OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (11)
Ascensión
Hacia 1025-1050
De un manuscrito Ottoniano
Mainz o Fulda (Alemania)
Hacia 1025-1050
De un manuscrito Ottoniano
Mainz o Fulda (Alemania)
SAN JUSTINO, APOLOGÍA PRIMERA (continuación)
El combate final
20. 1. Por lo demás, la Sibila e Histaspes anunciaron que todo lo corruptible había de ser consumido por el fuego; 2. y los filósofos llamados estoicos tienen por dogma que Dios mismo ha de resolverse en fuego y afirman que nuevamente, por transformación, volverá a nacer el mundo. Pero nosotros tenemos a Dios, creador de todas las cosas, por algo superior a todos los seres que experimentan transformaciones. 3. Si sobre ciertos puntos estamos de acuerdo con los poetas y filósofos que ustedes estiman, y sobre otros nuestra doctrina es más elevada y digna de Dios, sin embargo, somos los únicos que ofrecemos una demostración, ¿por qué entonces más que a todos los otros se nos odia injustamente? 4. Cuando nosotros decimos que todo fue ordenado y hecho por Dios, no parecerá sino que enunciamos un dogma de Platón; al afirmar la conflagración universal, otro de los estoicos; al decir que son castigadas las almas de los inicuos que aun después de la muerte conservarán su conciencia, y que las de los buenos, libres de todo castigo, serán felices, parecerá que hablamos como sus poetas y filósofos. 5. En fin, que no haya de adorarse a las obras de las manos de los hombres (cf. Lv 26,1; Is 2,18; Sal 115,4-6; 135,15, etc.), no es sino repetir lo que dijeron Menandro, el poeta cómico, y otros con él, que afirmaron ser mayor el artífice que lo que él fabrica.
Jesucristo es el Verbo divino
21. 1. Cuando nosotros decimos también que el Verbo, que es el primogénito de Dios (cf. Col 1,15), fue engendrado sin comercio carnal, es decir, Jesucristo, nuestro maestro, y que éste después de ser crucificado y matado, resucitó y subió al cielo (cf. Sal 3,6), nada nuevo presentamos, si se atiende a los que ustedes llaman hijos de Zeus. 2. Porque ustedes saben bien la cantidad de hijos que los escritores por ustedes estimados atribuyen a Zeus: Hermes, el verbo que interpreta y enseña todas las cosas; Asclepio, que fue médico y después de haber sido fulminado, subió al cielo; Dionisio, después que fue despedazado; Heracles, después de arrojarse a sí mismo al fuego para huir de sus dolores; los Dioscuros, hijos de Leda; Perseo de Dánae, y Belerofonte, nacido de hombres, sobre el caballo Pegaso. 3. ¿Para qué hablar de Ariadna y de los que, de modo semejante a ella, se dice haber sido colocados en las estrellas? Y paso igualmente por alto sus emperadores difuntos, a quienes tienen siempre por dignos de la inmortalidad y nos presentan a algún infeliz que jura haber visto remontarse al cielo desde la pira al César hecho cenizas. 4. Tampoco hay necesidad de repetir aquí las acciones que se cuentan de cada uno de los supuestos hijos de Zeus, pues ustedes las saben perfectamente. Basta indicar que eso se ha escrito para utilidad e incitación de los jóvenes que se educan, porque todos tienen por cosa bella ser imitadores de los dioses. 5. Sin embargo, un hombre sensato rechazaría semejante concepción de la divinidad que admite que Zeus mismo, jefe y padre de todos los dioses, haya sido parricida y nacido de parricida y, vencido por placeres bajos y vergonzosos (cf. Lv 18,22; 20,13), haya ido a Ganimédes y a muchedumbre de mujeres con las que cometió adulterio, y aceptar que sus hijos practicaron acciones semejantes. 6. La verdad es, como anteriormente dijimos, que fueron los demonios malvados quienes tales cosas hicieron. Ahora alcanzar la inmortalidad, a nosotros se nos ha enseñado que sólo la alcanzan los que viven santa y virtuosamente cerca de Dios, así como creemos que han de ser castigados con fuego eterno quienes vivieren injustamente y rehúsen convertirse.
Jesús es el Hijo de Dios
22. 1. En cuanto al Hijo de Dios, que se llama Jesús, aún cuando fuera hombre al modo común, merecería, por su sabiduría, llamarse Hijo de Dios, pues todos los escritores llaman a Dios padre de hombres y de dioses (cf. Homero, Ilíada 1, 544; 4, 68). 2. Y si afirmamos que Él, el Verbo de Dios, fue engendrado de modo peculiar, diferente de la común generación, como ya dijimos (cf. I,21,1), admitan entonces que este punto es coincidente con lo que ustedes dicen de Hermes, a quien llaman el Verbo mensajero de parte de Dios. 3. Si se nos echa en cara que fue crucificado, también esto es común con los antes enumerados hijos de Zeus que ustedes admiten haber sufrido. 4. En efecto, se cuenta de ellos que no sufrieron un mismo género de muerte, sino diferentes; de suerte que ni por el hecho de haber sufrido (Cristo) una pasión particular es inferior a ellos; al contrario, como lo habíamos prometido (cf. I,13,3) demostraremos que es muy superior, o, por mejor decir, ya está demostrado (cf. I,15-17), pues el que es superior se muestra por sus obras. 5. Nosotros, predicamos que nació de una virgen, y ustedes deben admitir que este un punto común con Perseo. 6. En fin, que sanara a lisiados, paralíticos, enfermos de nacimiento y resucitara muertos (cf. Mt 11,5), también en esto parecerá que decimos cosas semejantes a lo que se cuenta haber hecho Asclepio.
Excelencia de la doctrina cristiana
23. 1. Todo lo que nosotros afirmamos, por haberlo aprendido de Cristo y de los profetas que le precedieron, es la sola doctrina verdadera y más antigua que todos los escritores que han existido, y no pedimos se acepte nuestra doctrina por coincidir con ellos, sino porque decimos la verdad, a saber: 2. que sólo Jesucristo fue engendrado como Hijo de Dios en el sentido propio del término, siendo su Verbo (cf. Jn 1,1), su primogénito (cf. Col 1,15; Rm 8,29; Hb 1,6; 11,28; 12,23; Pr 8,22) y su potencia (cf. 1 Co 1,24); que, hecho hombre por designio suyo, nos enseñó esas verdades para la transformación y renovación del género humano; 3. antes de hacerse hombre entre los hombres, hubo algunos, digo los malvados demonios antes mentados, que se adelantaron a decir por medio de los poetas haber sucedido los mitos que se inventaron, a la manera que fueron ellos también los que hicieron las obras ignominiosas e impías de las que se nos acusa, sin que para ello haya testigo ni demostración alguna. Para que todo esto les quede claro, haremos la refutación que sigue.
El politeísmo
24. 1. La primera prueba es que, diciendo nosotros cosas semejantes a los griegos, somos los únicos a quienes se odia por el nombre de Cristo y, sin cometer crimen alguno, como a malvados se nos quita la vida. Mientras que unos acá y otros acullá, dan culto a árboles, a ríos, a ratones, a gatos, a cocodrilos y a muchedumbre de animales irracionales; aún más, no todos lo dan a los mismos, sino unos son honrados en una parte, otros en otra, con lo que todos (sus adoradores) son impíos los unos a los ojos de los otros, porque no adoran los mismos objetos. 2. Lo único que ustedes nos pueden recriminar, es que no veneramos los mismos dioses que ustedes y que, en las acciones públicas, no ofrecemos ni libaciones, ni grasas de víctimas, ni coronas, ni sacrificios. 3. Ahora bien, que los mismos animales son por unos considerados dioses, por otros fieras, por otros víctimas para sacrificios, ustedes lo saben perfectamente.
La mitología
25. 1. En segundo lugar, porque hombres de toda raza, que antes dábamos culto a Dionisio, hijo de Sémele, y a Apolo, hijo de Leto, de los cuales sería una vergüenza el sólo narrar las acciones que cometieron por amor a los jóvenes; los que adorábamos a Perséfone y Afrodita, que fueron aguijoneadas de amor por Adonis y cuyos misterios aún celebran ustedes, o a Asclepio u otro de los demás llamados dioses; ahora, no obstante amenazársenos con la muerte, a todos ésos los hemos despreciado por amor de Jesucristo, 2. y nos hemos consagrado al Dios ingénito e impasible; el Dios que creemos no ha de ir, aguijoneado por el deseo, a seducir una Antíope ni a otras por el estilo ni a Ganimédes, ni tendrá que ser desatado con ayuda de Tetis de aquel famoso gigante de cien brazos, ni que preocuparse, para pagar este favor, de matar a una muchedumbre de griegos, por la mano de Aquiles, el hijo de Tetis, a causa de su concubina Briseida. 3. Lo que sí hacemos es compadecer a quienes tales cosas hacen, y bien sabemos que los responsables de ellos son los demonios.
Las herejías
26. 1. En tercer lugar, después de la ascensión de Cristo al cielo, los demonios han impulsado a ciertos hombres a decir que ellos eran dioses, y ésos no sólo no han sido perseguidos por ustedes, sino que han llegado hasta juzgarlos dignos de recibir honores. 2. Así, a un tal Simón, samaritano (cf. Hch 8,9-11), originario de una aldea por nombre Gitón, habiendo hecho en tiempo de Claudio César prodigios mágicos, por arte de los demonios que en él obraban, en su imperial ciudad de Roma, fue tenido por dios y como dios fue por ustedes honrado con una estatua, que se levantó en la isla del Tíber, entre los dos puentes, y lleva esta inscripción latina: “A Simón Dios Santo”. 3. Casi todos los samaritanos, y algunos pocos individuos en las otras naciones, le adoran considerándole como a su primer dios; y a una cierta Helena, que le acompañó por aquel tiempo en sus peregrinaciones, que antes había estado en el prostíbulo, y sería su primera emanación. 4. Sabemos también que un cierto Menandro, igualmente samaritano, natural de la aldea de Caparatea, discípulo que fue de Simón, poseído también por los demonios, hizo su aparición en Antioquía y allí engañó a muchos por sus artes mágicas, llegando a persuadir a sus discípulos que no habían de morir jamás. Y no faltan aún ahora algunos de ellos que se lo siguen creyendo. 5. En fin, un tal Marción, natural del Ponto, está ahora mismo enseñando a los que le siguen a creer en un Dios superior al Creador, y con la ayuda de los demonios ha conducido a muchos, en todas las naciones, a proferir blasfemias y negar al Dios Creador del universo, confesando, en cambio, otro Dios al que, por suponérsele superior, se le atribuyen obras mayores. 6. Todos los que de éstos proceden, como dijimos (I,4,7; 7,3), son llamados cristianos, a la manera que quienes no participan de las mismas doctrinas entre los filósofos, reciben de la filosofía el nombre común con que se les conoce. 7. Ahora, si también practican todas esas ignominiosas obras que contra nosotros se propalan, a saber: echar por tierra el candelero, unirnos promiscuamente y alimentarnos de carnes humanas, no lo sabemos; de lo que sí estamos ciertos es de que no son por ustedes perseguidos ni condenados a muerte, por lo menos a causa de sus doctrinas. 8. Por lo demás, nosotros mismos hemos compuesto una “Tratado contra todas las herejías” (obra perdida), si quieren leerlo, lo pondremos en sus manos.
El combate final
20. 1. Por lo demás, la Sibila e Histaspes anunciaron que todo lo corruptible había de ser consumido por el fuego; 2. y los filósofos llamados estoicos tienen por dogma que Dios mismo ha de resolverse en fuego y afirman que nuevamente, por transformación, volverá a nacer el mundo. Pero nosotros tenemos a Dios, creador de todas las cosas, por algo superior a todos los seres que experimentan transformaciones. 3. Si sobre ciertos puntos estamos de acuerdo con los poetas y filósofos que ustedes estiman, y sobre otros nuestra doctrina es más elevada y digna de Dios, sin embargo, somos los únicos que ofrecemos una demostración, ¿por qué entonces más que a todos los otros se nos odia injustamente? 4. Cuando nosotros decimos que todo fue ordenado y hecho por Dios, no parecerá sino que enunciamos un dogma de Platón; al afirmar la conflagración universal, otro de los estoicos; al decir que son castigadas las almas de los inicuos que aun después de la muerte conservarán su conciencia, y que las de los buenos, libres de todo castigo, serán felices, parecerá que hablamos como sus poetas y filósofos. 5. En fin, que no haya de adorarse a las obras de las manos de los hombres (cf. Lv 26,1; Is 2,18; Sal 115,4-6; 135,15, etc.), no es sino repetir lo que dijeron Menandro, el poeta cómico, y otros con él, que afirmaron ser mayor el artífice que lo que él fabrica.
Jesucristo es el Verbo divino
21. 1. Cuando nosotros decimos también que el Verbo, que es el primogénito de Dios (cf. Col 1,15), fue engendrado sin comercio carnal, es decir, Jesucristo, nuestro maestro, y que éste después de ser crucificado y matado, resucitó y subió al cielo (cf. Sal 3,6), nada nuevo presentamos, si se atiende a los que ustedes llaman hijos de Zeus. 2. Porque ustedes saben bien la cantidad de hijos que los escritores por ustedes estimados atribuyen a Zeus: Hermes, el verbo que interpreta y enseña todas las cosas; Asclepio, que fue médico y después de haber sido fulminado, subió al cielo; Dionisio, después que fue despedazado; Heracles, después de arrojarse a sí mismo al fuego para huir de sus dolores; los Dioscuros, hijos de Leda; Perseo de Dánae, y Belerofonte, nacido de hombres, sobre el caballo Pegaso. 3. ¿Para qué hablar de Ariadna y de los que, de modo semejante a ella, se dice haber sido colocados en las estrellas? Y paso igualmente por alto sus emperadores difuntos, a quienes tienen siempre por dignos de la inmortalidad y nos presentan a algún infeliz que jura haber visto remontarse al cielo desde la pira al César hecho cenizas. 4. Tampoco hay necesidad de repetir aquí las acciones que se cuentan de cada uno de los supuestos hijos de Zeus, pues ustedes las saben perfectamente. Basta indicar que eso se ha escrito para utilidad e incitación de los jóvenes que se educan, porque todos tienen por cosa bella ser imitadores de los dioses. 5. Sin embargo, un hombre sensato rechazaría semejante concepción de la divinidad que admite que Zeus mismo, jefe y padre de todos los dioses, haya sido parricida y nacido de parricida y, vencido por placeres bajos y vergonzosos (cf. Lv 18,22; 20,13), haya ido a Ganimédes y a muchedumbre de mujeres con las que cometió adulterio, y aceptar que sus hijos practicaron acciones semejantes. 6. La verdad es, como anteriormente dijimos, que fueron los demonios malvados quienes tales cosas hicieron. Ahora alcanzar la inmortalidad, a nosotros se nos ha enseñado que sólo la alcanzan los que viven santa y virtuosamente cerca de Dios, así como creemos que han de ser castigados con fuego eterno quienes vivieren injustamente y rehúsen convertirse.
Jesús es el Hijo de Dios
22. 1. En cuanto al Hijo de Dios, que se llama Jesús, aún cuando fuera hombre al modo común, merecería, por su sabiduría, llamarse Hijo de Dios, pues todos los escritores llaman a Dios padre de hombres y de dioses (cf. Homero, Ilíada 1, 544; 4, 68). 2. Y si afirmamos que Él, el Verbo de Dios, fue engendrado de modo peculiar, diferente de la común generación, como ya dijimos (cf. I,21,1), admitan entonces que este punto es coincidente con lo que ustedes dicen de Hermes, a quien llaman el Verbo mensajero de parte de Dios. 3. Si se nos echa en cara que fue crucificado, también esto es común con los antes enumerados hijos de Zeus que ustedes admiten haber sufrido. 4. En efecto, se cuenta de ellos que no sufrieron un mismo género de muerte, sino diferentes; de suerte que ni por el hecho de haber sufrido (Cristo) una pasión particular es inferior a ellos; al contrario, como lo habíamos prometido (cf. I,13,3) demostraremos que es muy superior, o, por mejor decir, ya está demostrado (cf. I,15-17), pues el que es superior se muestra por sus obras. 5. Nosotros, predicamos que nació de una virgen, y ustedes deben admitir que este un punto común con Perseo. 6. En fin, que sanara a lisiados, paralíticos, enfermos de nacimiento y resucitara muertos (cf. Mt 11,5), también en esto parecerá que decimos cosas semejantes a lo que se cuenta haber hecho Asclepio.
Excelencia de la doctrina cristiana
23. 1. Todo lo que nosotros afirmamos, por haberlo aprendido de Cristo y de los profetas que le precedieron, es la sola doctrina verdadera y más antigua que todos los escritores que han existido, y no pedimos se acepte nuestra doctrina por coincidir con ellos, sino porque decimos la verdad, a saber: 2. que sólo Jesucristo fue engendrado como Hijo de Dios en el sentido propio del término, siendo su Verbo (cf. Jn 1,1), su primogénito (cf. Col 1,15; Rm 8,29; Hb 1,6; 11,28; 12,23; Pr 8,22) y su potencia (cf. 1 Co 1,24); que, hecho hombre por designio suyo, nos enseñó esas verdades para la transformación y renovación del género humano; 3. antes de hacerse hombre entre los hombres, hubo algunos, digo los malvados demonios antes mentados, que se adelantaron a decir por medio de los poetas haber sucedido los mitos que se inventaron, a la manera que fueron ellos también los que hicieron las obras ignominiosas e impías de las que se nos acusa, sin que para ello haya testigo ni demostración alguna. Para que todo esto les quede claro, haremos la refutación que sigue.
El politeísmo
24. 1. La primera prueba es que, diciendo nosotros cosas semejantes a los griegos, somos los únicos a quienes se odia por el nombre de Cristo y, sin cometer crimen alguno, como a malvados se nos quita la vida. Mientras que unos acá y otros acullá, dan culto a árboles, a ríos, a ratones, a gatos, a cocodrilos y a muchedumbre de animales irracionales; aún más, no todos lo dan a los mismos, sino unos son honrados en una parte, otros en otra, con lo que todos (sus adoradores) son impíos los unos a los ojos de los otros, porque no adoran los mismos objetos. 2. Lo único que ustedes nos pueden recriminar, es que no veneramos los mismos dioses que ustedes y que, en las acciones públicas, no ofrecemos ni libaciones, ni grasas de víctimas, ni coronas, ni sacrificios. 3. Ahora bien, que los mismos animales son por unos considerados dioses, por otros fieras, por otros víctimas para sacrificios, ustedes lo saben perfectamente.
La mitología
25. 1. En segundo lugar, porque hombres de toda raza, que antes dábamos culto a Dionisio, hijo de Sémele, y a Apolo, hijo de Leto, de los cuales sería una vergüenza el sólo narrar las acciones que cometieron por amor a los jóvenes; los que adorábamos a Perséfone y Afrodita, que fueron aguijoneadas de amor por Adonis y cuyos misterios aún celebran ustedes, o a Asclepio u otro de los demás llamados dioses; ahora, no obstante amenazársenos con la muerte, a todos ésos los hemos despreciado por amor de Jesucristo, 2. y nos hemos consagrado al Dios ingénito e impasible; el Dios que creemos no ha de ir, aguijoneado por el deseo, a seducir una Antíope ni a otras por el estilo ni a Ganimédes, ni tendrá que ser desatado con ayuda de Tetis de aquel famoso gigante de cien brazos, ni que preocuparse, para pagar este favor, de matar a una muchedumbre de griegos, por la mano de Aquiles, el hijo de Tetis, a causa de su concubina Briseida. 3. Lo que sí hacemos es compadecer a quienes tales cosas hacen, y bien sabemos que los responsables de ellos son los demonios.
Las herejías
26. 1. En tercer lugar, después de la ascensión de Cristo al cielo, los demonios han impulsado a ciertos hombres a decir que ellos eran dioses, y ésos no sólo no han sido perseguidos por ustedes, sino que han llegado hasta juzgarlos dignos de recibir honores. 2. Así, a un tal Simón, samaritano (cf. Hch 8,9-11), originario de una aldea por nombre Gitón, habiendo hecho en tiempo de Claudio César prodigios mágicos, por arte de los demonios que en él obraban, en su imperial ciudad de Roma, fue tenido por dios y como dios fue por ustedes honrado con una estatua, que se levantó en la isla del Tíber, entre los dos puentes, y lleva esta inscripción latina: “A Simón Dios Santo”. 3. Casi todos los samaritanos, y algunos pocos individuos en las otras naciones, le adoran considerándole como a su primer dios; y a una cierta Helena, que le acompañó por aquel tiempo en sus peregrinaciones, que antes había estado en el prostíbulo, y sería su primera emanación. 4. Sabemos también que un cierto Menandro, igualmente samaritano, natural de la aldea de Caparatea, discípulo que fue de Simón, poseído también por los demonios, hizo su aparición en Antioquía y allí engañó a muchos por sus artes mágicas, llegando a persuadir a sus discípulos que no habían de morir jamás. Y no faltan aún ahora algunos de ellos que se lo siguen creyendo. 5. En fin, un tal Marción, natural del Ponto, está ahora mismo enseñando a los que le siguen a creer en un Dios superior al Creador, y con la ayuda de los demonios ha conducido a muchos, en todas las naciones, a proferir blasfemias y negar al Dios Creador del universo, confesando, en cambio, otro Dios al que, por suponérsele superior, se le atribuyen obras mayores. 6. Todos los que de éstos proceden, como dijimos (I,4,7; 7,3), son llamados cristianos, a la manera que quienes no participan de las mismas doctrinas entre los filósofos, reciben de la filosofía el nombre común con que se les conoce. 7. Ahora, si también practican todas esas ignominiosas obras que contra nosotros se propalan, a saber: echar por tierra el candelero, unirnos promiscuamente y alimentarnos de carnes humanas, no lo sabemos; de lo que sí estamos ciertos es de que no son por ustedes perseguidos ni condenados a muerte, por lo menos a causa de sus doctrinas. 8. Por lo demás, nosotros mismos hemos compuesto una “Tratado contra todas las herejías” (obra perdida), si quieren leerlo, lo pondremos en sus manos.
Costumbres abominables del paganismo
27. 1. Nosotros, en cambio, a fin no cometer ninguna injusticia ni impiedad, profesamos la doctrina de que exponer a los recién nacidos es obra de malvados. En primer lugar, porque vemos que casi todos van a parar a la prostitución, no sólo las niñas, sino también los varones; y al modo como de los antiguos se cuenta que mantenían rebaños de bueyes, cabras, ovejas o de caballos de pasto, así se reúnen ahora rebaños de niños con el único fin de usar torpemente de ellos, y una muchedumbre, lo mismo de afeminados que de andróginos y pervertidos, está preparada por cada provincia para semejante abominación. 2. Por ello perciben ustedes tasas, contribuciones y tributos, siendo así que el deber de ustedes sería extirparlos de raíz de su imperio. 3. Ahora bien, cuando de tales seres se abusa, aparte de tratarse de una unión propia de gentes sin Dios, impía y abyecta, posiblemente no faltará quien se una con un hijo, con un pariente o con un hermano.
4. Hay también quienes prostituyen a sus propios hijos y mujeres; otros se mutilan públicamente para la torpeza y refieren el origen de esos misterios a la madre de los dioses; en fin, en todos los que ustedes tienen por dioses, una serpiente es representada como un símbolo eminente y un misterio. 5. Lo mismo que ustedes practican y honran públicamente, nos lo achacan a nosotros, como si lo cumpliéramos después de haber derribado y extinguido la luz divina; pero, libres como estamos de practicar nada de eso, ningún daño nos hacen sus calumnias; sí a quienes esas torpezas cometen y encima nos levantan falsos testimonios.
El culto a la serpiente
28. 1. Entre nosotros, el príncipe de los malos demonios se llama serpiente, Satanás, diablo (cf. Ap 20,2), como pueden aprenderlo consultando nuestras escrituras; y que él con todo su ejército juntamente con los hombres que le siguen haya de ser enviado al fuego para ser castigado eternamente (cf. Mt 25,41), cosa es que de antemano fue anunciada por Cristo. 2. La paciencia que Dios muestra en no hacerlo de pronto, tiene su causa en su amor al género humano, pues Él sabe con antelación que algunos han de salvarse por la penitencia, de los que algunos tal vez no han nacido todavía. 3. Al principio, creó Él al género humano racional y capaz de escoger la verdad y obrar el bien, de suerte que no hay hombre que tenga excusa delante de Dios, como quiera que todos han sido creados racionales y capaces de contemplar la verdad (cf. Rm 1,18-21). 4. Pero si alguno no cree que Dios se cuide de las cosas humanas, una de dos, o tendrá que confesar indirectamente que no existe o que, existiendo, se complace en la maldad o permanece insensible como una piedra. Virtud y vicio no tendrían entonces ninguna consistencia, y por su sola opinión distinguirían los hombres unas cosas por buenas y otras por malas, lo que es el colmo de la impiedad e injusticia.
Las perversiones sexuales
29. 1. En segundo lugar (cf. I,27,1), [evitamos la exposición de los niños], por temor de que, al no ser recogidos algunos de los expósitos, vengan a morir y seamos culpables de homicidio. Nosotros o nos casamos desde el principio por el solo fin de la generación de los hijos, o si renunciamos al matrimonio, es para observar una castidad perfecta. 2. Ya se ha dado el caso que uno de los nuestros, para demostrarles que la unión promiscua no es misterio que nosotros celebramos, presentó un memorial al prefecto Félix en Alejandría, suplicándole autorizara a su médico para cortarle los testículos, pues decían los médicos de allí que semejante operación no podía hacerse sin permiso del gobernador. 3. Félix se negó en absoluto a firmar el memorial, y el joven permaneció célibe, contentándose con el testimonio de su conciencia y con el apoyo de sus hermanos en la fe. 4. Y aquí hemos creído no estaría fuera de lugar recordar a Antínoo, que vivió recientemente, a quien todos, por miedo, se apresuraron a honrar como a un dios, no obstante saber muy bien quién era y de adónde venía.
Demostración de la divinidad de Cristo
El argumento profético
30. 1. Se nos podría objetar: ¿Qué inconveniente hay en que ese que nosotros llamamos Cristo sea un hombre que viene de otros hombres y que por arte mágica (cf. Mt 9,34; 12,24; Mc 3,22; Lc 11,15) hizo los prodigios que decimos y por ello pareció ser hijo de Dios? Vamos, pues, ya a presentar la demostración, no dando fe a quienes nos cuentan los hechos, sino creyendo por necesidad a los que los profetizaron antes de suceder, como quiera que los vemos cumplidos o que se están cumpliendo ante nuestra vista tal como fueron profetizados, demostración que creemos ha de parecerles la más fuerte y la más verdadera.
Las fuentes bíblicas: la versión de los Setenta
31. 1. Hubo entre los judíos hombres que fueron profetas de Dios (cf. Hch 1,16; 28,25 [que cita Is 6,9s.]; 1 P 1,11), por medio de los cuales el Espíritu profético anunció anticipadamente los acontecimientos por venir; y los reyes que según los tiempos se sucedieron entre los judíos, haciendo propiedad suya tales profecías, las guardaron cuidadosamente, tal como fueron dichas al momento de su proclamación y tal como los mismos profetas las consignaron en sus libros escritos en su propia lengua hebrea. 2. Pero cuando Ptolomeo, rey de Egipto, trató de formar una biblioteca y reunir en ella las obras de todos los escritores, habiendo tenido noticia de estas profecías, solicitó al que entonces era rey de los judíos, Herodes, le remitiera los libros de los profetas. 3. El rey Herodes le envió esos escritos, como hemos dicho, en hebreo, su lengua original; 4. pero como su contenido no podía ser entendido por los egipcios, le dirigió una nueva petición, rogándole le enviara hombres que los vertieran a la lengua griega. 5. Esto hecho, se quedaron los libros entre los egipcios hasta el presente, y los judíos los usan por todo el mundo, pero sin embargo, no entienden al leerlos lo que está escrito, sino que nos tienen por enemigos y adversarios, matándonos lo mismo que ustedes y atormentándonos apenas tienen poder para hacerlo, como pueden fácilmente persuadirse. 6. Efectivamente, en la reciente guerra de Judea, Bar Kokebas, el cabecilla de la rebelión judía, sólo a los cristianos mandaba someter a terribles tormentos, si se negaban a renegar y blasfemar contra Jesucristo.
7. Ahora bien, en los libros de los profetas hallamos de antemano anunciado que Jesús, nuestro Cristo, había de venir, debía nacer de una virgen (cf. Is 7,14); que había de llegar a edad viril y curar toda enfermedad y toda debilidad (cf. Mt 4,23), y resucitar muertos; que había de ser odiado, desconocido y crucificado; que moriría, resucitaría y subiría a los cielos; que es y se llama Hijo de Dios; que habían de ser enviados por Él algunos para proclamar estas cosas a todo el género humano, y serían los hombres de las naciones paganas (cf. Mt 28,19) quienes más le creerían. 8. Estas profecías se hicieron unas cinco mil años, otras tres mil, otras dos mil, otras mil u ochocientos años antes de que Él apareciera; pues es de saber que los profetas se fueron sucediendo unos a otros de generación en generación.
La profecía de Moisés
32. 1. Así, pues, Moisés, que fue el primero de los profetas, dijo literalmente así: “No faltará rey de la descendencia de Judá, ni jefe de sus muslos hasta que venga aquel a quien está reservado. Y Él será la expectación de las naciones, atando a la viña su pollino, lavando sus vestidos en la sangre de la uva” (Gn 49,10-11). 2. Ahora es deber de ustedes averiguar con todo rigor y enterarse hasta cuándo tuvieron los judíos jefe y rey salido de su nación: hasta la aparición de Jesucristo, Maestro nuestro e intérprete de las profecías desconocidas, tal como fue de antemano dicho por el Espíritu Santo profético por medio de Moisés, que no faltaría príncipe de los judíos hasta venir Aquel a quien está reservado el reino (cf. Gn 49,10). 3. Porque Judá fue el antepasado de los judíos y de él justamente han recibido ese nombre; y ustedes, después de la manifestación de Cristo, establecieron su reino sobre los judíos y se apoderaron de toda su tierra. 4. Lo de que: “Él será la expectación de las naciones” (Gn 49,10), quería decir que los hombres de todas las naciones esperarán su segunda venida, cosa que pueden ver con su propios ojos y comprobar en la realidad; pues de todas las razas de hombres esperan al que fue crucificado en Judea, tras cuya muerte, inmediatamente, la tierra de los judíos, tomada a punta de lanza, les fue entregada a ustedes. 5. La expresión: “Atando a la cepa su pollino, lavando su vestido en la sangre de la uva” (Gn 49,11), era un símbolo de lo que había de suceder a Cristo y de lo que por Él mismo había de ser hecho. 6. Porque fue así que a la entrada de cierta aldea estaba un pollino (cf. Mt 21,1) atado a una parra (cf. Mt 21,2), y Él mandó a sus discípulos que se lo trajeran y, traído que fue el pollino, montó sobre él y así entró en Jerusalén (cf. Mt 21,10), donde estaba el templo más grande de los judíos, el mismo que fue más adelante destruído por ustedes. Después de la entrada en Jerusalén fue crucificado, a fin de que se cumpliera el resto de la profecía. 7. Puesto que lo de que “había de lavar su vestido en la sangre de la uva” (Gn 49,11), era anuncio anticipado de su pasión, la que había de padecer para lavar por su sangre a los que creyeran en Él. 8. Porque lo que el Espíritu divino llama por el profeta “su vestido”, son los hombres que creen en Él, en los que mora la semilla que de Dios procede, que es el Verbo. 9. Y se habla también de “la sangre de la uva”, para dar a entender que el que había de aparecer tendría ciertamente sangre, pero no de semen humano, sino de poder divino. 10. Ahora bien, el primer poder después de Dios, Padre y Señor de todas las cosas, es el Verbo, que es también su Hijo. Cómo se haya Éste hecho carne y nacido hombre (cf. Jn 1,14), lo diremos más adelante. 11. Porque a la manera que la sangre de la uva no la hace el hombre, sino Dios, por semejante manera se daba a entender en esas palabras que la sangre de Cristo no procedería de semen humano, sino del poder de Dios, como ya hemos dicho (cf. I,32,9).
12. Isaías, otro profeta, viene a decir lo mismo con otras palabras, profetizando así: “Se levantará una estrella de Jacob (Nm 24,1) y una flor subirá de la raíz de Jesé (Is 11,1); y en su brazo, las naciones esperarán” (Is 51,5). 13. En efecto, una estrella brillante se levantó y una flor subió de la raíz de Jesé, que es Cristo. 14. Porque Él fue concebido, con el poder de Dios (cf. Lc 1,35), por una virgen de la descendencia de Jacob, que fue el padre de Judá, antepasado, como lo hemos demostrado, de los judíos; y Jesé, según el oráculo, fue un ancestro de Cristo, y Él, según la sucesión de las generaciones, hijo de Jacob y (nieto) de Judá.
La concepción virginal de Cristo
33. 1. Escuchen ahora cómo a su vez fue literalmente profetizado por Isaías que Cristo había de ser concebido por una virgen. Sus palabras son éstas: «Miren que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre “Dios con nosotros”» (Is 7,14; Mt 1,23). 2. Porque lo que los hombres pudieran tener por increíble e imposible de suceder, eso mismo indicó Dios anticipadamente por medio de su Espíritu profético que se realizaría, para que cuando sucediera no se le negara la fe (cf. Jn 14,29), sino que fuera creído por haber sido predicho. 3. Y vamos ahora a poner en claro las palabras de la profecía, no sea que, por no entenderla, se nos objete lo mismo que nosotros decimos contra los poetas cuando nos hablan de Zeus que, por satisfacer su pasión libidinosa, se unió con diversas mujeres. 4. Así, pues, lo de que “una virgen concebirá” (Is 7,14) significa que la concepción sería sin comercio carnal, pues de darse éste, ya no sería virgen; al contrario, fue el poder de Dios el que vino sobre la virgen y la cubrió con su sombra (cf. Lc 1,35) y, permaneciendo virgen, hizo que concibiera. 5. Fue así que el ángel que de parte de Dios le fue enviado por aquel tiempo a la misma virgen, le dio la buena noticia diciéndole: “Mira que concebirás del Espíritu Santo, y darás a luz un hijo y se llamará Hijo del Altísimo (Lc 1,31-32), y le pondrás por nombre Jesús, pues Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). Así nos lo han enseñado los que consignaron todos los recuerdos referentes a nuestro Salvador Jesucristo, y nosotros les hemos dado fe, puesto que el Espíritu profético, como ya hemos indicado, anunció por el citado Isaías su futuro nacimiento. 6. Ahora bien, ninguna otra cosa es lícito entender por el Espíritu y el poder que de Dios procede sino el Verbo, que es el primogénito de Dios, como Moisés, profeta antes mentado, lo reveló; y viniendo éste Espíritu sobre la virgen y cubriéndola con su sombra, no por comercio carnal, sino por el poder de Dios, hizo que ella concibiera. 7. “Jesús” es un nombre que significa, en hebreo, Hombre; y en griego, Salvador. 8. De ahí que el ángel le dijo a la virgen: “Le pondrás por nombre Jesús, pues Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). 9. Ahora, que los que profetizan no son inspirados por otro ninguno, sino por el Verbo divino, aún ustedes, como supongo, convendrán en ello.
La profecía de Miqueas: el lugar del nacimiento
34. 1. Escuchen ahora cómo Miqueas, otro de los profetas, predijo el lugar de la tierra en que había de nacer. He aquí sus palabras: “Y tú, Belén, tierra de Judá, en modo alguno eres la más pequeña entre las principales ciudades de Judá, pues de ti ha de salir el jefe que pastoreará a mi pueblo” (Mt 2,6; cf. Mi 5,1. 3). 2. Belén es una aldea de Judea, distante de Jerusalén treinta y cinco estadios; en ella nació Jesucristo, como pueden comprobarlo por las listas del censo, hechas en tiempos de Quirino, que fue el primer procurador de ustedes en Judea.
Profecías diversas sobre la misión de Cristo
35. 1. También fue predicho que Cristo, después de nacer, había de vivir oculto a los otros hombres hasta llegar a la edad viril. Escuchen lo que a este propósito fue anticipadamente dicho. 2. He aquí las palabras: “Un niño nos ha nacido, un pequeñuelo nos ha sido regalado, cuyo imperio reposa sobre sus hombros” (Is 9,5), este (texto) señala el poder de la cruz, sobre la cual él apoyó sus hombros cuando fue crucificado, como andando el discurso se mostrará más claramente. 3. El mismo profeta Isaías, inspirado por el Espíritu profético, dijo: “Yo extenderé mis manos hacia un pueblo que no cree y que contradice, a los que andan por camino no bueno” (Is 65,2). 4. “Y ahora me vienen a pedir juicio y tienen atrevimiento para acercarse a Dios” (cf. Is 58,2). 5. De nuevo, por otro profeta dice con otras palabras: “Ellos taladraron mis pies y mis manos; y echaron a suerte mis vestiduras” (Sal 21,17. 19).
6. David, rey y profeta, que esto dijo, nada de eso padeció, pero Jesucristo extendió sus manos al ser crucificado por los judíos que le contradecían y decían que no era el Cristo. En efecto, como lo había anunciado el profeta, para burlarse de Él, le sentaron sobre un estrado, y le dijeron: “Júzganos”. 7. Lo de “taladraron mis manos y mis pies” (Sal 21,17) significaba los clavos que traspasaron en la cruz sus pies y manos. 8. Y después de crucificarle, los que le crucificaron echaron a suerte sus vestiduras (Sal 21,19), y se las repartieron entre sí (cf. Jn 19,24). 9. Y que todo esto sucedió así, pueden comprobarlo por las Actas redactadas en tiempo de Poncio Pilato.
10. Vamos también a citar la profecía de otro profeta, Sofonías, cómo literalmente fue profetizado que había de montar sobre un pollino y entrar así a Jerusalén. 11. He aquí sus palabras: “Alégrate sobremanera, hija de Sión; proclámalo, hija de Jerusalén; mira que tu rey viene hacia ti manso, montado sobre la cría de un asno, hijo de animal de yugo” (Za 9,9; Mt 21,5).
27. 1. Nosotros, en cambio, a fin no cometer ninguna injusticia ni impiedad, profesamos la doctrina de que exponer a los recién nacidos es obra de malvados. En primer lugar, porque vemos que casi todos van a parar a la prostitución, no sólo las niñas, sino también los varones; y al modo como de los antiguos se cuenta que mantenían rebaños de bueyes, cabras, ovejas o de caballos de pasto, así se reúnen ahora rebaños de niños con el único fin de usar torpemente de ellos, y una muchedumbre, lo mismo de afeminados que de andróginos y pervertidos, está preparada por cada provincia para semejante abominación. 2. Por ello perciben ustedes tasas, contribuciones y tributos, siendo así que el deber de ustedes sería extirparlos de raíz de su imperio. 3. Ahora bien, cuando de tales seres se abusa, aparte de tratarse de una unión propia de gentes sin Dios, impía y abyecta, posiblemente no faltará quien se una con un hijo, con un pariente o con un hermano.
4. Hay también quienes prostituyen a sus propios hijos y mujeres; otros se mutilan públicamente para la torpeza y refieren el origen de esos misterios a la madre de los dioses; en fin, en todos los que ustedes tienen por dioses, una serpiente es representada como un símbolo eminente y un misterio. 5. Lo mismo que ustedes practican y honran públicamente, nos lo achacan a nosotros, como si lo cumpliéramos después de haber derribado y extinguido la luz divina; pero, libres como estamos de practicar nada de eso, ningún daño nos hacen sus calumnias; sí a quienes esas torpezas cometen y encima nos levantan falsos testimonios.
El culto a la serpiente
28. 1. Entre nosotros, el príncipe de los malos demonios se llama serpiente, Satanás, diablo (cf. Ap 20,2), como pueden aprenderlo consultando nuestras escrituras; y que él con todo su ejército juntamente con los hombres que le siguen haya de ser enviado al fuego para ser castigado eternamente (cf. Mt 25,41), cosa es que de antemano fue anunciada por Cristo. 2. La paciencia que Dios muestra en no hacerlo de pronto, tiene su causa en su amor al género humano, pues Él sabe con antelación que algunos han de salvarse por la penitencia, de los que algunos tal vez no han nacido todavía. 3. Al principio, creó Él al género humano racional y capaz de escoger la verdad y obrar el bien, de suerte que no hay hombre que tenga excusa delante de Dios, como quiera que todos han sido creados racionales y capaces de contemplar la verdad (cf. Rm 1,18-21). 4. Pero si alguno no cree que Dios se cuide de las cosas humanas, una de dos, o tendrá que confesar indirectamente que no existe o que, existiendo, se complace en la maldad o permanece insensible como una piedra. Virtud y vicio no tendrían entonces ninguna consistencia, y por su sola opinión distinguirían los hombres unas cosas por buenas y otras por malas, lo que es el colmo de la impiedad e injusticia.
Las perversiones sexuales
29. 1. En segundo lugar (cf. I,27,1), [evitamos la exposición de los niños], por temor de que, al no ser recogidos algunos de los expósitos, vengan a morir y seamos culpables de homicidio. Nosotros o nos casamos desde el principio por el solo fin de la generación de los hijos, o si renunciamos al matrimonio, es para observar una castidad perfecta. 2. Ya se ha dado el caso que uno de los nuestros, para demostrarles que la unión promiscua no es misterio que nosotros celebramos, presentó un memorial al prefecto Félix en Alejandría, suplicándole autorizara a su médico para cortarle los testículos, pues decían los médicos de allí que semejante operación no podía hacerse sin permiso del gobernador. 3. Félix se negó en absoluto a firmar el memorial, y el joven permaneció célibe, contentándose con el testimonio de su conciencia y con el apoyo de sus hermanos en la fe. 4. Y aquí hemos creído no estaría fuera de lugar recordar a Antínoo, que vivió recientemente, a quien todos, por miedo, se apresuraron a honrar como a un dios, no obstante saber muy bien quién era y de adónde venía.
Demostración de la divinidad de Cristo
El argumento profético
30. 1. Se nos podría objetar: ¿Qué inconveniente hay en que ese que nosotros llamamos Cristo sea un hombre que viene de otros hombres y que por arte mágica (cf. Mt 9,34; 12,24; Mc 3,22; Lc 11,15) hizo los prodigios que decimos y por ello pareció ser hijo de Dios? Vamos, pues, ya a presentar la demostración, no dando fe a quienes nos cuentan los hechos, sino creyendo por necesidad a los que los profetizaron antes de suceder, como quiera que los vemos cumplidos o que se están cumpliendo ante nuestra vista tal como fueron profetizados, demostración que creemos ha de parecerles la más fuerte y la más verdadera.
Las fuentes bíblicas: la versión de los Setenta
31. 1. Hubo entre los judíos hombres que fueron profetas de Dios (cf. Hch 1,16; 28,25 [que cita Is 6,9s.]; 1 P 1,11), por medio de los cuales el Espíritu profético anunció anticipadamente los acontecimientos por venir; y los reyes que según los tiempos se sucedieron entre los judíos, haciendo propiedad suya tales profecías, las guardaron cuidadosamente, tal como fueron dichas al momento de su proclamación y tal como los mismos profetas las consignaron en sus libros escritos en su propia lengua hebrea. 2. Pero cuando Ptolomeo, rey de Egipto, trató de formar una biblioteca y reunir en ella las obras de todos los escritores, habiendo tenido noticia de estas profecías, solicitó al que entonces era rey de los judíos, Herodes, le remitiera los libros de los profetas. 3. El rey Herodes le envió esos escritos, como hemos dicho, en hebreo, su lengua original; 4. pero como su contenido no podía ser entendido por los egipcios, le dirigió una nueva petición, rogándole le enviara hombres que los vertieran a la lengua griega. 5. Esto hecho, se quedaron los libros entre los egipcios hasta el presente, y los judíos los usan por todo el mundo, pero sin embargo, no entienden al leerlos lo que está escrito, sino que nos tienen por enemigos y adversarios, matándonos lo mismo que ustedes y atormentándonos apenas tienen poder para hacerlo, como pueden fácilmente persuadirse. 6. Efectivamente, en la reciente guerra de Judea, Bar Kokebas, el cabecilla de la rebelión judía, sólo a los cristianos mandaba someter a terribles tormentos, si se negaban a renegar y blasfemar contra Jesucristo.
7. Ahora bien, en los libros de los profetas hallamos de antemano anunciado que Jesús, nuestro Cristo, había de venir, debía nacer de una virgen (cf. Is 7,14); que había de llegar a edad viril y curar toda enfermedad y toda debilidad (cf. Mt 4,23), y resucitar muertos; que había de ser odiado, desconocido y crucificado; que moriría, resucitaría y subiría a los cielos; que es y se llama Hijo de Dios; que habían de ser enviados por Él algunos para proclamar estas cosas a todo el género humano, y serían los hombres de las naciones paganas (cf. Mt 28,19) quienes más le creerían. 8. Estas profecías se hicieron unas cinco mil años, otras tres mil, otras dos mil, otras mil u ochocientos años antes de que Él apareciera; pues es de saber que los profetas se fueron sucediendo unos a otros de generación en generación.
La profecía de Moisés
32. 1. Así, pues, Moisés, que fue el primero de los profetas, dijo literalmente así: “No faltará rey de la descendencia de Judá, ni jefe de sus muslos hasta que venga aquel a quien está reservado. Y Él será la expectación de las naciones, atando a la viña su pollino, lavando sus vestidos en la sangre de la uva” (Gn 49,10-11). 2. Ahora es deber de ustedes averiguar con todo rigor y enterarse hasta cuándo tuvieron los judíos jefe y rey salido de su nación: hasta la aparición de Jesucristo, Maestro nuestro e intérprete de las profecías desconocidas, tal como fue de antemano dicho por el Espíritu Santo profético por medio de Moisés, que no faltaría príncipe de los judíos hasta venir Aquel a quien está reservado el reino (cf. Gn 49,10). 3. Porque Judá fue el antepasado de los judíos y de él justamente han recibido ese nombre; y ustedes, después de la manifestación de Cristo, establecieron su reino sobre los judíos y se apoderaron de toda su tierra. 4. Lo de que: “Él será la expectación de las naciones” (Gn 49,10), quería decir que los hombres de todas las naciones esperarán su segunda venida, cosa que pueden ver con su propios ojos y comprobar en la realidad; pues de todas las razas de hombres esperan al que fue crucificado en Judea, tras cuya muerte, inmediatamente, la tierra de los judíos, tomada a punta de lanza, les fue entregada a ustedes. 5. La expresión: “Atando a la cepa su pollino, lavando su vestido en la sangre de la uva” (Gn 49,11), era un símbolo de lo que había de suceder a Cristo y de lo que por Él mismo había de ser hecho. 6. Porque fue así que a la entrada de cierta aldea estaba un pollino (cf. Mt 21,1) atado a una parra (cf. Mt 21,2), y Él mandó a sus discípulos que se lo trajeran y, traído que fue el pollino, montó sobre él y así entró en Jerusalén (cf. Mt 21,10), donde estaba el templo más grande de los judíos, el mismo que fue más adelante destruído por ustedes. Después de la entrada en Jerusalén fue crucificado, a fin de que se cumpliera el resto de la profecía. 7. Puesto que lo de que “había de lavar su vestido en la sangre de la uva” (Gn 49,11), era anuncio anticipado de su pasión, la que había de padecer para lavar por su sangre a los que creyeran en Él. 8. Porque lo que el Espíritu divino llama por el profeta “su vestido”, son los hombres que creen en Él, en los que mora la semilla que de Dios procede, que es el Verbo. 9. Y se habla también de “la sangre de la uva”, para dar a entender que el que había de aparecer tendría ciertamente sangre, pero no de semen humano, sino de poder divino. 10. Ahora bien, el primer poder después de Dios, Padre y Señor de todas las cosas, es el Verbo, que es también su Hijo. Cómo se haya Éste hecho carne y nacido hombre (cf. Jn 1,14), lo diremos más adelante. 11. Porque a la manera que la sangre de la uva no la hace el hombre, sino Dios, por semejante manera se daba a entender en esas palabras que la sangre de Cristo no procedería de semen humano, sino del poder de Dios, como ya hemos dicho (cf. I,32,9).
12. Isaías, otro profeta, viene a decir lo mismo con otras palabras, profetizando así: “Se levantará una estrella de Jacob (Nm 24,1) y una flor subirá de la raíz de Jesé (Is 11,1); y en su brazo, las naciones esperarán” (Is 51,5). 13. En efecto, una estrella brillante se levantó y una flor subió de la raíz de Jesé, que es Cristo. 14. Porque Él fue concebido, con el poder de Dios (cf. Lc 1,35), por una virgen de la descendencia de Jacob, que fue el padre de Judá, antepasado, como lo hemos demostrado, de los judíos; y Jesé, según el oráculo, fue un ancestro de Cristo, y Él, según la sucesión de las generaciones, hijo de Jacob y (nieto) de Judá.
La concepción virginal de Cristo
33. 1. Escuchen ahora cómo a su vez fue literalmente profetizado por Isaías que Cristo había de ser concebido por una virgen. Sus palabras son éstas: «Miren que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre “Dios con nosotros”» (Is 7,14; Mt 1,23). 2. Porque lo que los hombres pudieran tener por increíble e imposible de suceder, eso mismo indicó Dios anticipadamente por medio de su Espíritu profético que se realizaría, para que cuando sucediera no se le negara la fe (cf. Jn 14,29), sino que fuera creído por haber sido predicho. 3. Y vamos ahora a poner en claro las palabras de la profecía, no sea que, por no entenderla, se nos objete lo mismo que nosotros decimos contra los poetas cuando nos hablan de Zeus que, por satisfacer su pasión libidinosa, se unió con diversas mujeres. 4. Así, pues, lo de que “una virgen concebirá” (Is 7,14) significa que la concepción sería sin comercio carnal, pues de darse éste, ya no sería virgen; al contrario, fue el poder de Dios el que vino sobre la virgen y la cubrió con su sombra (cf. Lc 1,35) y, permaneciendo virgen, hizo que concibiera. 5. Fue así que el ángel que de parte de Dios le fue enviado por aquel tiempo a la misma virgen, le dio la buena noticia diciéndole: “Mira que concebirás del Espíritu Santo, y darás a luz un hijo y se llamará Hijo del Altísimo (Lc 1,31-32), y le pondrás por nombre Jesús, pues Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). Así nos lo han enseñado los que consignaron todos los recuerdos referentes a nuestro Salvador Jesucristo, y nosotros les hemos dado fe, puesto que el Espíritu profético, como ya hemos indicado, anunció por el citado Isaías su futuro nacimiento. 6. Ahora bien, ninguna otra cosa es lícito entender por el Espíritu y el poder que de Dios procede sino el Verbo, que es el primogénito de Dios, como Moisés, profeta antes mentado, lo reveló; y viniendo éste Espíritu sobre la virgen y cubriéndola con su sombra, no por comercio carnal, sino por el poder de Dios, hizo que ella concibiera. 7. “Jesús” es un nombre que significa, en hebreo, Hombre; y en griego, Salvador. 8. De ahí que el ángel le dijo a la virgen: “Le pondrás por nombre Jesús, pues Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21). 9. Ahora, que los que profetizan no son inspirados por otro ninguno, sino por el Verbo divino, aún ustedes, como supongo, convendrán en ello.
La profecía de Miqueas: el lugar del nacimiento
34. 1. Escuchen ahora cómo Miqueas, otro de los profetas, predijo el lugar de la tierra en que había de nacer. He aquí sus palabras: “Y tú, Belén, tierra de Judá, en modo alguno eres la más pequeña entre las principales ciudades de Judá, pues de ti ha de salir el jefe que pastoreará a mi pueblo” (Mt 2,6; cf. Mi 5,1. 3). 2. Belén es una aldea de Judea, distante de Jerusalén treinta y cinco estadios; en ella nació Jesucristo, como pueden comprobarlo por las listas del censo, hechas en tiempos de Quirino, que fue el primer procurador de ustedes en Judea.
Profecías diversas sobre la misión de Cristo
35. 1. También fue predicho que Cristo, después de nacer, había de vivir oculto a los otros hombres hasta llegar a la edad viril. Escuchen lo que a este propósito fue anticipadamente dicho. 2. He aquí las palabras: “Un niño nos ha nacido, un pequeñuelo nos ha sido regalado, cuyo imperio reposa sobre sus hombros” (Is 9,5), este (texto) señala el poder de la cruz, sobre la cual él apoyó sus hombros cuando fue crucificado, como andando el discurso se mostrará más claramente. 3. El mismo profeta Isaías, inspirado por el Espíritu profético, dijo: “Yo extenderé mis manos hacia un pueblo que no cree y que contradice, a los que andan por camino no bueno” (Is 65,2). 4. “Y ahora me vienen a pedir juicio y tienen atrevimiento para acercarse a Dios” (cf. Is 58,2). 5. De nuevo, por otro profeta dice con otras palabras: “Ellos taladraron mis pies y mis manos; y echaron a suerte mis vestiduras” (Sal 21,17. 19).
6. David, rey y profeta, que esto dijo, nada de eso padeció, pero Jesucristo extendió sus manos al ser crucificado por los judíos que le contradecían y decían que no era el Cristo. En efecto, como lo había anunciado el profeta, para burlarse de Él, le sentaron sobre un estrado, y le dijeron: “Júzganos”. 7. Lo de “taladraron mis manos y mis pies” (Sal 21,17) significaba los clavos que traspasaron en la cruz sus pies y manos. 8. Y después de crucificarle, los que le crucificaron echaron a suerte sus vestiduras (Sal 21,19), y se las repartieron entre sí (cf. Jn 19,24). 9. Y que todo esto sucedió así, pueden comprobarlo por las Actas redactadas en tiempo de Poncio Pilato.
10. Vamos también a citar la profecía de otro profeta, Sofonías, cómo literalmente fue profetizado que había de montar sobre un pollino y entrar así a Jerusalén. 11. He aquí sus palabras: “Alégrate sobremanera, hija de Sión; proclámalo, hija de Jerusalén; mira que tu rey viene hacia ti manso, montado sobre la cría de un asno, hijo de animal de yugo” (Za 9,9; Mt 21,5).