OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (819)

Jesucristo Rey del universo

Hacia 1250

Salterio

Alemania

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía VIII sobre el Salmo 77 (78)

Introducción 

El verdadero rebaño, al que Dios guía para que no tema, es el pueblo fiel, el que no abandona a su Señor, incluso aunque quede reducido a un solo creyente (§ 4.1).

Para que no nos ataquen los lobos debemos permanecer unidos al rebaño. Al estar congregados con el rebaño el mar sepultará a nuestros “enemigos invisibles” (§ 4.2). 

Orígenes sostiene que existe una visión que no se muestra a los ojos del cuerpo, sino a los del alma. Es decir, una contemplación de las realidades incorpóreas (§ 4.3)[1].

La distribución de la heredad que, según el libro de Josué, fue hecha entre las tribus de Israel, es figura o símbolo de “la cuerda” que el Salvador utiliza para distribuirnos nuestra herencia, después de expulsar a los malos espíritus de nuestras personas (§ 5).

Text 

El rebaño es todo aquel que se mantiene en la fidelidad al Señor

4.1. Cuando, en efecto, te conviertes en un rebaño, Dios te guía en la esperanza. Porque Dios no guía a cada uno, sino que guía a todo el rebaño: “Y los guío en la esperanza y no tuvieron miedo[2]” (Sal 77 [78],53). Con esto no quiero decir que Dios nunca guía a cada uno. De hecho, cuando peque todo el pueblo y quede un solo justo, Dios guía a este solo, en vez de un rebaño. Tal fue el caso de Elías, quien afirma: “Los hijos de Israel te han abandonado, han asesinado a tus profetas, han derribado tus altares. Y yo he quedado solo” (1 R 19,10; Rm 11,3). Y puesto que había quedado solo y había perseverado en el culto a Dios, por esto el que guiaba al entero rebaño ha guiado a uno, considerándolo ser un rebaño. Por tanto, tú no temas si eres un rebaño: “[Dios] los guío en la esperanza y no tuvieron miedo” (Sal 77 [78],53).

El Señor nos libera de nuestras iniquidades

4.2. Los lobos, como nos enseña lo referente al pastoreo y aquellos que tienen experiencia sobre tales cosas, cuando atacan el rebaño, no pueden hacerlo si este está reunido; pero observan cuando alguna oveja se separa y se aleja del rebaño y entonces la agreden. Por consiguiente, como las ovejas más prudentes no se separan unas de otras, sino que se aseguran mutuamente la protección y el cuidado[3] del lugar de pastoreo para no exponerse a los ataques, de la misma manera también tú siempre estés con la Iglesia y no te separes del Pastor, para que el Pastor esté contigo: “Para que sean, como dice la Escritura, un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10,16). Y si estás así y no estás separado del rebaño, “el mar cubre a tus enemigos” (Sal 77 [78],53). El mar sensible cubre entonces a tus enemigos sensibles, pero el mar inteligible cubre a los enemigos invisibles, para que nada puedan contra ti siendo ahogados en el mar. Porque el verdadero Jacob (cf. Mi 7,20 LXX) nos quitará de encima nuestras iniquidades y las arrojará “en las profundidades del mar” (Mi 7,19).

El verdadero monte del Señor

4.3. Los enemigos, por consiguiente, que han obrado nuestro cautiverio serán cubiertos por el mar inteligible junto con los pecados, para que después de estos tú obtengas las promesas que dicen: “Los introdujo en el monte de su santuario” (Sal 77 [78],54)[4]. Entonces introdujo aquel pueblo sobre la montaña: “sobre el monte de su santuario” sensible, porque ellos realizaban las acciones en figura. Pero Él te ha introducido a ti sobre el monte del santuario, sobre el que dice el Apóstol: “Pero ustedes se han acercado al monte Sión y a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea de todo el pueblo[5]” (Hb 12,22). Éste es el verdadero monte del santuario de Dios, “el monte que su diestra adquirió” (Sal 77 [78],54). Y es verosímil que esto haya sido mostrado sensiblemente por el profeta en Sión, y todavía hoy este monte se muestra al intelecto que mira hacia un monte inteligible. Como mostrar algo corpóreo se ofrece a los ojos del cuerpo, así se ofrece también un mostrar inteligible para los ojos del alma, de forma que la mente ve la sustancia y la hipóstasis inteligible no lo declara una sensación irreal.

Una “cuerda de heredad”

5. “Y echó de la presencia de ellos a las naciones, y les repartió la herencia con cuerda de heredad” (Sal 77 [78],55). Echó, entonces, a las naciones de la presencia de ellos: los cananeos, los hititas, los amorreos y los demás [pueblos]. Pero ahora expulsa a las naciones delante nuestro: no a los cananeos corporales y tampoco a los hititas materiales y visibles y a los otros [pueblos]. Sin embargo, si comprendes “los espíritus de la maldad en las regiones celestiales” (Ef 6,12), para que tú heredes el reino de los cielos, son expulsados ante ti de las regiones celestiales aquellos que son los gentiles, en tanto que a ti te distribuye la herencia con cuerda de heredad, como aquella que hizo el Salvador: “Haciendo un azote de cordeles a todos echó del templo” (Jn 2,15). Él entreteje este azote con cordeles y, en primer término, te purifica, expulsando de ti aquellas cosas que hacen de la casa del Padre un mercado, las que hacen de la casa oración una cueva de ladrones (cf. Mt 21,13). Después de esto utiliza la cuerda para distribuir la heredad y cada uno de nosotros recibirá la heredad según una proporción. Símbolo de esto era aquello que se lee en Josué, el hijo de Navé, sobre la distribución de la heredad entre las tribus (cf. Jos 13—21).


[1] Cf. Origene, pp. 408-409, nota 10.

[2] O: no se acobardaron.

[3] Lit.: economía.

[4] El texto de la LXX lee: “Y los introdujo en su región de santidad, este monte que adquirió su diestra”.

[5] Panegyris, que puede también traducirse por: reunión festiva o reunión solemne.