OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (147)
Natividad del Señor
Anuncio a los Pastores
Huida a Egipto
1020
Sacramentario
Rouen, Francia
Anuncio a los Pastores
Huida a Egipto
1020
Sacramentario
Rouen, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO II
Capítulo XXII: El bien supremo
El fin y la felicidad según Platón
131.2. Ciertamente el filósofo Platón dice que el fin es doble: uno que puede ser participado y está ante todo en las ideas en sí, y al que él llama lo bueno; el otro, que participa de aquél y que de él recibe la semejanza, y se da en los hombres transformados por la virtud y la filosofía verdadera.
131.3. Por ello, también Cleantes, en el [libro] segundo “Sobre el placer”, dice que Sócrates en toda ocasión enseñaba que el hombre justo se identifica con el feliz, y maldecía al primero que había hecho diferencia entre lo justo y lo que es útil, como a quienes habían hecho una obra impía, porque en verdad son impíos quienes separan lo útil de lo que es justo según la ley.
131.4. Platón mismo dice que la felicidad consiste en tener bien el ingenio (daimon), llama ingenio la parte que guía a nuestra alma, y la felicidad es el bien más perfecto y completo (cf. Platón, Timeo 90 C).
131.5. A veces la llama vida en armonía y sinfonía (consonancia consigo mismo), y a veces la perfección en la virtud; pero pone esta perfección en la ciencia del bien y en la semejanza con Dios, declarando que tal semejanza (consiste) en “ser justo y santo con sensatez” (Platón, Teeteto, 176 B).
131.6. ¿No es así como algunos de los nuestros interpretan que el hombre recibe al principio el “a imagen” con el nacimiento, pero después recibe en la perfección el “a semejanza”? (cf. Gn 1,26; Ireneo de Lyon. Adversus haereses, III,22,1; V,6,1 y 16,2)
La humildad y la circunspección
132.1. Luego, Platón enseñando que esa semejanza le viene al (hombre) virtuoso junto con la humildad, interpreta aquello de: “Todo el que se humilla será ensalzado” (Lc 1,11: 18,14).
132.2. Por eso en “Las Leyes” dice: “El Dios que, según el antiguo adagio, rige el principio, el medio y el fin de todas las cosas, se dirige directamente a su fin cumpliendo su natural movimiento circular; y siempre lo acompaña lo que es justo, verdugo de los que abandonan la ley divina” (Platón, Las Leyes, IV,716 A).
132.3. ¿Ves cómo también pone la circunspección (junto) con la ley divina? En efecto, añade: “Quien desee ser feliz debe unirse (a la justicia) y seguirla con humildad y moderación” (Platón, Las Leyes, IV,715 E).
132.4. Después, agregando lo relacionado con esto y amonestar con el temor, prosigue: “¿Qué es, por tanto, actuar conforme a Dios y lo que le es grato? Una sola cosa, expresada en una sentencia antigua: lo semejante será amigo de semejante si es mesurado, pero las cosas fuera de medida (no son amigas) entre sí ni con las que son mesuradas. Por tanto, quien desee ser amado por Dios debe asemejarse a Él en el mayor grado posible” (Platón, Las Leyes, IV,716 D).
Las virtudes y la felicidad
133.1. “Y según ese principio aquel de entre nosotros que sea temperante es amigo de Dios, porque es semejante a Él; pero quien no sea temperante es desemejante y diferente (u: hostil)” (Platón, Las Leyes, IV,716 D).
133.2. Al decir que esta doctrina es antigua, [Platón] alude a la enseñanza recibida de la Ley.
133.3. Y en el “Teeteto”, concediendo que el mal “necesariamente da vueltas en torno a la naturaleza mortal y a este lugar (o: a esta tierra)”, añade: “Por lo cual también es necesario esforzarse en huir de ahí hacia allá lo más pronto posible; y la huida, (consiste) en la semejanza con Dios en cuanto es posible, y semejanza es devenir justo y santo con sensatez” (Platón, Teeteto, 176 A-B).
133.4. Espeusipo, sobrino de Platón, dice que la felicidad es un estado habitual perfecto en aquello que es conforme a la naturaleza, o un estado habitual de los buenos; todos los hombres aspiran a ese estado, pero los buenos tienden a la tranquilidad. Y las virtudes serán las artífices de la felicidad.
133.5. Jenócrates de Calcedonia atribuye la felicidad a la adquisición (o: posesión) de la virtud apropiada (a cada uno) y de los medios (o: facultades) que están a su servicio.
133.6. Después, como para decir dónde reside (la felicidad) indica con claridad que en el alma; y por qué medios se realiza, las virtudes; de qué (se compone) como partes, las bellas acciones y los hábitos buenos, las disposiciones, los movimientos y las actitudes; sin las cuales no existen las condiciones corporales y exteriores.
133.7. Polemón, discípulo de Jenócrates, muestra que quiere poner la felicidad en la autosuficiencia (autarkeia) de todos los bienes, o al menos de la mayor parte y de los más grandes. Por cierto, sostuvo que sin virtud jamás habrá felicidad, aunque separadamente de (las condiciones) corporales y exteriores, la virtud es suficiente (lit.: autosuficiente) para la felicidad.
LIBRO II
Capítulo XXII: El bien supremo
El fin y la felicidad según Platón
131.2. Ciertamente el filósofo Platón dice que el fin es doble: uno que puede ser participado y está ante todo en las ideas en sí, y al que él llama lo bueno; el otro, que participa de aquél y que de él recibe la semejanza, y se da en los hombres transformados por la virtud y la filosofía verdadera.
131.3. Por ello, también Cleantes, en el [libro] segundo “Sobre el placer”, dice que Sócrates en toda ocasión enseñaba que el hombre justo se identifica con el feliz, y maldecía al primero que había hecho diferencia entre lo justo y lo que es útil, como a quienes habían hecho una obra impía, porque en verdad son impíos quienes separan lo útil de lo que es justo según la ley.
131.4. Platón mismo dice que la felicidad consiste en tener bien el ingenio (daimon), llama ingenio la parte que guía a nuestra alma, y la felicidad es el bien más perfecto y completo (cf. Platón, Timeo 90 C).
131.5. A veces la llama vida en armonía y sinfonía (consonancia consigo mismo), y a veces la perfección en la virtud; pero pone esta perfección en la ciencia del bien y en la semejanza con Dios, declarando que tal semejanza (consiste) en “ser justo y santo con sensatez” (Platón, Teeteto, 176 B).
131.6. ¿No es así como algunos de los nuestros interpretan que el hombre recibe al principio el “a imagen” con el nacimiento, pero después recibe en la perfección el “a semejanza”? (cf. Gn 1,26; Ireneo de Lyon. Adversus haereses, III,22,1; V,6,1 y 16,2)
La humildad y la circunspección
132.1. Luego, Platón enseñando que esa semejanza le viene al (hombre) virtuoso junto con la humildad, interpreta aquello de: “Todo el que se humilla será ensalzado” (Lc 1,11: 18,14).
132.2. Por eso en “Las Leyes” dice: “El Dios que, según el antiguo adagio, rige el principio, el medio y el fin de todas las cosas, se dirige directamente a su fin cumpliendo su natural movimiento circular; y siempre lo acompaña lo que es justo, verdugo de los que abandonan la ley divina” (Platón, Las Leyes, IV,716 A).
132.3. ¿Ves cómo también pone la circunspección (junto) con la ley divina? En efecto, añade: “Quien desee ser feliz debe unirse (a la justicia) y seguirla con humildad y moderación” (Platón, Las Leyes, IV,715 E).
132.4. Después, agregando lo relacionado con esto y amonestar con el temor, prosigue: “¿Qué es, por tanto, actuar conforme a Dios y lo que le es grato? Una sola cosa, expresada en una sentencia antigua: lo semejante será amigo de semejante si es mesurado, pero las cosas fuera de medida (no son amigas) entre sí ni con las que son mesuradas. Por tanto, quien desee ser amado por Dios debe asemejarse a Él en el mayor grado posible” (Platón, Las Leyes, IV,716 D).
Las virtudes y la felicidad
133.1. “Y según ese principio aquel de entre nosotros que sea temperante es amigo de Dios, porque es semejante a Él; pero quien no sea temperante es desemejante y diferente (u: hostil)” (Platón, Las Leyes, IV,716 D).
133.2. Al decir que esta doctrina es antigua, [Platón] alude a la enseñanza recibida de la Ley.
133.3. Y en el “Teeteto”, concediendo que el mal “necesariamente da vueltas en torno a la naturaleza mortal y a este lugar (o: a esta tierra)”, añade: “Por lo cual también es necesario esforzarse en huir de ahí hacia allá lo más pronto posible; y la huida, (consiste) en la semejanza con Dios en cuanto es posible, y semejanza es devenir justo y santo con sensatez” (Platón, Teeteto, 176 A-B).
133.4. Espeusipo, sobrino de Platón, dice que la felicidad es un estado habitual perfecto en aquello que es conforme a la naturaleza, o un estado habitual de los buenos; todos los hombres aspiran a ese estado, pero los buenos tienden a la tranquilidad. Y las virtudes serán las artífices de la felicidad.
133.5. Jenócrates de Calcedonia atribuye la felicidad a la adquisición (o: posesión) de la virtud apropiada (a cada uno) y de los medios (o: facultades) que están a su servicio.
133.6. Después, como para decir dónde reside (la felicidad) indica con claridad que en el alma; y por qué medios se realiza, las virtudes; de qué (se compone) como partes, las bellas acciones y los hábitos buenos, las disposiciones, los movimientos y las actitudes; sin las cuales no existen las condiciones corporales y exteriores.
133.7. Polemón, discípulo de Jenócrates, muestra que quiere poner la felicidad en la autosuficiencia (autarkeia) de todos los bienes, o al menos de la mayor parte y de los más grandes. Por cierto, sostuvo que sin virtud jamás habrá felicidad, aunque separadamente de (las condiciones) corporales y exteriores, la virtud es suficiente (lit.: autosuficiente) para la felicidad.
La meta de los cristianos
134.1. Y basta ya de estas cosas; la refutación de las mencionadas opiniones se hará a su tiempo; pero nosotros nos proponemos alcanzar un fin sin fin, si obedecemos los mandamientos, es decir, a Dios, y vivimos, según ellos, irreprochable y sabiamente, mediante la gnosis de la voluntad divina.
134.2. Nuestro fin es asemejarnos al Verbo verdadero, en la medida de lo posible, y el restablecimiento de la perfecta adopción filial por medio del Hijo (cf. Ef 4,13), glorificando siempre al Padre por medio del sumo Sacerdote (lit.: gran pontífice), que se ha dignado llamarnos “hermanos” (Hb 2,11) y “coherederos” (Rm 8,17).
134.3. El Apóstol al describir brevemente el fin, en la “Carta a los Romanos”, dice: Pero ahora, habiendo sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por fruto la santificación y por fin la vida eterna” (Rm 6,22).
134.4. Así, sabiendo que la esperanza es doble: una que se aguarda, otra que ya se ha obtenido, enseña que el fin, ahora, es el cumplimiento de la esperanza. Dice: “Porque la paciencia produce una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en los corazones mediante el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,4-5). Por medio de ese amor viene también el restablecimiento en la esperanza, que, dice en otra parte, nos está reservada como descanso (cf. Hb 4,9-11; Sal 94 [95],11).
Grandeza de Dios
135.1. Podrías encontrar también (textos) semejantes en Ezequiel, tales como el siguiente: “El alma que peca morirá. Y el hombre que sea justo y practique juicio y justicia, no coma en los montes y no alce los ojos a los ídolos de la casa de Israel, y no deshonre a la mujer del vecino y no se acerque a una mujer en la separación de su impureza” (Ez 18,4-6) -porque no quiere que la simiente de un hombre sea ultrajada-; “Y, dice, el hombre que no haga mal a nadie, y devuelva al deudor su prenda, no robe, dé su pan al hambriento,
135.2. y vista al desnudo, no preste a usura su dinero, no reciba un fruto excesivo, aparte su mano de la injusticia, haga verdadero juicio entre un hombre y su vecino, camine según mis preceptos y observe mis preceptos para obrar con verdad: ése es justo y vivirá, dice Adonai el Señor” (Ez 18,7-9).
135.3. E Isaías, invitando al creyente a la seriedad de vida y al gnóstico a la vigilancia (o: a progresar), no siendo la virtud de Dios y la del hombre la misma; además dice:
135.4. “Busquen al Señor y, al encontrarlo, llámenlo. Cuando se acerque, abandone el impío sus caminos, el hombre sin ley sus sendas y conviértase al Señor y hallará misericordia”, hasta: “Los pensamientos de ustedes lejos de mi pensamiento” (Is 55,6-9).
El objetivo y el fin de la fe
136.1. “Nosotros, según el noble Apóstol, aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. Porque en Cristo ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que obra por el amor” (Ga 5,5-6).
136.2. “Deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma solicitud en orden a la plena seguridad de la esperanza...”, hasta: “constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Hb 6,11. 20).
136.3. Lo mismo que dice Pablo, dice también la muy virtuosa Sabiduría: “El que me escucha descansará confiadamente en la esperanza” (Pr 1,33); pero el restablecimiento (o: realización; apokatástasis) de la esperanza se dice homónimamente esperanza.
136.4. Por eso, al verbo “descansará” añade muy bien “confiadamente”, señalando que descansa aquel que ha alcanzado la esperanza que aguardó; por eso también agrega: “Y vivirá tranquilo sin temor de ningún mal” (Pr 1,33).
136.5. Abiertamente en la “Primera a los Corintios” el Apóstol dice términos precisos: “Sean imitadores míos, como yo de Cristo” (1 Co 11,1), para que se produzca esta relación: si ustedes de mí, yo de Cristo, ustedes devienen imitadores de Cristo, y Cristo de Dios (= porque Él nos revela al Padre).
136.6. Así, propone como objetivo (skopos: meta, propósito) de la fe “la semejanza con Dios, en cuanto es posible llegar ser justo y santo con sensatez” (Platón, Teeteto, 176 B), y como fin (telos), la realización (apokatástasis) de la promesa, (fundada) sobre la fe. De todo esto brotan las fuentes de las teorías sobre el fin [del hombre], de la que antes se habló. Pero basta ya de esto.
134.1. Y basta ya de estas cosas; la refutación de las mencionadas opiniones se hará a su tiempo; pero nosotros nos proponemos alcanzar un fin sin fin, si obedecemos los mandamientos, es decir, a Dios, y vivimos, según ellos, irreprochable y sabiamente, mediante la gnosis de la voluntad divina.
134.2. Nuestro fin es asemejarnos al Verbo verdadero, en la medida de lo posible, y el restablecimiento de la perfecta adopción filial por medio del Hijo (cf. Ef 4,13), glorificando siempre al Padre por medio del sumo Sacerdote (lit.: gran pontífice), que se ha dignado llamarnos “hermanos” (Hb 2,11) y “coherederos” (Rm 8,17).
134.3. El Apóstol al describir brevemente el fin, en la “Carta a los Romanos”, dice: Pero ahora, habiendo sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por fruto la santificación y por fin la vida eterna” (Rm 6,22).
134.4. Así, sabiendo que la esperanza es doble: una que se aguarda, otra que ya se ha obtenido, enseña que el fin, ahora, es el cumplimiento de la esperanza. Dice: “Porque la paciencia produce una virtud probada, y la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en los corazones mediante el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,4-5). Por medio de ese amor viene también el restablecimiento en la esperanza, que, dice en otra parte, nos está reservada como descanso (cf. Hb 4,9-11; Sal 94 [95],11).
Grandeza de Dios
135.1. Podrías encontrar también (textos) semejantes en Ezequiel, tales como el siguiente: “El alma que peca morirá. Y el hombre que sea justo y practique juicio y justicia, no coma en los montes y no alce los ojos a los ídolos de la casa de Israel, y no deshonre a la mujer del vecino y no se acerque a una mujer en la separación de su impureza” (Ez 18,4-6) -porque no quiere que la simiente de un hombre sea ultrajada-; “Y, dice, el hombre que no haga mal a nadie, y devuelva al deudor su prenda, no robe, dé su pan al hambriento,
135.2. y vista al desnudo, no preste a usura su dinero, no reciba un fruto excesivo, aparte su mano de la injusticia, haga verdadero juicio entre un hombre y su vecino, camine según mis preceptos y observe mis preceptos para obrar con verdad: ése es justo y vivirá, dice Adonai el Señor” (Ez 18,7-9).
135.3. E Isaías, invitando al creyente a la seriedad de vida y al gnóstico a la vigilancia (o: a progresar), no siendo la virtud de Dios y la del hombre la misma; además dice:
135.4. “Busquen al Señor y, al encontrarlo, llámenlo. Cuando se acerque, abandone el impío sus caminos, el hombre sin ley sus sendas y conviértase al Señor y hallará misericordia”, hasta: “Los pensamientos de ustedes lejos de mi pensamiento” (Is 55,6-9).
El objetivo y el fin de la fe
136.1. “Nosotros, según el noble Apóstol, aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. Porque en Cristo ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que obra por el amor” (Ga 5,5-6).
136.2. “Deseamos que cada uno de ustedes muestre la misma solicitud en orden a la plena seguridad de la esperanza...”, hasta: “constituido sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Hb 6,11. 20).
136.3. Lo mismo que dice Pablo, dice también la muy virtuosa Sabiduría: “El que me escucha descansará confiadamente en la esperanza” (Pr 1,33); pero el restablecimiento (o: realización; apokatástasis) de la esperanza se dice homónimamente esperanza.
136.4. Por eso, al verbo “descansará” añade muy bien “confiadamente”, señalando que descansa aquel que ha alcanzado la esperanza que aguardó; por eso también agrega: “Y vivirá tranquilo sin temor de ningún mal” (Pr 1,33).
136.5. Abiertamente en la “Primera a los Corintios” el Apóstol dice términos precisos: “Sean imitadores míos, como yo de Cristo” (1 Co 11,1), para que se produzca esta relación: si ustedes de mí, yo de Cristo, ustedes devienen imitadores de Cristo, y Cristo de Dios (= porque Él nos revela al Padre).
136.6. Así, propone como objetivo (skopos: meta, propósito) de la fe “la semejanza con Dios, en cuanto es posible llegar ser justo y santo con sensatez” (Platón, Teeteto, 176 B), y como fin (telos), la realización (apokatástasis) de la promesa, (fundada) sobre la fe. De todo esto brotan las fuentes de las teorías sobre el fin [del hombre], de la que antes se habló. Pero basta ya de esto.