OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (226)

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Confesión de fe de san Pedro
Siglo XII
Arras, Francia
CLEMENTE DE ALEJANDRÍA, STROMATA

LIBRO SEXTO

Capítulo XVIII: Conclusiones

   El gnóstico debe filosofar

162.1. Entre nosotros el gnóstico se ocupa siempre de las cosas más importantes. Y si en algún momento (tiene) tiempo de descanso y de expansión respecto de lo apremiante, en lugar de otro descanso también se apodera de la filosofía griega, como si comiera un plato de postre después de la cena; no despreocupándose de las cosas más importantes, sino añadiéndolas, tal como conviene, y por las causas que he mencionado.

162.2. Pero quienes desean lo que no es necesario y superfluo (o: desmesurado) de la filosofía y se aplican sólo a los sofismas controvertidos, rechazando lo más necesario e importante, siendo sencillamente los que persiguen las sombras de las palabras.

162.3. Ciertamente es bueno saber de todo; pero el que tiene el alma débil para el conocimiento de muchas cosas, tendrá que elegir únicamente las cosas principales y mejores.

162.4. Porque la verdadera ciencia, que decimos posee sólo el gnóstico, es una comprensión segura mediante argumentos verdaderos y sólidos (o: mejores) que lleva a la gnosis de la causa, y quien conoce lo verdadero sobre una cosa, también inmediatamente es conocedor de lo falso sobre lo mismo.

162.5. Porque también me parece que se muestra bien aquel razonamiento: si hay que filosofar, es ya filosofar; puesto que eso es algo consecuente a sí mismo; pero también si no hay que filosofar, pero uno no puede condenar alguna cosa sin haberla conocido antes. Por tanto, hay que filosofar.

Los cristianos no veneran ídolos

163.1. Siendo las cosas así, es necesario que los griegos aprendan mediante la Ley y los profetas a dar culto al único Dios, al que es realmente Omnipotente, (y) luego, a dejarse enseñar mediante lo que enseña el Apóstol: “Para nosotros no existe ídolo en el mundo” (1 Co 8,4), puesto que no existe imagen semejante de Dios en las cosas creadas, y deben aprender como tampoco las estatuas pueden ser imágenes de ninguno de los seres que veneran, porque la figura natural de las almas no (es) nunca como las estatuas que los griegos modelan.

163.2. Porque ciertamente las almas son invisibles; no sólo las racionales, sino también las de los animales irracionales; y sus cuerpos no son nunca partes de sus [almas], sino órganos de aquellas y que sirven a unas de asiento y a otras de vehículo; de una u otra forma.

La función hegemónica de la gnosis

164.1. Pero la imágenes de esos órganos no pueden ser reproducidas con fidelidad, por ejemplo, ¡que alguien plasme el sol, (tal) como se le ve, y represente el arco iris con sus colores!

164.2. Cuando hayan abandonado los ídolos, entonces escucharán de la Escritura: Si la justicia de ustedes no supera en mucho la de los escribas y fariseos” (Mt 5,20), que se tienen por justificados en razón de la abstención del mal, juntamente con la perfección en todo (cf. Mt 5,48), el amor al prójimo y haciéndose capaces de ayudarlo (cf. Lv 19,15), no serán regios (cf. St 2,8). Porque la intensidad de la justicia conforme a la ley muestra al gnóstico.

164.3. Así, el que ordena la parte hegemónica de su propio cuerpo, la cabeza, alcanzando la excelencia de la fe, la gnosis misma, sobre la cual están todos las facultades de percepción, adquirirá de igual manera la herencia suprema.

164.4. El Apóstol muestra claramente a quienes pueden examinar cuidadosamente la función hegemónica de la gnosis, escribiendo a aquellos griegos de Corinto así: “Y teniendo la esperanza de que, con el crecimiento de la fe de ustedes, seamos engrandecidos entre ustedes en abundancia, conforme a norma de nosotros, para evangelizar las regiones que están más allá de la de ustedes” (1 Co 8,4).

Los límites del lenguaje humano para hablar sobre Dios

165.1. Sin hablar de una extensión de la predicación según el territorio -porque también él mismo dice que la fe había progresado en Acaya (cf. 2 Co 9,2); y en los “Hechos de los apóstoles” se dice que había predicado también la palabra en Atenas (cf. Hch 17,16-34)-; sino que enseña que la gnosis, siendo la perfección de la fe, excede más allá de la catequesis según la grandeza de la enseñanza del Señor y el canon eclesiástico.

165.2. Por eso, un poco más abajo añade: “Y si (soy) mediocre en la palabra, no lo (soy) en la gnosis” (2 Co 11,6). Por lo demás, los griegos, que se vanaglorian de haber alcanzado la verdad, que nos digan de quiénes han aprendido a jactarse así.

165.3. Porque ellos no dirán que de Dios, sino que confesarán que de los hombres.

165.4. Y si fuera así, o la han aprendido ciertamente tarde por ellos mismos, como sin duda también se jactan algunos de ellos, llenos orgullo, o bien por otros semejantes a ellos.

165.5. Pero los hombres, en cuanto hombres, no son maestros fidedignos hablando de Dios, porque ser hombre no es suficiente para hablar la verdad sobre Dios; el [hombre] débil y mortal [no puede hablar] sobre el Inengendrado e Incorruptible, [como] la obra sobre el que la ha hecho.

La sabiduría cristiana procede de Dios

166.1. Si uno no puede decir la verdad sobre sí mismo, ¿no (es) cierto que será mucho menos creíble cuando (habla) sobre Dios (cf. Sb 9,16)? Porque cuanto falta al hombre el poder de Dios, así también es más débil su palabra, aunque no (hable) de Dios, sino sobre lo divino y el Verbo de Dios.

166.2. La palabra humana (es) débil por naturaleza e incapaz de expresar (o. explicar) a Dios, no digo el nombre -porque es común que lo nombren no sólo los filósofos, sino también los poetas-, ni a la esencia -cosa imposible-, sino al poder y a las obras de Dios.

166.3. E incluso los que inscriben a Dios como maestro, apenas llegan a la comprensión de Dios, una vez recibida la gracia que posibilita a un cierto conocimiento profundo, y una vez acostumbrados por la voluntad a (contemplar) la voluntad, y por el Espíritu Santo a contemplar el Espíritu Santo (cf. Rm 8,16), “porque el Espíritu escruta las profundidades de Dios, pero el hombre psíquico no alcanza lo que es del Espíritu” (1 Co 2,10 y 14).

166.4. Por tanto, nuestra sabiduría es la única enseñada por Dios, de la cual dependen todas las fuentes de la sabiduría, que tiende a la verdad.

166.5. Ciertamente, respecto a la venida del Señor hacia los hombres como nuestro maestro, son innumerables los que la anuncian (preparan), los anunciadores, los preparadores, los precursores desde la fundación del mundo, indicando previamente por medio de obras y palabras, profetizando que habría de venir, dónde y cómo, y con algunas señales.

Las persecuciones contra la fe cristiana

167.1. Ciertamente la Ley y la profecía lo preludian desde hace largo tiempo; luego, el precursor (= Juan Bautista; cf. Mt 11,11; Jn 1,36) lo muestra ya presente, (y) después de él los predicadores manifiestan mediante su enseñanza el poder de la manifestación.

167.2. Los filósofos sólo aceptaron (a los [filósofos] griegos) [texto conjetural por una laguna], y no a todos, sino Sócrates por Platón y Platón por Jenócrates; Aristóteles por Teofrasto y Zenón por Cleantes, los cuales convencieron únicamente a sus propios discípulos.

167.3. Pero la palabra de nuestro Maestro no permaneció sólo en Judea, como la filosofía en Grecia, sino que se difundió por todo el mundo habitado, convenciendo por igual a griegos y a bárbaros, de toda raza, pueblo y ciudad, familias enteras, y también a cada uno de los oyentes, y de éstos cambió a la verdad a no pocos de los filósofos.

167.4. Y también la filosofía griega moriría rápidamente, si la impidiera el magistrado de turno; pero nuestra enseñanza (o: doctrina) desde el primer anuncio ha sido perseguida al mismo tiempo por reyes, tiranos, magistrados, gobernadores (arcontes) con (sus) funcionarios, jefes (militares) con todos (sus) mercenarios y también por innumerables hombres, haciendo la guerra contra nosotros y esforzándose tanto como pueden para extirparla (o: cortarla, amputarla).

167.5. Pero nuestra doctrina florece cada vez más; porque no muere como enseñanza humana, ni se debilita (o: consume) como frágil don -puesto que ningún don de Dios es frágil-, sino que permanece libre, aunque profetizada, siendo perseguida hasta el final (cf. Mt 10,17).

Conclusión del libro sexto

168.1. Además, Platón escribe sobre la poesía: “El poeta (es) algo delicado y sagrado, y no puede hacer precisamente eso (= poetizar) si antes no se endiosa y desatina” (Platón, Ion, 534 B).

168.2. Y Demócrito de igual manera: “Todo lo que un poeta escribe con arrebato divino (lit.: entusiasmo) y espíritu sagrado es muy bello” (Fragmentos, 68 B 18).

168.3. Y sabemos lo que dicen los poetas. Pero, ¿no habrá alguno que se atemorice ante los profetas de Dios omnipotente, que son órganos de la voz divina?

168.4. Así como hemos modelado (o: plasmado) la estatua del gnóstico, también hemos demostrado cuál es, mostrando como en un esbozo la elevación y la belleza de su carácter. Porque cuál sea (su actitud) respecto a la contemplación se verá (en seguida) en la física, cuando comencemos a tratar sobre el origen (o: la génesis) del mundo.