OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (124)

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María Magdalena les anuncia a los apóstoles
la resurrección de Cristo
Hacia 1120
Salterio de San Albano
Hildesheim (Alemania)
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO I

Capítulo XXIV: Moisés, guía de su pueblo

El arte real

158.1. Nuestro Moisés es profeta, legislador; táctico [militar], estratega, político y filósofo. Cómo era profeta, se dirá más adelante (cf. IV,2,19; 93,1; V,88,4), cuando tratemos acerca de la profecía; la táctica [militar] es parte de la estrategia, y la estrategia, del arte real; también es parte del arte real la ciencia de la legislación, al igual que la jurídica.

158.2. Por lo demás, el arte de gobernar es [en un aspecto] divino; así, por ejemplo, comportarse conforme a Dios y a su santo Hijo, de quienes nos vienen los bienes terrenos, los externos [de la tierra] y la perfecta felicidad. “Pidan las cosas grandes -se dice- y se les añadirán las pequeñas” (Mt 6,32; 13,,12; 25,29; Mc 4,25; Lc 8,18; 19,26).

158.3. Un segundo aspecto del arte de gobernar, que viene después de la conducta puramente racional (o: espiritual) y divina, es el usar en el ejercicio del poder sólo la parte irascible del alma, que fue como reinaron Heracles de Argos y Alejandro de Macedonia.

158.4. El tercer [aspecto] es únicamente el deseo de vencer y conquistar -sin que preocupe el obtener bien o mal la victoria-; así actuaron los persas en su campaña contra la Hélade (=Grecia).

158.5. Únicamente es propio de la animosidad [por un lado] el puro instinto de vencer, es decir, el remar por el hecho de dominar, y [por otra parte] el amor de las cosas nobles, cuando el alma se sirve de su parte irascible para lo bueno.

La táctica

159.1. El cuarto modo de gobernar, el peor de todos, es el regulado conforme a las pasiones, como el de Sardanapálo y de los que tuvieron como objetivo el satisfacer lo más posible sus pasiones.

159.2. El arte real, así del que triunfa con la virtud como del que lo hace con la violencia, tiene por instrumento la táctica, que es diversa según la naturaleza y la materia [en la que se ejercita].

159.3. Frente a armamentos y animales guerreros, el alma y la inteligencia son quienes determinan el orden de los medios vivos o los inertes; pero [para la victoria] sobre las pasiones del alma, a las que vencemos con la virtud, la táctica es la facultad de razonar, que impone el sello de la moderación (o: continencia [enkrateia]) y la prudencia (o: templanza) mediante la piedad, y el conocimiento perfecto (lit.: una buena gnosis) con la verdad, que conduce como fin a la piedad para con Dios (o: refiriendo el fin [de la conducta humana] hacia la piedad para con Dios).

159.4. Así, para quienes practican la virtud, la prudencia es la ordenadora; en las cosas divinas, la sabiduría; en la humanas, la política; y en todas, el arte real.

159.5. Rey, por tanto, es el que manda según leyes, el que tiene la ciencia de mandar a quienes voluntariamente lo aceptan de buen grado; así es el Señor, que recibe a los que creen en Él y por Él.

159.6. En efecto, Porque todo lo entregó y todo lo sometió Dios a Cristo nuestro Rey (cf. 1 Co 15,28), “para que en el nombre de Jesús doble la rodilla todo cuanto hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre” (Flp 2,10-11).

La estrategia

160.1. El arte del estratega comprende tres aspectos: seguridad, audacia, y la unión (lit.: mezcla) de ambos. Cada uno de ellos se compone de tres elementos: el que se ejerce mediante la palabra, mediante las obras, y mediante ambas cosas a la vez.

160.2. Todo eso será posible realizarlo con amplitud esto ya persuadiendo, ya violentando, ya coaccionando mediante procedimientos ilegales, en propia defensa, o con procedimientos legales, ya mintiendo, ya diciendo la verdad, ya empleando a la vez varios de estos procedimientos en un mismo caso.

160.3. Pero todos esos [procedimientos] y la manera conveniente de utilizar cada uno de ellos sirvieron a los griegos, quienes los tomaron de Moisés.

160.4. Como modelo mencionaré uno o dos ejemplos de estrategia. En efecto, al sacar Moisés al pueblo, sospechó que los egipcios les perseguirían, y abandonando el camino más corto, se desvió hacia el desierto, e hizo durante la noche la mayor parte del viaje.

160.5. Además, tenía otro plan (oikomomia), según el cual los hebreos, tras mucho desierto y largo tiempo, se iban educando, acostumbrándose con una prudente paciencia a creer que sólo Dios existe.

El mar aniquila a los egipcios que perseguían al pueblo de Dios

161.1. Ahora bien, la estrategia de Moisés enseña que, ante los peligros, es necesario prever qué es lo útil y sólo entonces lanzarse.

161.2. Sin duda, sucedió lo que sospechaba: los egipcios les persiguieron con caballos y carros, pero fueron aniquilados rápidamente por el mar, que se había abierto, y les inunda juntamente con los caballos y los carros, sin dejar ningún vestigio de ellos (cf. Ex 14,26-28).

161.3. Después, una columna de fuego que iba delante de ellos les indicaba el camino (cf. Ex 13,21), y [Moisés] condujo de noche a los hebreos por un [lugar] intransitable; los adiestró y educó, entre cansancios y caminatas, en el valor y la constancia, para que, después de la experiencia de lo que les había parecido espantoso, también apreciaran los bienes de la tierra hacia la que les conducía, sacándoles de aquella región difícil.

Los griegos aprendieron de Moisés la estrategia

162.1. Además, él hizo huir y exterminó a los enemigos que habitaban aquel país, persiguiéndoles por un camino áspero y desértico -ésta era la capacidad del estratega-. En efecto, una prueba de su experiencia y estrategia era apoderarse de la tierra de los enemigos (cf. Ex 13,15-20).

162.2. Observando esto Milcíades, el estratego de los atenienses, el que venció a los persas en Maratón, imitó este procedimiento: condujo a los atenienses durante la noche avanzando por caminos infranqueables y burlando a los bárbaros que los espiaban. En efecto, Hipias, el ateniense desertor (apostas), llevó a los extranjeros hacia el Ática y ocupando de antemano los lugares estratégicos, conocedor como era de aquellos lugares, puso allí su emplazamiento.

162.3. Así, era difícil permanecer oculto de Hipias; por lo cual, como es lógico, Milcíades tuvo que caminar por lugares privados de senderos y atacó por la noche a los persas, conducidos por Datis, y consiguió la victoria con aquellos a quienes él conducía.

Las columnas de luz

163.1. Por otra parte, también Trasíbulo, cuando repatriaba a los exiliados de File y queriendo pasar inadvertido, una estela le guiaba en su camino a través de una ruta sin tránsito.

163.2. A Trasíbulo, de noche, sin luna y poniéndose el tiempo tempestuoso, se le hizo visible una llama conductora, que los guió sin percance hasta Munichia y allí los dejó, donde ahora se ve el altar de Fósforo.

163.3. En consecuencia, los griegos conocieron nuestras creencias, porque es posible al Dios todopoderoso hacer que una columna de fuego conduzca por la noche a los hebreos, aquella que les guiaba en el camino.

163.4. Y también se dice en un oráculo: “Dionisio, el de la abundante alegría, es una columna para los tebanos” (Fragmento de oráculo desconocido); y eso está sacado de la historia hebrea.

163.5. También Eurípides, en su “Antíope”, dice: “En el interior de las casas de los boyeros hay una columna del dios Baco, coronada de yedra” (Eurípides, Fragmentos, 37).

163.6. La columna significa la imposibilidad de representar a Dios; la columna iluminada representa, además de esa imposibilidad, la inmutabilidad y presencia de Dios, su luz inmutable y sin figura.

El fuego de la zarza

164.1. Tanto es así que antes de haber conocido con exactitud el carácter de las estatuas, los antiguos levantaban columnas y las veneraban como imágenes de Dios.

164.2. El autor de la “Foronida” escribe: “Catitea, sacerdotisa de la reina del Olimpo, Hera de Argos, es la primera que adornó con coronas y con flecos la gran columna de la soberana” (Fragmento anónimo, 4; ed. Kinkel).

164.3. También el autor de “Europia” refiere que la estatua de Apolo, en Delfos, era una columna, porque [dice] así: “Durante cierto tiempo suspendimos el diezmo y las primicias de los pilares sacratísimos y de la alta columna” (Eumelo, Fragmentos, 11). Apolo, llamado misteriosamente como privación de multiplicidad, es el dios único.

164.4. Ahora bien, el fuego aquel en forma de columna y el fuego (cf. Ex 13,21) a través de la zarza (cf. Ex 3,2) son símbolo de la luz santa que, desde la tierra, cruza el espacio y llega también hasta el cielo a través del madero [de la cruz], por el que nos es dado el mirar espiritualmente.