INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (21)
La samaritana en el pozo (Jn 4,4 ss.)
Siglo IV
Catacumba de Vía Latina
Roma
Siglo IV
Catacumba de Vía Latina
Roma
Novaciano (+después del 251)
En el año 250 -casi nada se sabe de su vida antes de esta fecha- aparece repentinamente en escena. Había recibido el presbiterado probablemente del obispo Fabián de Roma (antes del 250; ver HE VI,43,17; Eusebio llama Novato a nuestro Novaciano). Y a la muerte de éste se hizo cargo de la correspondencia con Cipriano de Cartago, en nombre del presbiterio romano, por el difícil asunto de los lapsos.
En marzo o abril del 251 Cornelio fue elegido para la sede de Pedro. Novaciano, entonces, se le opuso con vehemencia y lo acusó de laxista, siempre por el remanido asunto de los lapsos. Novaciano procedió a hacerse ordenar obispo de Roma por tres colegas del sur de Italia (ver HE VI,43,7-10). A continuación vuelve a desaparecer de la escena. Es posible que haya marchado a un exilio voluntario durante la persecución de Galo, Volusiano y Valeriano. Sócrates, en su Historia Eclesiástica (IV,28), sostiene que murió mártir bajo Valeriano (253-259), pero su afirmación no está exenta de sospechas (ver las tres Epístolas a Simproniano: PL 13,1051-1082 de Paciano de Barcelona [+ antes 392], particularmente la Ep. 2,7). El patriarca alejandrino Eulogio (580-607), contra los novacianos de Egipto, demostró que no se trataba de un martirio hasta el derramamiento de su sangre (ver Focio, Bibl. cod. 182, 208 y 280).
Obras
Según Jerónimo (De vir. ill. 70), Novaciano escribió varias obras: “De Pascha, De sabbato, De circumcisione, De sacerdote, De cibis judaicis, De instantia, De Áttalo y muchas otras obras, en particular un gran volumen De Trinitate”.
De esta lista sólo han llegado hasta nosotros las siguientes:
1. “Sobre la Trinidad” (De Trinitate): comentario de la regla de fe con carácter más bien apologético; escrito entre los años 235/250. Texto latino del Tratado, con traducción castellana, en “Fuentes Patrísticas”, nº 8, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1996, pp. 139-203.
2. “Sobre los alimentos de los judíos” (De cibis iudaicis): trata de las prescripciones del AT sobre animales puros e impuros, mostrando que tales normas deben ser interpretadas en sentido espiritual. La obra data de los años 250/51.
3. “Sobre la bondades de la castidad” (De bono pudicitiae): es una exhortación a cultivar el bien de la pureza; el hombre es un templo del Señor; se distinguen tres grados de pureza: virginidad; continencia y fidelidad en el matrimonio. Pero siempre debe tenerse en claro que la pureza es un don de Dios. En el siglo pasado esta obra fue definitivamente restituida a Novaciano. Su fecha de composición bien podría ser el año 251.
4. “Sobre los espectáculos” (De spectaculis): contra los cristianos que participan en los juegos paganos. Escrita en el 247 (¿o 251?). Esta obra, que se encontró entre las de Cipriano de Cartago, también ha sido restituida a Novaciano.
5. “Epístolas”: dirigidas a Cipriano de Cartago, en nombre del presbiterio romano. Se conservan entre las cartas de este último, con los números 30, 31 y 36. Traducción castellana en Obras de san Cipriano, Madrid, 1964, pp. 447-462 y 469-473 (BAC 241, incluye el texto latino).
Primera lectura: El Espíritu Santo en el “De Trinitate” de Novaciano(1)
* “La Regla de la verdad exige que en primer lugar creamos en Dios Padre y Señor omnipotente, es decir, Creador perfectísimo de todas las cosas” (1,1).
* “La misma Regla de la verdad nos enseña a creer, después del Padre, también en el Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor Dios nuestro, pero Hijo de Dios, de este Dios que es uno y único, a saber el Creador de todas las cosas...” (9,46).
* “... El orden lógico de la demostración y la autoridad de la fe basada en las palabras y escritos del Señor nos exhorta a creer también, después de todo esto, en el Espíritu Santo, antaño prometido a la Iglesia, pero donado en las circunstancias preestablecidas de los tiempos” (29,163).
* “Desde luego hay en el Espíritu Santo diversas clases de funciones, ya que en cada tiempo hay un motivo diverso de actuación. No obstante, tampoco por ello es diverso el que así actúa, ni es otro mientras así lo hace, sino que es uno e idéntico al distribuir sus actuaciones con arreglo a los diversos tiempos, circunstancias y situaciones” (29,165).
* “... Al hombre, hecho sin duda a imagen de Dios (Gn 1,26), lo puso al frente del mundo (Gn 1,27). Le dotó de inteligencia, razón y prudencia para que pudiese imitar a Dios. Y aunque los elementos primordiales del cuerpo sean terrenos, sin embargo le fue insuflada la sustancia del aliento celestial y divino. Y habiéndolo sometido todo a su servicio (Gn 1,28ss), quiso Dios que sólo el hombre fuese un ser libre” (1,5-6).
* “Es el único e idéntico Espíritu el que actúa en los profetas y en los apóstoles, salvo que en aquéllos eventualmente, y en éstos siempre. Por lo demás, allí no con el propósito de estar en ellos siempre, en éstos para morar siempre en ellos. Y allí distribuyendo limitadamente, aquí en una total efusión; allí otorgando con parsimonia, aquí concediendo con largueza” (29,165).
* “El mismo Espíritu por medio de los profetas acusó al pueblo, y por los apóstoles ofreció su invitación a todos los gentiles. Porque aquéllos se merecían la acusación, ya que habían despreciado la ley” (29,164).
* “Según la medida de la fe propia de la época, el profeta hablaba por medio de imágenes, no cómo era Dios, sino como el pueblo podía captarlo” (6,32).
En el año 250 -casi nada se sabe de su vida antes de esta fecha- aparece repentinamente en escena. Había recibido el presbiterado probablemente del obispo Fabián de Roma (antes del 250; ver HE VI,43,17; Eusebio llama Novato a nuestro Novaciano). Y a la muerte de éste se hizo cargo de la correspondencia con Cipriano de Cartago, en nombre del presbiterio romano, por el difícil asunto de los lapsos.
En marzo o abril del 251 Cornelio fue elegido para la sede de Pedro. Novaciano, entonces, se le opuso con vehemencia y lo acusó de laxista, siempre por el remanido asunto de los lapsos. Novaciano procedió a hacerse ordenar obispo de Roma por tres colegas del sur de Italia (ver HE VI,43,7-10). A continuación vuelve a desaparecer de la escena. Es posible que haya marchado a un exilio voluntario durante la persecución de Galo, Volusiano y Valeriano. Sócrates, en su Historia Eclesiástica (IV,28), sostiene que murió mártir bajo Valeriano (253-259), pero su afirmación no está exenta de sospechas (ver las tres Epístolas a Simproniano: PL 13,1051-1082 de Paciano de Barcelona [+ antes 392], particularmente la Ep. 2,7). El patriarca alejandrino Eulogio (580-607), contra los novacianos de Egipto, demostró que no se trataba de un martirio hasta el derramamiento de su sangre (ver Focio, Bibl. cod. 182, 208 y 280).
Obras
Según Jerónimo (De vir. ill. 70), Novaciano escribió varias obras: “De Pascha, De sabbato, De circumcisione, De sacerdote, De cibis judaicis, De instantia, De Áttalo y muchas otras obras, en particular un gran volumen De Trinitate”.
De esta lista sólo han llegado hasta nosotros las siguientes:
1. “Sobre la Trinidad” (De Trinitate): comentario de la regla de fe con carácter más bien apologético; escrito entre los años 235/250. Texto latino del Tratado, con traducción castellana, en “Fuentes Patrísticas”, nº 8, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1996, pp. 139-203.
2. “Sobre los alimentos de los judíos” (De cibis iudaicis): trata de las prescripciones del AT sobre animales puros e impuros, mostrando que tales normas deben ser interpretadas en sentido espiritual. La obra data de los años 250/51.
3. “Sobre la bondades de la castidad” (De bono pudicitiae): es una exhortación a cultivar el bien de la pureza; el hombre es un templo del Señor; se distinguen tres grados de pureza: virginidad; continencia y fidelidad en el matrimonio. Pero siempre debe tenerse en claro que la pureza es un don de Dios. En el siglo pasado esta obra fue definitivamente restituida a Novaciano. Su fecha de composición bien podría ser el año 251.
4. “Sobre los espectáculos” (De spectaculis): contra los cristianos que participan en los juegos paganos. Escrita en el 247 (¿o 251?). Esta obra, que se encontró entre las de Cipriano de Cartago, también ha sido restituida a Novaciano.
5. “Epístolas”: dirigidas a Cipriano de Cartago, en nombre del presbiterio romano. Se conservan entre las cartas de este último, con los números 30, 31 y 36. Traducción castellana en Obras de san Cipriano, Madrid, 1964, pp. 447-462 y 469-473 (BAC 241, incluye el texto latino).
Primera lectura: El Espíritu Santo en el “De Trinitate” de Novaciano(1)
* “La Regla de la verdad exige que en primer lugar creamos en Dios Padre y Señor omnipotente, es decir, Creador perfectísimo de todas las cosas” (1,1).
* “La misma Regla de la verdad nos enseña a creer, después del Padre, también en el Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor Dios nuestro, pero Hijo de Dios, de este Dios que es uno y único, a saber el Creador de todas las cosas...” (9,46).
* “... El orden lógico de la demostración y la autoridad de la fe basada en las palabras y escritos del Señor nos exhorta a creer también, después de todo esto, en el Espíritu Santo, antaño prometido a la Iglesia, pero donado en las circunstancias preestablecidas de los tiempos” (29,163).
* “Desde luego hay en el Espíritu Santo diversas clases de funciones, ya que en cada tiempo hay un motivo diverso de actuación. No obstante, tampoco por ello es diverso el que así actúa, ni es otro mientras así lo hace, sino que es uno e idéntico al distribuir sus actuaciones con arreglo a los diversos tiempos, circunstancias y situaciones” (29,165).
* “... Al hombre, hecho sin duda a imagen de Dios (Gn 1,26), lo puso al frente del mundo (Gn 1,27). Le dotó de inteligencia, razón y prudencia para que pudiese imitar a Dios. Y aunque los elementos primordiales del cuerpo sean terrenos, sin embargo le fue insuflada la sustancia del aliento celestial y divino. Y habiéndolo sometido todo a su servicio (Gn 1,28ss), quiso Dios que sólo el hombre fuese un ser libre” (1,5-6).
* “Es el único e idéntico Espíritu el que actúa en los profetas y en los apóstoles, salvo que en aquéllos eventualmente, y en éstos siempre. Por lo demás, allí no con el propósito de estar en ellos siempre, en éstos para morar siempre en ellos. Y allí distribuyendo limitadamente, aquí en una total efusión; allí otorgando con parsimonia, aquí concediendo con largueza” (29,165).
* “El mismo Espíritu por medio de los profetas acusó al pueblo, y por los apóstoles ofreció su invitación a todos los gentiles. Porque aquéllos se merecían la acusación, ya que habían despreciado la ley” (29,164).
* “Según la medida de la fe propia de la época, el profeta hablaba por medio de imágenes, no cómo era Dios, sino como el pueblo podía captarlo” (6,32).
* “El Espíritu fue prometido por medio del profeta Joel, pero fue dado por medio de Cristo: "En los últimos días, dice, derramaré de mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas" (Jl 3,1; Hch 2,18)” (29,163).
* “De este mismo Jesucristo, al que de nuevo llamaré Hijo de Dios, leemos que en el AT fue prometido y lo reconocemos dado en el NT al cumplir las sombras y figuras de todos los misterios mediante la presencia de la verdad encarnada” (9,46).
* “No dijo la Escritura...: "Por ello lo santo que nacerá de ti", sino que añadió una conjunción, pues dice: "Por ello también lo santo que nacerá de ti" (Lc 1,35), para hacer notar que el Hijo de Dios no es principalmente esto santo, que nace de ella, es decir, esta sustancia de la carne y del cuerpo, sino consecuentemente y en segundo lugar; sino que en sentido primario es Hijo de Dios el Verbo de Dios, encarnado por obra de aquel Espíritu, del que dice el Ángel: "El Espíritu vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,35). En efecto, éste es el legítimo Hijo de Dios, que procede del mismo Dios, el cual, al mismo tiempo que asume esto santo y se anexiona al hijo del hombre y lo atrae hacia sí y lo penetra, lo domina con su conexión y mezcla asociada y lo hace Hijo de Dios, lo que aquél no era por naturaleza, de suerte que el significado primario de este nombre «Hijo de Dios» se refiere al Espíritu del Señor, que descendió y vino, para que la secuela de este nombre esté en el Hijo de Dios e hijo del hombre. Consiguientemente y con razón, queda éste hecho Hijo de Dios, aunque no sea Hijo de Dios en sentido primario” (24,138).
* “El Espíritu (Pneuma) es el que bajo forma de paloma, después que Cristo fue bautizado, vino y se posó sobre él, habitando plena y totalmente únicamente en Cristo, sin merma de cantidad o parte alguna, sino administrado concentradamente con toda su superabundancia, de suerte que todos los demás puedan obtener de él un cierto disfrute de gracias, quedando en Cristo permanentemente la fuente de todo el Espíritu santo, para que de él fluyeran los ríos de los dones y de las obras, mientras que el Espíritu santo habitaba en Cristo de modo abundante. Realmente esto lo decía ya Isaías profetizando: "Y reposa, dice, sobre él el espíritu de sabiduría y de inteligencia, el espíritu de consejo y de potencia, el espíritu de ciencia y de piedad y le llenó el espíritu de temor de Dios" (Is 11,2-3). Y exactamente lo mismo afirma en otro lugar hablando en el nombre del mismo Señor: "El Espíritu del Señor (está) sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres" (Is 61,1 LXX). De modo análogo David: "Por eso te ungió Dios, tu Dios, con óleo de alegría ante tus compañeros" (Sal 44,8). Y sobre esto mismo el apóstol Pablo: "El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece" (Rm 8,9), y: "Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Co 3,17)” (29,168).
* “El Espíritu no fue dado antes de la resurrección del Señor, sino distribuido por medio de la resurrección de Cristo. En efecto, decía: "Rogaré al Padre y les dará otro abogado para que permanezca con ustedes eternamente, el Espíritu de la verdad" (Jn 14,16-17a); y: "Cuando venga el abogado, que yo les enviaré desde mi Padre, el Espíritu de la verdad que procede de mi Padre" (Jn 15,26); y: "Si yo no me marcho, no vendrá a ustedes el Abogado, pero si me voy se los enviaré" (Jn 16,7); y: "Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad" (Jn 16,13). Y dado que el Señor se iba a marchar al cielo, oportunamente daba a los discípulos el Paráclito (abogado) para no dejarlos en cierto modo huérfanos, lo que no convenía en absoluto, y para no abandonarlos sin protector y, por decirlo así, sin tutor” (29,166).
* “(El Espíritu Santo) es el que consolidó las voluntades y mentes de los apóstoles; el que les aclaró los misterios del evangelio; el que iluminó en ellos las realidades divinas y por él robustecidos no temieron cadenas ni cárceles por el nombre del Señor. Más aún, incluso pisotearon los poderes del mundo y sus tormentos, armados y fortalecidos ya por medio de él, poseyendo en sí mismos los dones que este mismo Espíritu dio y dispuso como ornato para la Iglesia esposa de Cristo” (29,167).
* “En efecto, el Espíritu Santo es el que suscita profetas en la Iglesia, enseña a los maestros, controla el don de lenguas, realiza prodigios y curaciones, opera obras maravillosas, da el discernimiento de los espíritus, orienta las acciones de gobierno, sugiere los consejos y organiza y distribuye todo aquello que sea don carismático. De este modo hace a la Iglesia del Señor perfecta y acabada en todo esto y por todo (1 Co 12,4-11)” (29,167).
* “(El Espíritu Santo) es el que de las aguas opera un segundo nacimiento, siendo como semilla de la generación divina y consagrador de la natividad celestial, prenda de la herencia prometida y como garantía escrita de eterna salvación (Jn 3,5-6)” (29,169).
* “(El Espíritu Santo) ha dado testimonio de Cristo en los apóstoles (Jn 15,26-16,2), muestra en los mártires la constante fidelidad de la religión, en las vírgenes sella la admirable castidad del amor consagrado, en otros custodia inalterados e incontaminados los principios de la doctrina del Señor, destruye a los herejes, corrige a los extraviados, refuta a los infieles, desenmascara a los hipócritas, corrige a los malos, y custodia a la Iglesia incorrupta e inviolada en la santidad de la virginidad perpetua y de la verdad” (29,172).
* “De este mismo Jesucristo, al que de nuevo llamaré Hijo de Dios, leemos que en el AT fue prometido y lo reconocemos dado en el NT al cumplir las sombras y figuras de todos los misterios mediante la presencia de la verdad encarnada” (9,46).
* “No dijo la Escritura...: "Por ello lo santo que nacerá de ti", sino que añadió una conjunción, pues dice: "Por ello también lo santo que nacerá de ti" (Lc 1,35), para hacer notar que el Hijo de Dios no es principalmente esto santo, que nace de ella, es decir, esta sustancia de la carne y del cuerpo, sino consecuentemente y en segundo lugar; sino que en sentido primario es Hijo de Dios el Verbo de Dios, encarnado por obra de aquel Espíritu, del que dice el Ángel: "El Espíritu vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,35). En efecto, éste es el legítimo Hijo de Dios, que procede del mismo Dios, el cual, al mismo tiempo que asume esto santo y se anexiona al hijo del hombre y lo atrae hacia sí y lo penetra, lo domina con su conexión y mezcla asociada y lo hace Hijo de Dios, lo que aquél no era por naturaleza, de suerte que el significado primario de este nombre «Hijo de Dios» se refiere al Espíritu del Señor, que descendió y vino, para que la secuela de este nombre esté en el Hijo de Dios e hijo del hombre. Consiguientemente y con razón, queda éste hecho Hijo de Dios, aunque no sea Hijo de Dios en sentido primario” (24,138).
* “El Espíritu (Pneuma) es el que bajo forma de paloma, después que Cristo fue bautizado, vino y se posó sobre él, habitando plena y totalmente únicamente en Cristo, sin merma de cantidad o parte alguna, sino administrado concentradamente con toda su superabundancia, de suerte que todos los demás puedan obtener de él un cierto disfrute de gracias, quedando en Cristo permanentemente la fuente de todo el Espíritu santo, para que de él fluyeran los ríos de los dones y de las obras, mientras que el Espíritu santo habitaba en Cristo de modo abundante. Realmente esto lo decía ya Isaías profetizando: "Y reposa, dice, sobre él el espíritu de sabiduría y de inteligencia, el espíritu de consejo y de potencia, el espíritu de ciencia y de piedad y le llenó el espíritu de temor de Dios" (Is 11,2-3). Y exactamente lo mismo afirma en otro lugar hablando en el nombre del mismo Señor: "El Espíritu del Señor (está) sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado a evangelizar a los pobres" (Is 61,1 LXX). De modo análogo David: "Por eso te ungió Dios, tu Dios, con óleo de alegría ante tus compañeros" (Sal 44,8). Y sobre esto mismo el apóstol Pablo: "El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece" (Rm 8,9), y: "Donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Co 3,17)” (29,168).
* “El Espíritu no fue dado antes de la resurrección del Señor, sino distribuido por medio de la resurrección de Cristo. En efecto, decía: "Rogaré al Padre y les dará otro abogado para que permanezca con ustedes eternamente, el Espíritu de la verdad" (Jn 14,16-17a); y: "Cuando venga el abogado, que yo les enviaré desde mi Padre, el Espíritu de la verdad que procede de mi Padre" (Jn 15,26); y: "Si yo no me marcho, no vendrá a ustedes el Abogado, pero si me voy se los enviaré" (Jn 16,7); y: "Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad" (Jn 16,13). Y dado que el Señor se iba a marchar al cielo, oportunamente daba a los discípulos el Paráclito (abogado) para no dejarlos en cierto modo huérfanos, lo que no convenía en absoluto, y para no abandonarlos sin protector y, por decirlo así, sin tutor” (29,166).
* “(El Espíritu Santo) es el que consolidó las voluntades y mentes de los apóstoles; el que les aclaró los misterios del evangelio; el que iluminó en ellos las realidades divinas y por él robustecidos no temieron cadenas ni cárceles por el nombre del Señor. Más aún, incluso pisotearon los poderes del mundo y sus tormentos, armados y fortalecidos ya por medio de él, poseyendo en sí mismos los dones que este mismo Espíritu dio y dispuso como ornato para la Iglesia esposa de Cristo” (29,167).
* “En efecto, el Espíritu Santo es el que suscita profetas en la Iglesia, enseña a los maestros, controla el don de lenguas, realiza prodigios y curaciones, opera obras maravillosas, da el discernimiento de los espíritus, orienta las acciones de gobierno, sugiere los consejos y organiza y distribuye todo aquello que sea don carismático. De este modo hace a la Iglesia del Señor perfecta y acabada en todo esto y por todo (1 Co 12,4-11)” (29,167).
* “(El Espíritu Santo) es el que de las aguas opera un segundo nacimiento, siendo como semilla de la generación divina y consagrador de la natividad celestial, prenda de la herencia prometida y como garantía escrita de eterna salvación (Jn 3,5-6)” (29,169).
* “(El Espíritu Santo) ha dado testimonio de Cristo en los apóstoles (Jn 15,26-16,2), muestra en los mártires la constante fidelidad de la religión, en las vírgenes sella la admirable castidad del amor consagrado, en otros custodia inalterados e incontaminados los principios de la doctrina del Señor, destruye a los herejes, corrige a los extraviados, refuta a los infieles, desenmascara a los hipócritas, corrige a los malos, y custodia a la Iglesia incorrupta e inviolada en la santidad de la virginidad perpetua y de la verdad” (29,172).
Segunda lectura: Texto completo del Tratado sobre la Trinidad, con notas en
“Fuentes Patrísticas”, nº 8, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1996, pp. 139-203.
“Fuentes Patrísticas”, nº 8, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1996, pp. 139-203.
(1) Textos tomados de la obra de Carmelo Granado, El Espíritu Santo en la teología patrística, Salamanca, 1987, pp. 84ss. [Ichthys 4].