INICIACIÓN A LA LECTURA DE LAS OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (2)
Misa de san Clemente
Basílica de san Clemente (Roma)
Siglo XI
Basílica de san Clemente (Roma)
Siglo XI
Clemente Romano (92-100/101)
«Después de haber fundado y edificado la Iglesia (de Roma), los bienaventurados apóstoles (Pedro y Pablo), transmitieron a Lino la carga del episcopado... Le sucedió Anacleto. Y después de él, en tercer lugar a partir de los apóstoles, el episcopado le correspondió a Clemente; quien había visto a esos mismos apóstoles y había estado en contacto con ellos: su predicación aún resonaba en sus oídos y su Tradición todavía estaba ante sus ojos... Bajo este Clemente se produjo una grave disensión entre los hermanos de Corinto. Entonces la Iglesia de Roma le envió a los corintios una importantísima carta para reconciliarlos en la paz, restablecer su fe y anunciarles la Tradición que recientemente habían recibido de los apóstoles...» (Ireneo de Lyon, Adversus Haereses III,3,3).
El episcopado de Clemente suele colocarse entre los años 92 y 101 (?). Mientras que la carta a los corintios es de fines del siglo I [entre el 96 y el 98](1).
Primera lectura: Virtudes de una comunidad cristiana (1,1--2,8)
«La Iglesia de Dios que habita en Roma a la Iglesia de Dios que habita en Corinto, a los que han sido llamados y santificados según la voluntad de Dios por Jesucristo nuestro Señor. Que la gracia y la paz les lleguen de parte de Dios todopoderoso en abundancia por Jesucristo.
A causa de las dificultades y calamidades que nos han sobrevenido repentinamente, una sobre otra(2), es muy tarde, a nuestro parecer, que nos volvemos a los asuntos que están en litigio entre ustedes, querido amigos. Esa aberración ajena a los elegidos de Dios, esa sublevación impía, sacrílega, atizada por algunos individuos orgullosos y presuntuosos, quienes han llegado a un tal grado de demencia que el nombre de ustedes, que era admirado, venerado, querido a todos los hombres ahora es muy despreciado.
¿Quién, en efecto, se detuvo entre ustedes sin reconocer que su fe era excelente y sólida, sin admirar su piedad discreta y clemente en Cristo, sin proclamar su generosidad en la práctica de la hospitalidad, sin hacer el elogio de su conocimiento perfecto y seguro? Por obraban en todo sin hacer acepción de personas, caminaban según las prescripciones de Dios, sometidos a sus jefes y dando a sus ancianos el honor que les corresponde. A los jóvenes los mantenían en la medida y la dignidad. A las mujeres les recomendaban cumplirlo todo con una conciencia irreprochable en la dignidad y en la pureza, amando a sus maridos como conviene. Ellas se mantenían en la regla de la subordinación y ustedes les enseñaban a gobernar su casa en la dignidad, y a observar en todo la discreción.
«Después de haber fundado y edificado la Iglesia (de Roma), los bienaventurados apóstoles (Pedro y Pablo), transmitieron a Lino la carga del episcopado... Le sucedió Anacleto. Y después de él, en tercer lugar a partir de los apóstoles, el episcopado le correspondió a Clemente; quien había visto a esos mismos apóstoles y había estado en contacto con ellos: su predicación aún resonaba en sus oídos y su Tradición todavía estaba ante sus ojos... Bajo este Clemente se produjo una grave disensión entre los hermanos de Corinto. Entonces la Iglesia de Roma le envió a los corintios una importantísima carta para reconciliarlos en la paz, restablecer su fe y anunciarles la Tradición que recientemente habían recibido de los apóstoles...» (Ireneo de Lyon, Adversus Haereses III,3,3).
El episcopado de Clemente suele colocarse entre los años 92 y 101 (?). Mientras que la carta a los corintios es de fines del siglo I [entre el 96 y el 98](1).
Primera lectura: Virtudes de una comunidad cristiana (1,1--2,8)
«La Iglesia de Dios que habita en Roma a la Iglesia de Dios que habita en Corinto, a los que han sido llamados y santificados según la voluntad de Dios por Jesucristo nuestro Señor. Que la gracia y la paz les lleguen de parte de Dios todopoderoso en abundancia por Jesucristo.
A causa de las dificultades y calamidades que nos han sobrevenido repentinamente, una sobre otra(2), es muy tarde, a nuestro parecer, que nos volvemos a los asuntos que están en litigio entre ustedes, querido amigos. Esa aberración ajena a los elegidos de Dios, esa sublevación impía, sacrílega, atizada por algunos individuos orgullosos y presuntuosos, quienes han llegado a un tal grado de demencia que el nombre de ustedes, que era admirado, venerado, querido a todos los hombres ahora es muy despreciado.
¿Quién, en efecto, se detuvo entre ustedes sin reconocer que su fe era excelente y sólida, sin admirar su piedad discreta y clemente en Cristo, sin proclamar su generosidad en la práctica de la hospitalidad, sin hacer el elogio de su conocimiento perfecto y seguro? Por obraban en todo sin hacer acepción de personas, caminaban según las prescripciones de Dios, sometidos a sus jefes y dando a sus ancianos el honor que les corresponde. A los jóvenes los mantenían en la medida y la dignidad. A las mujeres les recomendaban cumplirlo todo con una conciencia irreprochable en la dignidad y en la pureza, amando a sus maridos como conviene. Ellas se mantenían en la regla de la subordinación y ustedes les enseñaban a gobernar su casa en la dignidad, y a observar en todo la discreción.
Todos ustedes eran humildes, sin jactancia, buscando más obedecer que mandar, más felices en dar que en recibir. Se contentaban con los viáticos que les daba Cristo y les bastaba; guardaban celosamente sus palabras en lo hondo de su ser.
Así, una paz profunda y gozosa les había sido dada a todos, junto a un insaciable deseo de hacer el bien, porque se había derramado sobre todos una abundante efusión del Espíritu Santo.
Estaban llenos de una santa resolución, con una hermosa buena voluntad y con una piedad plena de confianza elevaban sus manos a Dios todopoderoso, suplicándole misericordia si, por descuido, habían cometido alguna falta.
Combatían día y noche en favor de toda la comunidad de hermanos, para que en el afecto y comunión de sentimientos se salvara el número de sus elegidos.
Los unos para con los otros eran limpios, íntegros, sin odio. Toda pelea, toda división les causaba horror. Lloraban por las faltas de sus prójimos y consideraban sus caídas como propias. Nunca se arrepentían de haber hecho el bien, estaban dispuestos para toda obra buena (2 Tm 2,21; Tt 3,1). Su conducta era excelente y digna de veneración, y cumplían en el temor (de Dios) todas las cosas. Los mandamientos y los preceptos del Señor estaban escritos sobre toda la extensión de sus corazones».
Así, una paz profunda y gozosa les había sido dada a todos, junto a un insaciable deseo de hacer el bien, porque se había derramado sobre todos una abundante efusión del Espíritu Santo.
Estaban llenos de una santa resolución, con una hermosa buena voluntad y con una piedad plena de confianza elevaban sus manos a Dios todopoderoso, suplicándole misericordia si, por descuido, habían cometido alguna falta.
Combatían día y noche en favor de toda la comunidad de hermanos, para que en el afecto y comunión de sentimientos se salvara el número de sus elegidos.
Los unos para con los otros eran limpios, íntegros, sin odio. Toda pelea, toda división les causaba horror. Lloraban por las faltas de sus prójimos y consideraban sus caídas como propias. Nunca se arrepentían de haber hecho el bien, estaban dispuestos para toda obra buena (2 Tm 2,21; Tt 3,1). Su conducta era excelente y digna de veneración, y cumplían en el temor (de Dios) todas las cosas. Los mandamientos y los preceptos del Señor estaban escritos sobre toda la extensión de sus corazones».
Segunda lectura: texto completo con notas en la colección
“Fuentes Patrísticas” nº 4, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1994, pp. 68-155
Texto completo en castellano: http://www.mercaba.org/TESORO/clemente_de_roma.htm
“Fuentes Patrísticas” nº 4, Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1994, pp. 68-155
Texto completo en castellano: http://www.mercaba.org/TESORO/clemente_de_roma.htm
(1) Para completar esta noticia ver: http://www.mercaba.org/Benedicto%2016/AUDIEN/2007/CARTEL_AUDIENCIAS_2007.htm
(2) Alusión a la persecución del emperador Domiciano, que tuvo lugar entre los años 94/95 al 96.
(2) Alusión a la persecución del emperador Domiciano, que tuvo lugar entre los años 94/95 al 96.