OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (10)

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La resurrección de Jesús
1389-1404
Maestro de Bruselas
Bologna (Italia)
SAN JUSTINO, APOLOGÍA PRIMERA (continuación)

Exposición de la doctrina cristiana


¿Quién es Jesucristo?

13. 1. No somos ateos, nosotros que adoramos al creador de este universo, que decimos, según se nos ha enseñado, no tener necesidad ni de sangres, ni de libaciones, ni de inciensos (cf. Is 1,11-14), nosotros que le alabamos, conforme a nuestras fuerzas, por todo alimento que tomamos, con palabra de oración y acción de gracias; nosotros que hemos aprendido que la única forma digna de honrarlo es ésta: no consumir inútilmente (cf. 1 S 15,22; Sal 51,18-21; Is 1,17; Am 5,24; Mi 4,2s.) por el fuego lo que por Él fue creado para nuestra subsistencia, sino usarlo para nosotros mismos y para los necesitados. 2. Y mostrándonos a Él agradecidos, dirigirle en solemne homenaje preces e himnos por habernos llamado a la existencia, por los medios todos de salud, por la variedad de seres de toda especie y por los cambios de estaciones, a par que le suplicamos nos conceda revivir en la incorrupción por la fe que en Él tenemos, ¿qué hombre sensato no aceptará esto? 3. Luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido nuestro maestro en estas cosas y que para ello nació; el mismo que fue crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido ser el hijo del mismo verdadero Dios y a quien tenemos en el segundo lugar, así como al Espíritu profético, a quien ponemos en el tercero. 4. A este respecto, efectivamente, se nos tacha de locura (cf. 1 Co 1,23) diciendo que damos el segundo puesto después del Dios inmutable, aquel que siempre es y creó el Universo, a un hombre que fue crucificado (cf. Dt 21,23); y es que ignoran el misterio que hay en ello, al que les exhortamos que atiendan cuando nosotros lo expongamos.

Jesucristo es el maestro divino

14. 1. De antemano les avisamos que esos mismos demonios, que nosotros acabamos de desenmascarar, no los engañen y los aparten de leer hasta el final y de entender lo que decimos, pues ellos pugnan por tenerlos por sus esclavos y servidores, y ora por apariciones entre sueños, ora por artes de magia, se apoderan de todos aquellos que de un modo u otro no trabajan por su propia salvación; tengan cuidado, como nosotros lo hemos hecho, después de creer en el Verbo, nos apartamos de ellos y por medio de su Hijo seguimos al solo Dios ingénito. 2. Los que antes nos complacíamos en la disolución, ahora abrazamos sólo la castidad; los que nos entregábamos a las artes mágicas, ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo procurarnos dinero y bienes, ahora lo que tenemos lo ponemos en común (cf. Hch 2,42-45) y lo compartimos con todo el que está necesitado; 3. los que nos odiábamos y matábamos los unos a los otros y no compartíamos el hogar con quienes no eran de nuestra propia raza por la diferencia de costumbres, ahora después de la manifestación de Cristo, compartimos con ellos el mismo género de vida, rogamos por nuestros enemigos y tratamos de persuadir a los que nos aborrecen injustamente (cf. Mt 5,44; Lc 6,28; 23,34; Hch 7,60), a fin de que, viviendo conforme a los hermosos consejos de Cristo, tengan buenas esperanzas de recibir junto con nosotros los mismos bienes de parte de Dios, soberano de todas las cosas. 4. Pero para que no parezca que recurrimos a argumentos sofísticos, hemos creído oportuno, antes de la demostración, recordar unas pocas de las enseñanzas del mismo Cristo, y quede ya a cargo de ustedes, en virtud de la autoridad imperial, examinar si verdaderamente eso es lo que se nos ha enseñado y lo que nosotros enseñamos. 5. Sus discursos, empero, son breves y compendiosos, pues no era Él ningún sofista, sino que su palabra era una fuerza de Dios.

La enseñanza de Cristo sobre la castidad

15. 1. Ahora bien, sobre la castidad dijo lo siguiente: “Cualquiera que mirare a una mujer para desearla, ya cometió adulterio en su corazón delante de Dios” (Mt 5,28). 2. Y: “Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo, pues más te vale con un solo ojo entrar en el reino de los cielos, que no con los dos ser enviado al fuego eterno” (Mt 18,9). 3. Y: “El que se casa con una mujer repudiada por otro hombre, comete adulterio” (Mt 5,32; Lc 16,18). 4. Y: “Hay quienes han sido hechos eunucos por los hombres; hay también quienes nacieron ya eunucos; pero hay quienes se hicieron a sí mismos eunucos por causa del reino de los cielos; sólo que no todos comprenden esto (Mt 19,12. 11). 5. Así, pues, para nuestro maestro, no sólo son pecadores los que contraen doble matrimonio conforme a la ley humana, sino también los que miran a una mujer para desearla, porque para él no sólo es reprobable el que comete de hecho un adulterio, sino también el que quiere cometerlo, como quiera que ante Dios no están sólo patentes las obras, sino también los deseos. 6. Y entre nosotros hay muchos y muchas que, hechos discípulos de Cristo desde niños, perseveran en la virginidad hasta los sesenta y setenta años, y yo me glorío de podérselos mostrar de entre toda la raza de hombres. 7. Y eso sin contar la muchedumbre incontable de los que se han convertido de una vida disoluta y han aprendido esta doctrina, pues no vino Cristo a llamar a penitencia a los justos ni a los castos, sino a los impíos, intemperantes e injustos. 8. Pues dijo así: “No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia” (Mt 9,13). Pues el Padre celestial quiere la penitencia del pecador, no su castigo.
   9. Sobre el amar a todos enseñó lo siguiente: «Si aman a los que los aman, ¿qué cosa nueva hacen? ¿No hacen eso también los impúdicos? Yo, en cambio, les digo: “Rueguen por sus enemigos y amen a los que los aborrecen y rueguen por los que los calumnian”» (Lc 6,32. 27-28). 10. Sobre el deber de compartir con los necesitados y no hacer nada por ostentación, dijo así: «A todo el que les pida, denle y no se aparten del que quiere pedirles prestado (Mt 5,42). Porque si prestan sólo a aquellos de quienes esperan recibir (Lc 6,34), ¿qué cosa nueva hacen? Eso hasta los publicanos lo hacen (Mt 5,46)». 11. “Pero ustedes no atesoren para ustedes sobre la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen y los ladrones socavan, sino atesoren para ustedes en los cielos, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen” (Mt 6,19-20). 12. «Porque, ¿qué aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿ O qué dará a cambio de ella? (Mt 16,26). Atesoren, pues, en los cielos, donde ni polilla ni herrumbre destruyen» (Mt 6,20). 13. Y: «Sean benignos y misericordiosos, como el padre de ustedes es benigno y misericordioso (Lc 6,36), y hace salir su sol sobre pecadores, y sobre justos y malvados» (Mt 5,45). 14. «No se preocupen sobre qué comerán o qué vestirán (Mt 6,25). ¿No valen ustedes más que los pájaros y las fieras? Y Dios los alimenta» (Mt 6,26 + Lc 12,24). 15. «No se preocupen, pues, sobre qué comeréis o qué vestirán (Mt 6,25), pues su Padre celestial sabe que tienen necesidad de estas cosas. 16. Busquen el reino de los cielos, y todo eso se les dará por añadidura (Mt 6,32-33). Porque donde está el tesoro del hombre, allí también está su espíritu» (Mt 6,21). 17. Y: “No hagan estas cosas para ser vistos de los hombres; pues en ese caso, no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos” (Mt 6,1).

Paciencia, no violencia, sinceridad

16. 1. Sobre que seamos pacientes, prontos a servir a todos y ajenos a la ira, lo que dijo es esto: “A quien te golpee en una mejilla, preséntale la otra, y a quien quiera quitarte tu túnica o tu manto, no se lo impidas” (Lc 6,29). 2. «Quienquiera que se irrite, es reo de fuego (cf. Mt 5,22). A quien te requiera para una milla, acompáñale dos (Mt 5,41). Brillen sus obras delante de los hombres, a fin de que viéndolas admiren a su Padre que está en los cielos» (Mt 5,16). 3. No debemos, pues, ofrecer resistencia, porque no quiere Él que seamos imitadores de los malvados, sino que nos exhortó a practicar la paciencia y la bondad para apartar a todos los hombres de la abyección y del deseo del mal (cf. Mt 5,39). 4. Esto lo podemos demostrar con muchos que han vivido entre ustedes, que dejaron sus hábitos de violencia y tiranía, convencidos ora contemplando la constancia de vida de sus vecinos, ora considerando la extraña paciencia de compañeros de viaje víctimas de injusticias, ora por haberlo experimentado ellos mismos en los negocios que tuvieron con aquellos. 5. Sobre no jurar absolutamente, sino decir siempre la verdad, nos mandó como sigue: «No juren de ninguna manera (Mt 5,34); que su sí sea sí no, y su no, no (St 5,12), pues todo lo que pasa de esto viene del Maligno (Mt 5,37)».
   6. En cuanto que a solo Dios hay que adorar, nos lo persuadió diciendo así: «El más grande mandamiento (cf. Mt 22,28) es éste: Al Señor Dios tuyo adorarás y a Él solo servirás (Mt 4,10) con todo tu corazón y toda tu fuerza ( Mc 12,30; cf. Dt 6,5), al Señor Dios que te ha creado». 7. Y una vez que se le acercó uno y le dijo “Maestro bueno”, Él respondió diciendo: “Nadie es bueno sino sólo Dios” (Mc 10,17-18), que creó el universo.
   8. Pero aquellos que se vea no viven como Él enseñó, sean declarados como no cristianos, por más que con la lengua repitan las enseñanzas de Cristo, pues Él dijo que habían de salvarse no los que sólo hablaran, sino que también practicaran las obras. 9. Y efectivamente dijo así: «No todo el que me diga “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mt 7,21). 10. Porque el que me oye y hace lo que yo digo, oye a aquel que me ha enviado (Lc 10,16; cf. Mt 7,24). 11. Muchos me dirán: “Señor, Señor, ¿no es así que en tu nombre comimos y bebimos e hicimos prodigios?”. Y entonces les contestaré yo: “Apártense de mí, obradores de iniquidad (Mt 7,22-23; cf. Lc 13,26). 12. Entonces habrá llanto y crujir de dientes, cuando los justos brillen como el sol (Mt 13,42-43) y los injustos sean enviados al fuego eterno. 13. Porque muchos vendrán en mi nombre (Mt 24,5), vestidos por fuera con pieles de oveja, pero que son por dentro lobos rapaces; por sus obras los conocerán (Mt 7,15-16). Todo árbol que no produzca buen fruto, será cortado y echado al fuego (Mt 7,19)». 14. Ahora bien, que quienes no viven conforme a las enseñanzas de Cristo y sólo de nombre son cristianos, sean castigados, nosotros somos los primeros en pedírselo.

La lealtad de los cristianos

17. 1. En cuanto a tributos y a los impuestos, nosotros procuramos pagarlos antes que nadie a quienes ustedes tienen para ello ordenados por todas partes, tal como fuimos por Él enseñados. 2. Pues por aquel tiempo se le acercaron algunos a preguntarle si había que pagar tributo al César. Y Él respondió: «“Díganme, ¿qué efigie lleva la moneda?”. Ellos le dijeron: “La del César”. Él les respondió: Entonces den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”» (cf. Lc 20,22-25). 3. De ahí que sólo a Dios adoramos; pero en todo lo demás, les servimos a ustedes con gusto, confesando que son reyes y gobernantes de los hombres y rogando en nuestras oraciones (cf. Rm 13,1-7; Tt 3,1; 1 P 2,13-17) que, junto con el poder imperial, se halle que también tienen prudente razonamiento. 4. Pero si no hacen caso de nuestras súplicas, a pesar de esta exposición detallada que les hacemos públicamente, nosotros ningún daño hemos de recibir, creyendo o, más bien, estando como estamos persuadidos que cada uno pagará la pena conforme merezcan sus obras en el fuego eterno, y que tendrá que dar cuenta a Dios según las facultades que de Él mismo recibió, conforme nos lo indicó Cristo diciendo: “A quien Dios dio más, más se le exigirá de parte de Él” (Lc 12,48).

La enseñanza de los “fines últimos”

18. 1. Miren, en efecto, el fin que han tenido los emperadores que los han precedido: han padecido la suerte común a todos los hombres, la muerte. Y si la muerte terminara en la inconsciencia, ella sería buena suerte para los malvados todos. 2. Pero puesto que la conciencia permanece en todos los nacidos, y nos amenaza un castigo eterno, no sean negligentes en convencerse y creer que son verdad estas cosas. 3. La nigromancia, en efecto, la adivinación hecha sobre las entrañas de niños inocentes, las evocaciones de las almas humanas, las prácticas entre los magos de los llamados “enviados de los sueños” y “asistentes”, y los fenómenos que se dan bajo la acción de los que saben estas cosas, deben persuadirles que aún después de la muerte conservan las almas la conciencia. 4. También podríamos citar a los hombres que son arrebatados y agitados por las almas de los muertos, a quienes todos llaman posesos y locos furiosos, los que entre ustedes se llaman oráculos de Anfíloco, de Dodona y de Pitó, y otros que hay por el estilo. 5. Y también las doctrinas de escritores como Empédocles, Pitágoras, Platón y Sócrates, el hoyo aquel de Homero, la bajada de Ulises para visitar los infiernos y los relatos de otros autores que han dicho cosas semejantes. 6. Reciban entonces nuestro testimonio, por lo menos de modo semejante a éstos, pues no menos que ellos creemos en Dios, sino más, como que esperamos recuperar nuestros propios cuerpos después de muertos y arrojados a la tierra, porque nosotros afirmamos que para Dios nada hay imposible.

La resurrección

19. 1. Para quien bien lo considera, ¿qué cosa pudiera parecer más increíble que, de no estar nosotros en nuestro cuerpo, nos dijeran que de una menuda gota del semen humano sea posible nacer huesos, tendones y carnes con la forma en que los vemos? 2. Digámoslo, en efecto, por vía de suposición. Si ustedes no fueran lo que son y de quienes son, y alguien les mostrara el semen humano y una imagen pintada de un hombre y les asegurara que ésta se forma de aquél, ¿acaso le creerían antes de verlo nacido? Nadie se atrevería a contradecirlo. 3. De la misma manera, por el hecho de no haber visto nunca resucitar un muerto (cf. 1 Co 15,34s.; 2 Co 5,4), la incredulidad los domina ahora. 4. Pero de la misma manera que al principio no hubieran creído que de una gota pequeña de esperma nacieran tales seres y, sin embargo, los ven nacidos; así, consideren que no es imposible que los cuerpos humanos, después de disueltos y esparcidos como semillas en la tierra, resuciten a su tiempo por orden de Dios y “se revistan de la incorrupción” (cf. 1 Co 15,53). 5. Porque, a la verdad, no sabríamos decir de qué potencia digna de Dios hablan los que dicen que todo ha de volver allí de donde procede y que, fuera de esto, nadie, ni Dios mismo, puede nada; pero sí que vemos bien lo que dijimos: que no hubieran éstos creído ser posible que un día llegaran a ser tales como se ven a sí mismos lo mismo que el mundo entero, creados, y a partir de qué elementos. 6. Por lo demás, nosotros hemos aprendido ser mejor creer aun lo que está por encima de nuestra propia naturaleza y es a los hombres imposible, que ser incrédulos a la manera de otros, como quienes sabemos que Jesucristo, maestro nuestro, dijo: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lc 18,27). 7. Y dijo más: “No teman a los que los matan y después de eso nada pueden hacer; teman más bien a Aquel que después de la muerte puede arrojar alma y cuerpo al infierno” (Lc 12,4-5; cf. Mt 10,28). 8. Es de saber que el infierno es el lugar donde han de ser castigados los que hubieren vivido inicuamente y no creyeren han de suceder estas cosas que Dios enseñó por medio de Cristo.