OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (131)
El sacrificio de Isaac
Siglo XIII (primera mitad)
Misal
Avranches, Francia
Siglo XIII (primera mitad)
Misal
Avranches, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA
LIBRO II
Capítulo V: Las maravillas de la fe
“El sabio es amado por Dios”
20.1. Todas esas doctrinas mencionadas aparecen difundidas entre los griegos gracias al gran Moisés. Él enseña que todo pertenece al sabio con estas palabras: “Y porque Dios tuvo piedad de mí, todo es mío” (Gn 33,11).
20.2. Indica que el sabio es amado por Dios cuando dice: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob” (Gn 33,11; Ex 3,16). En efecto, se constata que uno (= Abraham) es llamado abiertamente “amigo” (St 2,23; cf. Is 41,8; 2 Cro 20,7), mientras que el otro (= Jacob) aparece con el nombre cambiado como “aquel que ve a Dios” (Gn 32,29-31); a Isaac en fin, presentándolo alegóricamente como víctima consagrada (cf. Gn 22), se lo escogió para que nos sea figura (lit.: tipo) de la economía salvadora (o: modelo de la economía de nuestro Salvador).
20.3. También Minos es celebrado entre los griegos como “el rey confidente de Zeus durante más de nueve años” (Homero, Odisea, XIX,179); éstos supieron que Dios había conversado en otro tiempo con Moisés “como si alguien hablara con su amigo” (Ex 33,11).
Cristo es el único sumo sacerdote
21.1. Así, por tanto, Moisés fue sabio, rey y legislador. Pero nuestro Salvador está por encima de toda humana naturaleza (cf. Hb 3,3). Él es bello, por eso es el único amado por los que aspiramos a la verdadera belleza, “porque él era la luz verdadera” (Jn 1,9).
21.2. También Él es proclamado rey por los niños ingenuos y por los judíos incrédulos e ignorantes, y es anunciado por los profetas mismos, como se ha demostrado (cf. Lc 19,38; Za 9,9; Sal 117,26).
21.3. Él es rico, hasta el punto de despreciar toda la tierra y el oro que hay por encima y por debajo de ella, dones ofrecidos por el adversario, junto con toda la gloria (cf. Mt 4,8-10).
21.4. ¿Es necesario decir que sólo Él es el sumo sacerdote que conoce el servicio de Dios, “el rey de paz, Melquisedec” (Hb 7,12), el más apto para dirigir al género humano?
21.5. También es legislador, puesto que da la Ley por boca de los profetas, prescribe muy claramente, y enseña lo que se debe o no hacer.
La verdadera riqueza
22.1. ¿Por otra parte, quién puede haber más noble que Él, cuyo único Padre es Dios? Y aquí mencionemos a Platón, que aplica los mismos principios. Ya llamó rico al sabio en el “Fedro”: “¡Oh querido Pan, dice, y cuantos otros dioses están por aquí: ojalá me concedan adquirir la belleza interior, y que cuanto tengo en lo exterior esté en amistad con lo interior, y que pueda tener por rico al sabio!” (Platón, Fedro, 279 B).
22.2. En otro lugar, al reprochar a quienes pensaban que eran ricos por poseer muchos bienes, el Extranjero de Atenas dice: “Es imposible que sean verdaderamente ricos y buenos aquellos a quienes la gente tiene por ricos, puesto que llaman así a quienes, muy pocos, poseen bienes de muchísimo precio, que también un hombre malvado puede poseer” (Platon, Leyes, V,724 E).
22.3. Dice Salomón: “Todo el mundo entero de las riquezas es del hombre de fe, pero del infiel ni un óbolo” (Pr 17,6 LXX). Tanto más es necesario creer a la Escritura, cuando dice que “un camello pasará por el ojo de una aguja” (Mt 19,24; Mc 10,25; Lc 18,25) más rápido que (llegue a) filosofar un rico.
22.4. Llama bienaventurados a los pobres (cf. Lc 6,20; Mt 5,3); como lo comprendió Platón, al decir: “Es necesario considerar como pobreza no la disminución de la propiedad, sino el crecimiento de la insaciabidad” (Platón, Leyes, V,736 E). En efecto, no es la pequeña fortuna, sino el deseo insaciable, lo que el hombre honesto (lit.: bueno) debe abandonar si quiere ser rico.
22.5. En el “Alcibíades”, [Platón] define el vicio como “cosa de esclavos”, y la virtud como “digna de los hombres libres” (Platón, Alcibíades, I,135 C). Y la Escritura dice: “Quiten de su espalda el yugo pesado y tomen el suave” (cf. Mt 11,29), así como también los poetas llaman “servil” al “yugo” (Esquilo, Siete contra Tebas, 50). Y lo de: “Fueron vendidos a sus pecados” (Is 50,1; Rm 7,14), está de acuerdo con las anteriores expresiones. “Todo el que comete pecado es esclavo” (Jn 8,34).
22.6. Pero “el esclavo no permanece en la casa para siempre. Pero si el Hijo los libera (Jn 8,35-36), serán libres, y la verdad los hará libres (Jn 8,32).
22.7. El Extranjero de Atenas, por otra parte, define como bello al sabio, cuando dice: “Así, por tanto, si alguno quisiera mantener que los justos, por deformes que sean en el cuerpo, son no obstante muy hermosos debido a su carácter perfectamente justo, jamás sería exponerse a dar la impresión de que sobrepasaba cualquier medida” (Platón, Leyes, IX,859 D-E)
22.8. Y la profecía predijo: “Su aspecto era deforme, ante todos los hijos de los hombres” (Is 53,3). Y Platón dijo en el “Político” que el sabio es rey, y la frase está a la vista (cf. II,18,2; Platón, Político, 259 A-B).
LIBRO II
Capítulo V: Las maravillas de la fe
“El sabio es amado por Dios”
20.1. Todas esas doctrinas mencionadas aparecen difundidas entre los griegos gracias al gran Moisés. Él enseña que todo pertenece al sabio con estas palabras: “Y porque Dios tuvo piedad de mí, todo es mío” (Gn 33,11).
20.2. Indica que el sabio es amado por Dios cuando dice: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob” (Gn 33,11; Ex 3,16). En efecto, se constata que uno (= Abraham) es llamado abiertamente “amigo” (St 2,23; cf. Is 41,8; 2 Cro 20,7), mientras que el otro (= Jacob) aparece con el nombre cambiado como “aquel que ve a Dios” (Gn 32,29-31); a Isaac en fin, presentándolo alegóricamente como víctima consagrada (cf. Gn 22), se lo escogió para que nos sea figura (lit.: tipo) de la economía salvadora (o: modelo de la economía de nuestro Salvador).
20.3. También Minos es celebrado entre los griegos como “el rey confidente de Zeus durante más de nueve años” (Homero, Odisea, XIX,179); éstos supieron que Dios había conversado en otro tiempo con Moisés “como si alguien hablara con su amigo” (Ex 33,11).
Cristo es el único sumo sacerdote
21.1. Así, por tanto, Moisés fue sabio, rey y legislador. Pero nuestro Salvador está por encima de toda humana naturaleza (cf. Hb 3,3). Él es bello, por eso es el único amado por los que aspiramos a la verdadera belleza, “porque él era la luz verdadera” (Jn 1,9).
21.2. También Él es proclamado rey por los niños ingenuos y por los judíos incrédulos e ignorantes, y es anunciado por los profetas mismos, como se ha demostrado (cf. Lc 19,38; Za 9,9; Sal 117,26).
21.3. Él es rico, hasta el punto de despreciar toda la tierra y el oro que hay por encima y por debajo de ella, dones ofrecidos por el adversario, junto con toda la gloria (cf. Mt 4,8-10).
21.4. ¿Es necesario decir que sólo Él es el sumo sacerdote que conoce el servicio de Dios, “el rey de paz, Melquisedec” (Hb 7,12), el más apto para dirigir al género humano?
21.5. También es legislador, puesto que da la Ley por boca de los profetas, prescribe muy claramente, y enseña lo que se debe o no hacer.
La verdadera riqueza
22.1. ¿Por otra parte, quién puede haber más noble que Él, cuyo único Padre es Dios? Y aquí mencionemos a Platón, que aplica los mismos principios. Ya llamó rico al sabio en el “Fedro”: “¡Oh querido Pan, dice, y cuantos otros dioses están por aquí: ojalá me concedan adquirir la belleza interior, y que cuanto tengo en lo exterior esté en amistad con lo interior, y que pueda tener por rico al sabio!” (Platón, Fedro, 279 B).
22.2. En otro lugar, al reprochar a quienes pensaban que eran ricos por poseer muchos bienes, el Extranjero de Atenas dice: “Es imposible que sean verdaderamente ricos y buenos aquellos a quienes la gente tiene por ricos, puesto que llaman así a quienes, muy pocos, poseen bienes de muchísimo precio, que también un hombre malvado puede poseer” (Platon, Leyes, V,724 E).
22.3. Dice Salomón: “Todo el mundo entero de las riquezas es del hombre de fe, pero del infiel ni un óbolo” (Pr 17,6 LXX). Tanto más es necesario creer a la Escritura, cuando dice que “un camello pasará por el ojo de una aguja” (Mt 19,24; Mc 10,25; Lc 18,25) más rápido que (llegue a) filosofar un rico.
22.4. Llama bienaventurados a los pobres (cf. Lc 6,20; Mt 5,3); como lo comprendió Platón, al decir: “Es necesario considerar como pobreza no la disminución de la propiedad, sino el crecimiento de la insaciabidad” (Platón, Leyes, V,736 E). En efecto, no es la pequeña fortuna, sino el deseo insaciable, lo que el hombre honesto (lit.: bueno) debe abandonar si quiere ser rico.
22.5. En el “Alcibíades”, [Platón] define el vicio como “cosa de esclavos”, y la virtud como “digna de los hombres libres” (Platón, Alcibíades, I,135 C). Y la Escritura dice: “Quiten de su espalda el yugo pesado y tomen el suave” (cf. Mt 11,29), así como también los poetas llaman “servil” al “yugo” (Esquilo, Siete contra Tebas, 50). Y lo de: “Fueron vendidos a sus pecados” (Is 50,1; Rm 7,14), está de acuerdo con las anteriores expresiones. “Todo el que comete pecado es esclavo” (Jn 8,34).
22.6. Pero “el esclavo no permanece en la casa para siempre. Pero si el Hijo los libera (Jn 8,35-36), serán libres, y la verdad los hará libres (Jn 8,32).
22.7. El Extranjero de Atenas, por otra parte, define como bello al sabio, cuando dice: “Así, por tanto, si alguno quisiera mantener que los justos, por deformes que sean en el cuerpo, son no obstante muy hermosos debido a su carácter perfectamente justo, jamás sería exponerse a dar la impresión de que sobrepasaba cualquier medida” (Platón, Leyes, IX,859 D-E)
22.8. Y la profecía predijo: “Su aspecto era deforme, ante todos los hijos de los hombres” (Is 53,3). Y Platón dijo en el “Político” que el sabio es rey, y la frase está a la vista (cf. II,18,2; Platón, Político, 259 A-B).
La fe, madre de virtudes
23.1. Demostradas esas cosas, volvamos de nuevo a nuestro tema sobre la fe. También Platón expresa la necesidad universal de la fe con una auténtica demostración, a la vez que elogia la paz:
23.2. “Fiel y equilibrado en las disputas, uno no podrá jamás prescindir de una perfecta virtud. Hombres luchadores, dispuestos a morir en batalla, abundan mucho entre los mercenarios, pero éstos resultan la mayoría desertores, injustos, violentos e insensatos, a excepción de muy pocos. Si estas palabras son válidas, todo legislador, que tenga un mínimo de habilidad, establecerá las leyes teniendo en cuenta más que ninguna otra la mayor de las virtudes” (Platón, Leyes, I,630 B-C).
23.3. Y esa es la fidelidad que necesitamos en todo momento, en la paz, en toda guerra y en cualquier circunstancia de la vida; porque parece comprenderlas y abarcarlas a todas las demás.
23.4. “Lo mejor, sin embargo, no es ni la guerra ni la sedición. Es despreciable necesitar de ellas. Lo mejor es la paz y la recíproca benevolencia” (Platón, Leyes, I,628 C).
23.5. Por eso se manifiesta que la mayor aspiración, según Platón, sea permanecer en la paz; pero madre principal de las virtudes es la fe.
“La sabiduría es inteligencia”
24.1. Correctamente, en consecuencia, se dice en el libro de Salomón: “La sabiduría está en la boca de los hombres de fe” (Si 34,8). Igualmente, Jenócrates en el [libro] “Sobre la inteligencia” afirma que la sabiduría es conocimiento de las causas primeras y de la esencia inteligible; establece dos clases de inteligencia: la práctica y la teórica; ésta sería precisamente la sabiduría humana (Jenócrates, Fragmentos, 6).
24.2. Por eso la sabiduría es inteligencia, pero no toda inteligencia es sabiduría. Y ya está aclarado que la ciencia del principio del universo es la fe, y no la demostración.
24.3. En efecto, es absurdo que los seguidores de Pitágoras de Samos refutaran las demostraciones de los problemas y consideraran razón de fe la expresión “él lo ha dicho” (Diogeniano, Paroemiae, III,19), y se contentaran con esa única proposición para la certeza de cuanto habían aprendido, mientras que otros, que “aman contemplar la verdad” (Platón, República, V,475 E), pretendan no creer a un Maestro digno de fe, al único Dios salvador, y reclamen de Él las pruebas de lo que ha dicho.
24.4. Pero Él dice: “Quien tenga oídos para oír, que oiga” (Mt 11,15). Y ¿quién es Él? Hable Epicarmo: “El espíritu ve, el espíritu oye; el resto es sordo y ciego” (Epicarmo, Fragmentos, 249).
24.5. Heráclito, al reprender a ciertos “incrédulos, dice, que no saben ni escuchar ni hablar” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 19), ayudado sin duda por Salomón: “Si te gusta escuchar, aprenderás; y si inclinas tu oído, serás sabio” (Si 6,33).
23.1. Demostradas esas cosas, volvamos de nuevo a nuestro tema sobre la fe. También Platón expresa la necesidad universal de la fe con una auténtica demostración, a la vez que elogia la paz:
23.2. “Fiel y equilibrado en las disputas, uno no podrá jamás prescindir de una perfecta virtud. Hombres luchadores, dispuestos a morir en batalla, abundan mucho entre los mercenarios, pero éstos resultan la mayoría desertores, injustos, violentos e insensatos, a excepción de muy pocos. Si estas palabras son válidas, todo legislador, que tenga un mínimo de habilidad, establecerá las leyes teniendo en cuenta más que ninguna otra la mayor de las virtudes” (Platón, Leyes, I,630 B-C).
23.3. Y esa es la fidelidad que necesitamos en todo momento, en la paz, en toda guerra y en cualquier circunstancia de la vida; porque parece comprenderlas y abarcarlas a todas las demás.
23.4. “Lo mejor, sin embargo, no es ni la guerra ni la sedición. Es despreciable necesitar de ellas. Lo mejor es la paz y la recíproca benevolencia” (Platón, Leyes, I,628 C).
23.5. Por eso se manifiesta que la mayor aspiración, según Platón, sea permanecer en la paz; pero madre principal de las virtudes es la fe.
“La sabiduría es inteligencia”
24.1. Correctamente, en consecuencia, se dice en el libro de Salomón: “La sabiduría está en la boca de los hombres de fe” (Si 34,8). Igualmente, Jenócrates en el [libro] “Sobre la inteligencia” afirma que la sabiduría es conocimiento de las causas primeras y de la esencia inteligible; establece dos clases de inteligencia: la práctica y la teórica; ésta sería precisamente la sabiduría humana (Jenócrates, Fragmentos, 6).
24.2. Por eso la sabiduría es inteligencia, pero no toda inteligencia es sabiduría. Y ya está aclarado que la ciencia del principio del universo es la fe, y no la demostración.
24.3. En efecto, es absurdo que los seguidores de Pitágoras de Samos refutaran las demostraciones de los problemas y consideraran razón de fe la expresión “él lo ha dicho” (Diogeniano, Paroemiae, III,19), y se contentaran con esa única proposición para la certeza de cuanto habían aprendido, mientras que otros, que “aman contemplar la verdad” (Platón, República, V,475 E), pretendan no creer a un Maestro digno de fe, al único Dios salvador, y reclamen de Él las pruebas de lo que ha dicho.
24.4. Pero Él dice: “Quien tenga oídos para oír, que oiga” (Mt 11,15). Y ¿quién es Él? Hable Epicarmo: “El espíritu ve, el espíritu oye; el resto es sordo y ciego” (Epicarmo, Fragmentos, 249).
24.5. Heráclito, al reprender a ciertos “incrédulos, dice, que no saben ni escuchar ni hablar” (Heráclito, Fragmentos, 22 B 19), ayudado sin duda por Salomón: “Si te gusta escuchar, aprenderás; y si inclinas tu oído, serás sabio” (Si 6,33).