OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (150)
Bautismo de Cristo
Hacia 1260
Salterio cisterciense
Besançon, Francia
Hacia 1260
Salterio cisterciense
Besançon, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO III
Capítulo II: Sobre los carpocratianos
Epífanes
5.1. Los discípulos de Carpócrates y de Epífanes consideran que las mujeres deben ser tenidas en común; de ellos (o: de ahí) se propagó la blasfemia más grande contra los cristianos (lit.: contra el nombre).
5.2. Ese Epífanes, cuyos escritos se conservan, era hijo de Carpócrates y la madre se llamaba Alejandría; era alejandrino por parte de padre y de Cefalonia por parte materna; sólo vivió diecisiete años, y se le venera como dios en Same de Cefalonia, donde le construyeron y consagraron (o: dedicaron) un templo de piedras talladas (lit.: extraídas), altares, tabernáculos y un museo; y los cefalonios se reúnen en el templo, el primer día del mes, para ofrecer sacrificios a Epífanes en la apoteosis de (su) día natalicio, y hacen libaciones, celebran banquetes y cantan himnos.
5.3. Fue educado en la escuela paterna en el ciclo de estudios y en (la doctrina platónica), fundando la gnosis monádica; y de él nace la herejía de los carpocratianos.
Lo que afirma Epífanes
6.1. Ahora bien, él dice en el “Sobre La Justicia”: «La justicia de Dios es una especie de comunidad con igualdad. Ciertamente, el cielo, extendido de igual forma por todas partes, envuelve toda la tierra circularmente; la noche muestra del mismo modo todas las estrellas; y el sol, principio del día y padre de la luz, desde arriba Dios lo ha difundido por igual sobre la tierra toda, para los que pueden ver, y todos ven de igual modo (lit.: en común);
6.2. porque (Él) no hace distinción entre rico o pobre, súbdito o príncipe, necios o sensatos, varones o mujeres, libres o esclavos (cf. Mt 5,45; Col 3,11). Ni siquiera con los seres irracionales tampoco obra contra esa (norma), sino que a todos los animales desde arriba lo ha derramado por igual y en común, a buenos y malos, afianzando la justicia, no pudiendo tener más ni quitar (algo) al vecino, para tener lo del otro, duplicando la luz propia.
6.3. El sol hace crecer alimentos comunes para todos los animales, distribuyéndose a todos por igual la común justicia; y por esto la especie bovina se encuentra de forma equitativa en cada bovino, la del porcino en cada porcino, la de los ovinos en cada ovino, y así todas las restantes; porque la comunidad aparece en ellos como justicia.
6.4. Además, según la comunidad, todos son igualmente inseminados (lit.: sembrados) según su especie; un común alimento brota para todo animal que pace en la tierra, y de igual modo para todos; y no está sujeto a ley alguna, sino que, por la generosidad de quien lo da y ordena, está dispuesto con armónica justicia para todos.
Rechazo de la Ley por parte de los gnósticos
7.1. Ni siquiera lo concerniente a la generación posee una ley escrita (porque se habría modificado); ellos por el contrario procrean (lit.: siembran) y engendran del mismo modo, por una comunidad que poseen innata gracias a la justicia. El creador y padre de todos los seres (cf. Platón, Timeo, 28 C), legislando con la justicia que le es propia (lit.: que es de él), dio en común a todos por igual el ojo para ver, sin distinguir mujer o varón, ni racional o irracional; en una palabra, sin diferenciar ningún ser de otro ser; repartiendo con igualdad y comunidad, con una sola orden ha dado a todos por igual la facultad de ver.
7.2. Pero las leyes, dice, no pudiendo castigar la ignorancia de los hombres, enseñan a transgredirlas; porque el carácter propio de las leyes destruye y carcome la comunidad de la ley divina» (Epífanes, Fragmentos, 1). No comprende lo dicho por el Apóstol que afirma: “Por la ley he conocido el pecado” (Rm 7,7).
7.3. Y dice que “lo mío y lo tuyo” fue introducido por las leyes; y ya no se gozan más en común la tierra ni los ganados que son comunes, ni tampoco el matrimonio.
7.4. «Porque creó en común para todos las viñas, que no se niegan ni a un gorrión ni un ladrón, lo mismo que el trigo y los otros frutos. Pero la violación de la ley de la comunidad y de igualdad dio origen al ladrón de ganados y de frutos.
Los dos Testamentos son una unidad que se refieren al único Dios
8.1. Por consiguiente, Dios ha hecho todo en común para el hombre y ha unido en común a la mujer con el varón, e igualmente ha unido estrechamente a todos los animales; mostrando que la comunidad (es) justicia con igualdad.
8.2. Pero los que sin más rechazan la común unión que los engendró y dicen: “El que (tenga) una (mujer) en matrimonio que la retenga, pudiendo ser común para todos, como el resto de los otros animales hacen abiertamente”» (Epífanes, Fragmentos, 1).
8.3. Dicho esto (Epífanes), de nuevo con el mismo estilo, añade estas palabras: “Porque la concupiscencia (Dios) la puso más fuerte e impetuosa en los varones para la conservación de las especies; y ni la ley, ni la costumbre, ni ninguna otra cosa del mundo puede suprimirla, puesto que es una decisión (dogma) de Dios” (Epífanes, Fragmentos, 1).
8.4. ¿Y cómo examinar en nuestro discurso al que así abiertamente destruye la Ley y el Evangelio? Aquella dice: “No cometerás adulterio” (Ex 20,13); y (el Evangelio) dice: “Todo el que mira con concupiscencia, ya cometió adulterio” (Mt 5,28).
8.5. Ciertamente el “no desearás” (Ex 20,17; cf. Dt 5,21) proclamado por la Ley demuestra que el único Dios lo proclama mediante la Ley, los profetas y el Evangelio; porque dice: “No desearás (la mujer) de tu prójimo” (Ex 20,17).
8.6. Pero el prójimo no es el judío respecto al judío, puesto que son hermanos y tienen en común el mismo espíritu; llama, por tanto, prójimo al de otra raza. En efecto, ¿cómo no va a ser prójimo el que participa del Espíritu? Porque Abrahán no es padre sólo de los hebreos, sino también de los gentiles.
LIBRO III
Capítulo II: Sobre los carpocratianos
Epífanes
5.1. Los discípulos de Carpócrates y de Epífanes consideran que las mujeres deben ser tenidas en común; de ellos (o: de ahí) se propagó la blasfemia más grande contra los cristianos (lit.: contra el nombre).
5.2. Ese Epífanes, cuyos escritos se conservan, era hijo de Carpócrates y la madre se llamaba Alejandría; era alejandrino por parte de padre y de Cefalonia por parte materna; sólo vivió diecisiete años, y se le venera como dios en Same de Cefalonia, donde le construyeron y consagraron (o: dedicaron) un templo de piedras talladas (lit.: extraídas), altares, tabernáculos y un museo; y los cefalonios se reúnen en el templo, el primer día del mes, para ofrecer sacrificios a Epífanes en la apoteosis de (su) día natalicio, y hacen libaciones, celebran banquetes y cantan himnos.
5.3. Fue educado en la escuela paterna en el ciclo de estudios y en (la doctrina platónica), fundando la gnosis monádica; y de él nace la herejía de los carpocratianos.
Lo que afirma Epífanes
6.1. Ahora bien, él dice en el “Sobre La Justicia”: «La justicia de Dios es una especie de comunidad con igualdad. Ciertamente, el cielo, extendido de igual forma por todas partes, envuelve toda la tierra circularmente; la noche muestra del mismo modo todas las estrellas; y el sol, principio del día y padre de la luz, desde arriba Dios lo ha difundido por igual sobre la tierra toda, para los que pueden ver, y todos ven de igual modo (lit.: en común);
6.2. porque (Él) no hace distinción entre rico o pobre, súbdito o príncipe, necios o sensatos, varones o mujeres, libres o esclavos (cf. Mt 5,45; Col 3,11). Ni siquiera con los seres irracionales tampoco obra contra esa (norma), sino que a todos los animales desde arriba lo ha derramado por igual y en común, a buenos y malos, afianzando la justicia, no pudiendo tener más ni quitar (algo) al vecino, para tener lo del otro, duplicando la luz propia.
6.3. El sol hace crecer alimentos comunes para todos los animales, distribuyéndose a todos por igual la común justicia; y por esto la especie bovina se encuentra de forma equitativa en cada bovino, la del porcino en cada porcino, la de los ovinos en cada ovino, y así todas las restantes; porque la comunidad aparece en ellos como justicia.
6.4. Además, según la comunidad, todos son igualmente inseminados (lit.: sembrados) según su especie; un común alimento brota para todo animal que pace en la tierra, y de igual modo para todos; y no está sujeto a ley alguna, sino que, por la generosidad de quien lo da y ordena, está dispuesto con armónica justicia para todos.
Rechazo de la Ley por parte de los gnósticos
7.1. Ni siquiera lo concerniente a la generación posee una ley escrita (porque se habría modificado); ellos por el contrario procrean (lit.: siembran) y engendran del mismo modo, por una comunidad que poseen innata gracias a la justicia. El creador y padre de todos los seres (cf. Platón, Timeo, 28 C), legislando con la justicia que le es propia (lit.: que es de él), dio en común a todos por igual el ojo para ver, sin distinguir mujer o varón, ni racional o irracional; en una palabra, sin diferenciar ningún ser de otro ser; repartiendo con igualdad y comunidad, con una sola orden ha dado a todos por igual la facultad de ver.
7.2. Pero las leyes, dice, no pudiendo castigar la ignorancia de los hombres, enseñan a transgredirlas; porque el carácter propio de las leyes destruye y carcome la comunidad de la ley divina» (Epífanes, Fragmentos, 1). No comprende lo dicho por el Apóstol que afirma: “Por la ley he conocido el pecado” (Rm 7,7).
7.3. Y dice que “lo mío y lo tuyo” fue introducido por las leyes; y ya no se gozan más en común la tierra ni los ganados que son comunes, ni tampoco el matrimonio.
7.4. «Porque creó en común para todos las viñas, que no se niegan ni a un gorrión ni un ladrón, lo mismo que el trigo y los otros frutos. Pero la violación de la ley de la comunidad y de igualdad dio origen al ladrón de ganados y de frutos.
Los dos Testamentos son una unidad que se refieren al único Dios
8.1. Por consiguiente, Dios ha hecho todo en común para el hombre y ha unido en común a la mujer con el varón, e igualmente ha unido estrechamente a todos los animales; mostrando que la comunidad (es) justicia con igualdad.
8.2. Pero los que sin más rechazan la común unión que los engendró y dicen: “El que (tenga) una (mujer) en matrimonio que la retenga, pudiendo ser común para todos, como el resto de los otros animales hacen abiertamente”» (Epífanes, Fragmentos, 1).
8.3. Dicho esto (Epífanes), de nuevo con el mismo estilo, añade estas palabras: “Porque la concupiscencia (Dios) la puso más fuerte e impetuosa en los varones para la conservación de las especies; y ni la ley, ni la costumbre, ni ninguna otra cosa del mundo puede suprimirla, puesto que es una decisión (dogma) de Dios” (Epífanes, Fragmentos, 1).
8.4. ¿Y cómo examinar en nuestro discurso al que así abiertamente destruye la Ley y el Evangelio? Aquella dice: “No cometerás adulterio” (Ex 20,13); y (el Evangelio) dice: “Todo el que mira con concupiscencia, ya cometió adulterio” (Mt 5,28).
8.5. Ciertamente el “no desearás” (Ex 20,17; cf. Dt 5,21) proclamado por la Ley demuestra que el único Dios lo proclama mediante la Ley, los profetas y el Evangelio; porque dice: “No desearás (la mujer) de tu prójimo” (Ex 20,17).
8.6. Pero el prójimo no es el judío respecto al judío, puesto que son hermanos y tienen en común el mismo espíritu; llama, por tanto, prójimo al de otra raza. En efecto, ¿cómo no va a ser prójimo el que participa del Espíritu? Porque Abrahán no es padre sólo de los hebreos, sino también de los gentiles.
Carpócrates y Epífanes luchan contra Dios
9.1. Si la mujer adúltera y el que ha fornicado con ella son castigados con la muerte (cf. Lv 20,10; Dt 22,12), (es) evidente sin duda que el mandamiento que dice “no desearás la mujer del prójimo” (Ex 20,17), se prescribe para los gentiles, para que, según la Ley, se abstenga uno de la mujer del vecino y de la hermana (hebrea?), y oiga directamente la palabra del Señor: “Pero yo digo: no desearás” (Mt 5,28). Y la partícula “yo” añadida muestra con fuerza la validez del mandamiento,
9.2. y que tanto Carpócrates como Epífanes combaten contra Dios. En el mismo célebre libro, me refiero al de “Sobre la justicia”, (Epífanes) añade literalmente lo siguiente:
9.3. «De donde hay que escuchar como ridícula esa palabra del legislador que dijo “no desearás”; y más ridículo el agregado “las cosas de tu prójimo”. Porque quien ha puesto la concupiscencia como medio para conservar la generación, manda que sea rechazada, sin impedírsela a ningún animal. Incluso con lo de “la mujer del prójimo”, obliga a que lo que es común (se convierta) en privado, lo cual es más ridículo todavía» (Epífanes, Fragmentos, 1).
Excesos de los carpocratianos
10.1. Estos son los dogmas de los célebres carpocratianos. Se dice que éstos, y algunos émulos de idénticos males, se reúnen a cenar -porque no llamaré banquete eucarístico (agápe) su reunión- hombres y mujeres juntos, después de hartarse -“en la saciedad se encuentra Cipris [= Afrodita o Venus]” (Eurípides, Fragmentos, 895), como suele decirse-, dando vuelta la lámpara, ponen lejos la luz que deshonra su justicia impúdica, uniéndose como quieren y con las que quieren. Después de practicar lo comunitario en semejante banquete, una vez amanecido exigen a las mujeres, que han sido su pareja, sumisión a las leyes de Carpócrates, puesto que no se puede llamar ley divina. Pero estas (leyes) las debería haber legislado Carpócrates, pienso yo, para la lascivia de los perros, de los puercos o de los machos cabríos.
10.2. Me parece que él también entiende mal a Platón cuando dice en la “República” (cf. V,449 C y 457 D) que las mujeres deben ser tenidas en común por todos; comunes, sí, antes del matrimonio, de los que vengan a pedirlas, como si dijera que el teatro es común para los espectadores; pero después cada una es de aquél que la ha elegido primero, y la que se ha casado no es ya común.
El testimonio de la epístola de Judas
11.1. Por otra parte, Janto en el tratado sobre “Los Magos” dice: “Los Magos se unen con las madres, las hijas, y las hermanas, y que las mujeres son de todos, no mediante violencia o engaño, sino por consentimiento de ambos, cuando uno desea tener relaciones matrimoniales con la (mujer) de otro” (Janto, Fragmentos, 765 F 31).
11.2. Sobre éstas y otras herejías parecidas había hablado proféticamente Judas en su “Epístola”: También éstos soñadores” (Judas 8) -porque no se aplican despiertos a la verdad-, hasta: “Y su boca habla cosas arrogantes” (Judas 16).
9.1. Si la mujer adúltera y el que ha fornicado con ella son castigados con la muerte (cf. Lv 20,10; Dt 22,12), (es) evidente sin duda que el mandamiento que dice “no desearás la mujer del prójimo” (Ex 20,17), se prescribe para los gentiles, para que, según la Ley, se abstenga uno de la mujer del vecino y de la hermana (hebrea?), y oiga directamente la palabra del Señor: “Pero yo digo: no desearás” (Mt 5,28). Y la partícula “yo” añadida muestra con fuerza la validez del mandamiento,
9.2. y que tanto Carpócrates como Epífanes combaten contra Dios. En el mismo célebre libro, me refiero al de “Sobre la justicia”, (Epífanes) añade literalmente lo siguiente:
9.3. «De donde hay que escuchar como ridícula esa palabra del legislador que dijo “no desearás”; y más ridículo el agregado “las cosas de tu prójimo”. Porque quien ha puesto la concupiscencia como medio para conservar la generación, manda que sea rechazada, sin impedírsela a ningún animal. Incluso con lo de “la mujer del prójimo”, obliga a que lo que es común (se convierta) en privado, lo cual es más ridículo todavía» (Epífanes, Fragmentos, 1).
Excesos de los carpocratianos
10.1. Estos son los dogmas de los célebres carpocratianos. Se dice que éstos, y algunos émulos de idénticos males, se reúnen a cenar -porque no llamaré banquete eucarístico (agápe) su reunión- hombres y mujeres juntos, después de hartarse -“en la saciedad se encuentra Cipris [= Afrodita o Venus]” (Eurípides, Fragmentos, 895), como suele decirse-, dando vuelta la lámpara, ponen lejos la luz que deshonra su justicia impúdica, uniéndose como quieren y con las que quieren. Después de practicar lo comunitario en semejante banquete, una vez amanecido exigen a las mujeres, que han sido su pareja, sumisión a las leyes de Carpócrates, puesto que no se puede llamar ley divina. Pero estas (leyes) las debería haber legislado Carpócrates, pienso yo, para la lascivia de los perros, de los puercos o de los machos cabríos.
10.2. Me parece que él también entiende mal a Platón cuando dice en la “República” (cf. V,449 C y 457 D) que las mujeres deben ser tenidas en común por todos; comunes, sí, antes del matrimonio, de los que vengan a pedirlas, como si dijera que el teatro es común para los espectadores; pero después cada una es de aquél que la ha elegido primero, y la que se ha casado no es ya común.
El testimonio de la epístola de Judas
11.1. Por otra parte, Janto en el tratado sobre “Los Magos” dice: “Los Magos se unen con las madres, las hijas, y las hermanas, y que las mujeres son de todos, no mediante violencia o engaño, sino por consentimiento de ambos, cuando uno desea tener relaciones matrimoniales con la (mujer) de otro” (Janto, Fragmentos, 765 F 31).
11.2. Sobre éstas y otras herejías parecidas había hablado proféticamente Judas en su “Epístola”: También éstos soñadores” (Judas 8) -porque no se aplican despiertos a la verdad-, hasta: “Y su boca habla cosas arrogantes” (Judas 16).