.6. Así, me parece que el sábado (= descanso sabático), elogiando la abstinencia mediante la abstención de las cosas malas, (da a entender) también con ello en qué el hombre se diferencia de los animales.
8.7. Ahora bien, los ángeles de Dios son más sabios: “Lo hiciste -dice [la Escritura]- poco inferior a los ángeles” (Sal 8,6). Este texto no se refiere al Señor -aunque también Él tuviera carne-, sino al [hombre] perfecto y gnóstico, inferior a los ángeles por el tiempo y la vestimenta [de carne].
8.8. Por consiguiente, no digo que la sabiduría [angélica] es otra cosa distinta que el saber [humano], puesto que no difieren en el modo de vida, porque el vivir es común a la naturaleza mortal, es decir, al hombre, y al que ha sido juzgado digno de inmortalidad (= el ángel), sino que se diferencian una de otra por el estado de contemplación y de continencia.
El ser humano tiene alma y cuerpo
9.1. Por ello, me parece que también Pitágoras dice que sólo Dios es sabio -y además, el Apóstol, en la Carta a los Romanos, escribe: “Se dio a conocer a todas las gentes para obediencia de fe, al Dios único sabio por medio de Jesucristo” (Rm 16,26-27)-, (siendo) él mismo filósofo por su amistad con Dios. Al menos, “Dios hablaba a Moisés -dice- como de amigo a amigo” (Ex 33,11).
9.2. Lo verdadero (es) evidente para Dios. Él engendra la verdad, y el gnóstico ama la verdad. “Debes ir, perezoso, donde la hormiga -dice [la Escritura]-, y hazte discípulo de la abeja” (Pr 6,6 y Si 11,3), afirma Salomón.
9.3. Porque si una es la tarea específica de cada naturaleza, como la del buey, e igualmente la del caballo y del perro, ¿cuál diremos que es la tarea propia del hombre?
9.4. Se parece, pienso yo, al centauro, plasmación tesálica, porque está compuesto de [elemento] racional e irracional, de alma y cuerpo; pero el cuerpo trabaja la tierra y corre hacia la tierra;
9.5. mientras que el alma se despliega hacia Dios, educada mediante la verdadera filosofía, para que se apresure hacia a sus familiares de arriba, una vez desligada de las concupiscencias del cuerpo, y de la fatiga y del temor. En verdad, ya hemos explicado que (es característica del hombre) bueno la paciencia y el temor.
9.6. Porque si, “mediante la ley existe el conocimiento del pecado” (Rm 3,20), como dicen los impugnadores de la ley, nosotros les responderemos cantando que “también antes de la ley existía el pecado en el mundo” (Rm 5,13), pero “sin la ley el pecado está muerto” (Rm 7,8).
9.7. Puesto que, cuando suprimas la causa del temor, el pecado, habrás suprimido el temor, e incluso mucho más el castigo, una vez desaparecido lo que por naturaleza origina la concupiscencia, “ya que no hay ley dispuesta para el justo” (1 Tm 1,), dice la Escritura.
El amor al prójimo
10.1. Bien dice Heráclito: “No conocerían el nombre de justicia, si no hubieran sucedido estas cosas” (Fragmentos, 22 B 23); y Sócrates: “La ley no se ha hecho en favor de los buenos”.
10.2. Pero los acusadores no lo supieron, como el Apóstol dice, porque “quien ama al prójimo no causa ningún mal, porque lo de: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás y cualquier otro mandamiento se resume en esta única palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Rm 13,10. 9).
10.3. Por eso [se] dice en alguna parte: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18; Dt 6,5; Mt 22,37. 39; Lc 10,27). Pero si el que ama al prójimo no obra mal, y si todos los mandamientos se resumen en el de amar al prójimo, [entonces] los mandamientos que se establecieron sobre el temor, disponen el amor, no el odio.
LIBRO CUARTO
Capítulo III: La grandeza del ser humano
Abstenerse del mal
8.1. La mayoría de los hombres tienen un modo de ser semejante al régimen (lit.: disposición) del invierno (o: de las tormentas), inestable e imprevisible.
8.2. “La desconfianza ha ocasionado muchos bienes, y la fe males” (Anónimo, Fragmento, 113).
8.3. Epicarmo dice: “Acuérdate de desconfiar: (ahí están) las coyunturas del espíritu” (Fragmentos, 22 B 13).
8.4. De hecho, lo mismo que no creer en la verdad acarrea la muerte, así también creer, la vida; pero, por el contrario, creer en la mentira desconfiando de la verdad lleva a la perdición.
8.5. Puede decirse lo mismo sobre la continencia y la incontinencia; porque en verdad abstenerse de hacer el bien es obra del mal, pero alejarse de la injusticia es inicio de salvación.
8.6. Así, me parece que el sábado (= descanso sabático), elogiando la abstinencia mediante la abstención de las cosas malas, (da a entender) también con ello en qué el hombre se diferencia de los animales.
8.7. Ahora bien, los ángeles de Dios son más sabios: “Lo hiciste -dice [la Escritura]- poco inferior a los ángeles” (Sal 8,6). Este texto no se refiere al Señor -aunque también Él tuviera carne-, sino al [hombre] perfecto y gnóstico, inferior a los ángeles por el tiempo y la vestimenta [de carne].
8.8. Por consiguiente, no digo que la sabiduría [angélica] es otra cosa distinta que el saber [humano], puesto que no difieren en el modo de vida, porque el vivir es común a la naturaleza mortal, es decir, al hombre, y al que ha sido juzgado digno de inmortalidad (= el ángel), sino que se diferencian una de otra por el estado de contemplación y de continencia.
El ser humano tiene alma y cuerpo
9.1. Por ello, me parece que también Pitágoras dice que sólo Dios es sabio -y además, el Apóstol, en la Carta a los Romanos, escribe: “Se dio a conocer a todas las gentes para obediencia de fe, al Dios único sabio por medio de Jesucristo” (Rm 16,26-27)-, (siendo) él mismo filósofo por su amistad con Dios. Al menos, “Dios hablaba a Moisés -dice- como de amigo a amigo” (Ex 33,11).
9.2. Lo verdadero (es) evidente para Dios. Él engendra la verdad, y el gnóstico ama la verdad. “Debes ir, perezoso, donde la hormiga -dice [la Escritura]-, y hazte discípulo de la abeja” (Pr 6,6 y Si 11,3), afirma Salomón.
9.3. Porque si una es la tarea específica de cada naturaleza, como la del buey, e igualmente la del caballo y del perro, ¿cuál diremos que es la tarea propia del hombre?
9.4. Se parece, pienso yo, al centauro, plasmación tesálica, porque está compuesto de [elemento] racional e irracional, de alma y cuerpo; pero el cuerpo trabaja la tierra y corre hacia la tierra;
9.5. mientras que el alma se despliega hacia Dios, educada mediante la verdadera filosofía, para que se apresure hacia a sus familiares de arriba, una vez desligada de las concupiscencias del cuerpo, y de la fatiga y del temor. En verdad, ya hemos explicado que (es característica del hombre) bueno la paciencia y el temor.
9.6. Porque si, “mediante la ley existe el conocimiento del pecado” (Rm 3,20), como dicen los impugnadores de la ley, nosotros les responderemos cantando que “también antes de la ley existía el pecado en el mundo” (Rm 5,13), pero “sin la ley el pecado está muerto” (Rm 7,8).
9.7. Puesto que, cuando suprimas la causa del temor, el pecado, habrás suprimido el temor, e incluso mucho más el castigo, una vez desaparecido lo que por naturaleza origina la concupiscencia, “ya que no hay ley dispuesta para el justo” (1 Tm 1,), dice la Escritura.
El amor al prójimo
10.1. Bien dice Heráclito: “No conocerían el nombre de justicia, si no hubieran sucedido estas cosas” (Fragmentos, 22 B 23); y Sócrates: “La ley no se ha hecho en favor de los buenos”.
10.2. Pero los acusadores no lo supieron, como el Apóstol dice, porque “quien ama al prójimo no causa ningún mal, porque lo de: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás y cualquier otro mandamiento se resume en esta única palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Rm 13,10. 9).
10.3. Por eso [se] dice en alguna parte: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18; Dt 6,5; Mt 22,37. 39; Lc 10,27). Pero si el que ama al prójimo no obra mal, y si todos los mandamientos se resumen en el de amar al prójimo, [entonces] los mandamientos que se establecieron sobre el temor, disponen el amor, no el odio.
“La Ley es santa”
11.1. Por tanto, la ley no engendra el temor como una pasión. “Por eso la ley es santa” (Rm 7,12) y realmente “espiritual” (Rm 7,14), según el Apóstol.
11.2. Es necesario, como se ve, haber examinado con profundidad la naturaleza del cuerpo y la esencia del alma, para encontrar la finalidad de cada uno, y no creer que la muerte es un mal.
11.3. “Porque, cuando eran esclavos del pecado, dice el Apóstol, eran libres respecto a la justicia. ¿Qué frutos daban entonces? Aquellos por los que ahora se avergüenzan, puesto que su fin es muerte. Pero ahora habiendo sido liberados del pecado y hechos esclavos de Dios, poseen el fruto para la santificación de ustedes y por fin la vida eterna. Porque el salario del pecado es la muerte, pero la gracia de Dios es vida eterna en nuestro Señor Jesucristo” (Rm 6,20-23).
La vida verdadera es la que se aparta del pecado
12.1. Por tanto, está demostrado que la muerte es la comunión del alma pecadora en un cuerpo, y el alejamiento (o: la separación) del pecado (es) vida.
12.2. Muchas son las empalizadas ante los pies y las fosas de la concupiscencia, los abismos de la ira y del furor, que necesariamente debe saltar, y evitar toda la destrucción de las maquinaciones quien desee la gnosis de Dios no (sólo) “a través de un espejo” (1 Co 13,12).
12.3. “Mitad de la virtud arrebata el retumbante Zeus, cuando sobre aquél cuelga el día de la esclavitud” (Homero, Odisea, XVII,322-323).
12.4. Pero la Escritura llama esclavos a los que se están bajo el pecado y vendidos a los pecados (cf. Rm 6,17. 20; 7,14), a los amantes del placer y a los amantes del cuerpo -más animales que hombres (cf. Sal 48 [49], 13. 21)-, a los parecidos a las bestias, caballos locos por las hembras que relinchan por las de los vecinos (cf. Jr 5,8). Asno insolente es el [hombre] desenfrenado, lobo salvaje el ambicioso, y serpiente el mentiroso.
12.5. Ciertamente, la separación del alma (respecto) del cuerpo, meditada a lo largo de la vida, provee al filósofo un celo (o: diligencia, ardor) gnóstico para poder llevar fácilmente la muerte física, que es la disolución de las ataduras del alma respecto del cuerpo.
12.6. “Porque el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo” (Ga 6,14), dice [el Apóstol]; y estando todavía en la carne, vivo como ciudadano en el cielo (cf. Ga 2,20; Flp 3,20).
11.1. Por tanto, la ley no engendra el temor como una pasión. “Por eso la ley es santa” (Rm 7,12) y realmente “espiritual” (Rm 7,14), según el Apóstol.
11.2. Es necesario, como se ve, haber examinado con profundidad la naturaleza del cuerpo y la esencia del alma, para encontrar la finalidad de cada uno, y no creer que la muerte es un mal.
11.3. “Porque, cuando eran esclavos del pecado, dice el Apóstol, eran libres respecto a la justicia. ¿Qué frutos daban entonces? Aquellos por los que ahora se avergüenzan, puesto que su fin es muerte. Pero ahora habiendo sido liberados del pecado y hechos esclavos de Dios, poseen el fruto para la santificación de ustedes y por fin la vida eterna. Porque el salario del pecado es la muerte, pero la gracia de Dios es vida eterna en nuestro Señor Jesucristo” (Rm 6,20-23).
La vida verdadera es la que se aparta del pecado
12.1. Por tanto, está demostrado que la muerte es la comunión del alma pecadora en un cuerpo, y el alejamiento (o: la separación) del pecado (es) vida.
12.2. Muchas son las empalizadas ante los pies y las fosas de la concupiscencia, los abismos de la ira y del furor, que necesariamente debe saltar, y evitar toda la destrucción de las maquinaciones quien desee la gnosis de Dios no (sólo) “a través de un espejo” (1 Co 13,12).
12.3. “Mitad de la virtud arrebata el retumbante Zeus, cuando sobre aquél cuelga el día de la esclavitud” (Homero, Odisea, XVII,322-323).
12.4. Pero la Escritura llama esclavos a los que se están bajo el pecado y vendidos a los pecados (cf. Rm 6,17. 20; 7,14), a los amantes del placer y a los amantes del cuerpo -más animales que hombres (cf. Sal 48 [49], 13. 21)-, a los parecidos a las bestias, caballos locos por las hembras que relinchan por las de los vecinos (cf. Jr 5,8). Asno insolente es el [hombre] desenfrenado, lobo salvaje el ambicioso, y serpiente el mentiroso.
12.5. Ciertamente, la separación del alma (respecto) del cuerpo, meditada a lo largo de la vida, provee al filósofo un celo (o: diligencia, ardor) gnóstico para poder llevar fácilmente la muerte física, que es la disolución de las ataduras del alma respecto del cuerpo.
12.6. “Porque el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo” (Ga 6,14), dice [el Apóstol]; y estando todavía en la carne, vivo como ciudadano en el cielo (cf. Ga 2,20; Flp 3,20).