OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (720)

María, Madre de Dios (Thetokos)

Siglo XII

Salterio

Shaftesbury, Inglaterra

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía IV sobre el Salmo 36 (37)

Introducción

Orígenes subraya la oposición que presenta el salmo entre el justo, que siempre es misericordioso y presta, y el pecador, que ni siquiera devuelve lo que ha recibido en préstamo (§ 5).

Para habitar en la morada que no es transitoria, es necesario tener la mirada puesta en la realidades invisibles, apartándonos del mal (§ 6).

El predicador propone a sus oyentes obrar siempre “con consejo y con juicio”, pues Dios no ama al que obra sin juicio. Esta reflexión tendrá una amplia acogida en el monacato cristiano prinitivo (§ 7).

La conclusión de la homilía no resulta de fácil comprensión. Sobre todo en la primera parte, Orígenes alude veladamemte a la redención (apocatástasis). Y señala como una sucesión de tiempos del presente a la eternidad. El Alejandrino suele distinguir el mundo/siglo, llamado “fin (plenitud) de muchos siglos” porque en él tiene lugar a redención, de los siglos pasados y futuros, hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co 15,28)”[1] (§ 8).

Texto 

El justo es misericordioso y presta 

5. Por tanto, “fui joven, pero he envejecido, y no he visto a un justo abandonado ni a su descendencia buscar el pan. El justo todo el día tiene misericordia y presta” (Sal 36 [37],25-26). En lo que precede se dice: “El pecador pide prestado y no devuelve” (Sal 36 [37],21); en cambio, aquí (se dice): “Todo el día el justo tiene misericordia y presta” (Sal 36 [37],26). Mira la oposición: aquel solo pide prestado, digo el pecador, pero incluso tomando en préstamo, no devuelve; en cambio, el otro presta no solo una vez o dos, sino que todo el día del tiempo de su vida el justo se compadece y presta, “y su descendencia será bendecida” (Sal 36 [37],26).

5. “Fui joven y envejecí, y no he visto a un justo abandonado, ni a su linaje buscando panes. Todo el día se compadece y presta” (Sal 36 [37],25-26). Más arriba se decía: “El pecador pide prestado y no devuelve” (Sal 36 [37],21). Aquí: “El justo se compadece todo el día y presta” (Sal 36 [37],26). Y mira cómo en las realidades contrarias hay semejanzas. No solo el pecador recibe en préstamo, sino que cuando recibe, no devuelve. En cambio, el justo no solamente no recibe en préstamo, sino que presta; y no solo una o dos veces, sino que presta todo el día; esto es, presta por compasión todo el tiempo de su vida; por lo que también su descendencia será bendecida (Sal 36 [37],26).

La morada eterna

6. “Apártate del mal”, y aprendiendo esto, “obra el bien y habita para siempre” (Sal 36 [37],27). No habites por cinco días, ni por diez, ni siquiera por años que se cuentan, sino que tu morada sea eterna. Harás esto, si miras “no las cosas visibles, sino las invisibles, pues las cosas visibles son transitorias, pero las invisibles son eternas” (2 Co 4,18).

6. “Apártate del mal y haz el bien, y habita por los siglos de los siglos” (Sal 36 [37],27). Escuchando esto, dice (el salmista), haz lo que es bueno y habitarás para siempre[2]; es decir, si obras conforme a lo que has aprendido, tu morada será eterna. Pues si miras “no a las realidades que se ven, sino a las que no se ven, porque las que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Co 4,18), habitarás por siempre[3].

Obrar con juicio

7. “Porque el Señor ama el juicio, y no abandonará a su santo” (Sal 36 [37],28). ¿Cómo ama el Señor el juicio? Nada que sea falto de juicio ama Dios. Por tanto, nada hagas sin juicio, sino escucha al que dice: “Haz todo con consejo” (Pr 31,4 LXX) y con juicio. 

7. “Pues el Señor ama el juicio y no abandona a sus santos” (Sal 36 [37],28). ¿De qué modo el Señor ama el juicio? Porque nada ante Él se hace sin juicio, nada sin razón. Así, por tanto, también tú, sabiendo que el Señor ama el juicio, haz todas las cosas con un juicio justo y verdadero, escuchando a aquel que te amonesta diciendo: “Haz todo con consejo” (cf. Si 32,19), “bebe el vino con consejo” (cf. Qo 9,7).

Conclusión 

8. “Con consejo”, pues “también el Señor no abandonará a sus santos, ellos serán preservados para siempre, pues habitarán para siempre” (Sal 36 [37],28-29 LXX). Por eso serán preservados para siempre”. En efecto, su ser preservados, con que son preservados al presente, se da por causa del tiempo futuro. A menos que no haya también un misterio en este pasaje: si entiendes por todo el tiempo, no es posible que un hombre que es digno de aquel tiempo caiga respecto de todo el tiempo. Pero si es posible que tal cosa suceda, cuando se cumpla aquel tiempo, comprenderemos sobre este (las palabras): Mas “la estirpe del impío será exterminada” (Sal 36 [37],28), y “los justos heredarán la tierra” (Sal 36 [37],29), la que heredan los mansos (cf. Sal 36 [37],11; Mt 5,4), “la tierra buena y abundante[4]” (Ex 3,8; Dt 8,7), “y habitarán en ella por los siglos de los siglos” (Sal 36 [37],29), no solo del siglo, sino por los siglos de los siglos, puesto que lo se da al justo es abundante. Pues por causa de los años del justo no recibe un siglo, sino los siglos de los siglos. Pero que yo digo que si progresa en la virtud y en la filantropía[5] llegará a glorificar a Dios por los siglos de los siglos. Amén[6].

8. “Y el Señor no abandona a sus santos, para siempre los protegerá” (Sal 36 [37],28). Como dice que habitará por los siglos (cf. Sal 36 [37],27), así también: “Los protegerá para siempre”. Aquí y allí, sin duda, considera el tiempo o siglo futuros, para el cual los santos son preservados, para perdurar consiguientemente en la eternidad.

“Los injustos serán castigados y la descendencia de los impíos perecerá. Pero los justos heredarán la tierra” (Sal 36 [37],28-29). Ya dijimos esto más arriba[7]: cuál es la descendencia de los impíos, cuando nos referimos a la palabra y a la doctrina, y a cómo será exterminada, pues toda mentira, como las tinieblas, es expulsada por la luz de la Verdad. 

“Pero los justos heredarán la tierra” (Sal 36 [37],29). Y esto también lo dijimos antes[8]: cómo los justos o los mansos consiguen la heredad de aquella tierra buena y vasta, y cómo la habitarán por los siglos de los siglos (Sal 36 [37],29), no solo en los siglos[9], sino por los siglos de los siglos. Ves cuán grande es la recompensa del Señor. Por una labor de treinta, o de cuarenta, o de cincuenta años a lo sumo, recibe el hombre una retribución no solo en este siglo, sino por los siglos de los siglos[10]. Pero si alguien permanece en el Verbo de Dios, y se adhiere a su Sabiduría, y permanece en la luz de la eternidad, también llegará a esto: dará gloria a Dios por los siglos de los siglos. Amén.

  


[1] Ibid., pp. 336-337, nota 21.

[2] Lit.: In saeculum.

[3] «Encontramos aquí la ambigüedad, en el NT y en Orígenes, de la palabra aion, traducida por saeculum y de su adjetivo aionios vertido por aeternus. Ambas significan un largo período de tiempo, y la eternidad concebida como un tiempo sin fin… Esta ambigüedad explica las hesitaciones de Orígenes a propósito de la eternidad de las penas de la Gehena. Aion incluso puede tener el significado de “mundo”» (SCh 411, pp. 216-217, nota 1).

[4] Lit.: mucha (pollen); o: espaciosa.

[5] O: el amor por (o: hacia) los hombres.

[6] Advertir la ausencia de la acostumbrada doxología (Origene, p. 337, nota 21).

[7] Cf. Hom. 36 IV,3.9.

[8] Cf. Hom. 36 II,4.3.

[9] Rufino escribe saeculum en singular, lo que se explica por la ambigüedad de la palabra aion/saeculum (SCh 411, p. 219, nota 4).

[10] Cf. Atanasio de Alejandría, Vida de Antonio, 16.7: “Si perseveramos en la ascesis durante todos estos ochenta, o incluso cien años, no reinaremos por un periodo igual a estos cien años, sino que en lugar de cien años reinaremos por los siglos de los siglos” (SCh 400, p. 181).