OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (707)

El evangelista san Lucas

Siglo XIII

Evangeliario

Nicomedia, Turquía

Orígenes, Homilías griegas sobre los Salmos

Homilía III sobre el Salmo 36 (37)

Introducción

Al comienzo del cuarto párrafo, Orígenes propone una segunda explicación del versículo catorce del salmo que está comentando. Buscará, entonces, ofrecer una interpretación semejante a la dada respecto de los rectos de corazón, a partir del texto evangélico, según san Lucas, de las bienaventuranzas (§ 4.1).

Orígenes amplia su explicación de la parte final del versículo catorce señalando que, en cierto modo, derramamos la sangre de nuestros hermanos cuando los escandalizamos (§ 4.2).

Cuando somos escandalizados por alguna hermana o por algún hermano la responsabilidad recae en quien “derrama nuestra sangre”. Pero, al contrario, cuando somos nosotros quienes derramamos la sangre de nuestros hermanos, de nuestras hermanas, somos responsables del tropiezo que les ponemos. Y nuestra responsabilidad estará en proporción directa con la importancia del servicio que nos ha confiado la comunidad eclesial (§ 4.3-4).

Texto

“Bienaventurados los pobres”

4.1. Por consiguiente, “los pecadores han desenvainado la espada, han tensado su arco para derribar al pobre y al necesitado” (Sal 36 [37],14). Y recientemente ha sido dicho sobre el pobre y el necesitado: (los pecadores) golpean sobre todo a los pobres y a los necesitados[1]. Pero también se lo puede exponer en una segunda forma: no era suficiente dar muerte a los rectos de corazón (cf. Sal 36 [37],14), contra los rectos de corazón hay también una confabulación. Por tanto, debemos buscar una explicación análoga a la de los rectos de corazón para los pobres y los necesitados. ¿No es cierto, en efecto, que los pobres y los necesitados son hermanos de los rectos de corazón? Porque Jesús declara bienaventurados a los pobres, diciendo sobre ellos: “Bienaventurados los pobres, pues de ustedes es el reino de Dios” (Lc 6,20).

La sangre derramada

4.2. “Los pecadores, en consecuencia, han desenvainado la espada, han tensado su arco para abatir al pobre y al necesitado, para dar muerte[2] a los rectos de corazón” (Sal 36 [37],14). Si ves que alguien es escandalizado, y lo ves presa del pecado, advierte que este es degollado y corre su sangre, pues ha perecido su fuerza vital. Y si en el Génesis se dice: “Reclamaré la sangre de sus almas a cada hermano y a cada animal[3], no pensar que esto se diga sobre la sangre (física) cuanto sobre la sangre espiritual[4]. Pues cuando escandalizas a alguien y se derrama la sangre del que es escandalizado y su fuerza vital se pierde al ser derramada, al hermano se le reclamará la sangre. ¿Por qué también la de un animal?

4.1-2. Por medio de lo que (el profeta) agrega: “Para matar a los rectos de corazón” (Sal 36 [37],14), cuando antes había dicho: “Para abatir al necesitado y al pobre” (Sal 36 [37],14), ha unido los pobres a los rectos de corazón. Pienso que a estos también el Señor de manera semejante los une en el Evangelio; donde, en efecto, dice: “Bienaventurados los pobres” (Mt 5,3; Lc 6,20), allí también proclama bienaventurados a los puros de corazón (cf. Mt 5,8), y considero que nada separa a los puros de corazón de los rectos de corazón. Y he aquí en qué sentido ellos son asesinados. Si alguien íntegro de espíritu y de deseo viene a la Iglesia para progresar, para hacerse una mejor persona, y si este nos ve, a nosotros que ya hace mucho tiempo que estamos en la fe, o no obrando rectamente, o hablando de forma que escandalizamos, nos convertimos para él en ocasión de pecado. Y cuando ha pecado, ha sido asesinado, fluye la sangre de su alma, se va de él toda la fuerza vital.

“Reclamaré su sangre”

4.3. Cuando un creyente te escandaliza, es al hermano a quien le será reclamada la sangre: quien ha derramado tu sangre es tu hermano. Por esto se dice: “Reclamaré la sangre de la mano del hermano” (Gn 9,5). En cambio, verdaderamente cuando una fuerza salvaje, malvada y enemiga, y un hombre ajeno a la fe de los cristianos quieren golpearte y consiguen derramar la sangre de tu alma, es un animal al que Dios, en segundo lugar, reclamará tu sangre. En efecto, la sangre del hermano no es versada, en primer lugar, por el animal sino por el hermano, pero se reclama la sangre aquella que ha sido derramada[5]. Mira también en Ezequiel: la Palabra dice que hay un centinela puesto por Dios y afirma que el centinela, si hace estas cosas, no será responsable de la sangre de quien ha pecado, del que ha escuchado. Pero si el centinela no ha hecho lo que le fue ordenado, dice (la Escritura), será responsable del pecado de aquel que se ha perdido: “Reclamaré su sangre de la mano del centinela” (Ez 3,18). Por eso, todos nosotros temamos que, tal vez, nos sea reclamada la sangre de alguien. Pero es necesario que tema todavía más el centinela, pues el profeta dice especialmente: “Reclamaré su sangre de la mano del centinela” (Ez 3,18).

4.2-3. Y si oyes lo que se dice en el Génesis: “Pediré cuentas de la sangre de sus almas a todo hermano y a todo animal” (Gn 9,5), no pienses que lo prescribe principalmente sobre la sangre corporal cuanto sobre la sangre del hombre interior; es decir, sobre la vida del alma y la sangre espiritual. Porque la sangre del alma de quien ha sido escandalizado se derrama cuando cae en el pecado, y por eso (el Señor) ha dicho que pedirá cuentas de su sangre a su hermano. ¿Y por qué también (pedirá cuentas) a un animal? Si es un creyente el que te ha escandalizado, es al hermano a quien debes pedir cuentas de tu sangre. Pues es tu hermano quien ha derramado tu sangre, y por eso se dice: “De la mano de tu hermano pediré cuentas de la sangre” (Gn 9,5). Pero cuando una potestad contraria, cruel y malvada, insidia al hombre, y es un no creyente el que lo insidia, si logra derramar la sangre de tu alma, es decir, precipitarte en el pecado, es un animal a quien el Señor le pedirá cuentas de tu sangre. Además, el profeta Ezequiel, cuando dice que ha sido puesto como centinela para la casa de Israel (cf. Ez 3,17), si anuncia la llegada de la espada, no es responsable de la sangre derramada; si no lo anuncia, es responsable de la sangre (cf. Ez 3,18-19). Y en la Ley, cuando se dice: si hizo esto y aquello, será inocente de la sangre (cf. Dt 21,8-9), sin duda también aquí designa la sangre del alma derramada por el pecado. Por eso, entonces, temamos todos, no sea que, tal vez, nos sea reclamada la sangre de quien que ha sido escandalizado, como lo manifiesta el profeta.

4.4. Sea esto dicho sobre las palabras: “Han tensado su arco para abatir al pobre y al necesitado” (Sal 36 [37],14). Pues era necesario retomar la explicación y decir algo más profundo después de la exégesis más simple. “Para asesinar a los rectos de corazón” (Sal 36 [37],14), era necesario mostrar quién es asesinado y cuya sangre es derramada, o bien quién es responsable de su sangre.

4.4. Nos pareció conveniente repetir esto para mostrar de modo más pleno cómo “los pecadores desenvainaron la espada y tensaron su arco” (Sal 36 [37],14), y que fue al pobre a quien ellos abatieron, y cómo son asesinados los rectos de corazón, y que es la sangre de ellos la que es derramada.

 



[1] Cf. la Homilía II sobre el salmo 36, 8.3: «“Han tensado el arco para derribar al pobre y al necesitado” (Sal 36 [37],14). Los pecadores saben que no pueden derribar al rico. Por eso ni siquiera comienzan a lanzarse sobre él, sino que toda la maquinación es contra el pobre, como el león que está al acecho, “acecha para atrapar al pobre” (Sal 9,30 [10,9]). Por esto, puesto que su propia riqueza es el rescate de un hombre, y el pobre no se somete a una amenaza (cf. Pr 13,8), hagámonos ricos en la palabra (cf. 1 Co 1,5), en la sabiduría, en las buenas obras (cf. 2 Co 9,8), desechando la riqueza del pecado, para que podamos estar protegidos y seguros contra las flechas del Maligno, extinguiéndolas a todas con el escudo de la fe (cf. Ef 6,16), mediante Cristo Jesús, nuestro Salvador, a quien sea la gloria y el poder por los siglos. Amén».

[2] El verbo es sphazo, que también puede traducirse: degollar, inmolar, matar, asesinar.

[3] O más literalmente: a todo hermano y a todo animal.

[4] Lit.: inteligible (voetoy).

[5] Dios pedirá cuentas tanto a las potestades malvadas cuanto a los hombres ajenos a la fe cristiana. Pero tiene precedencia el pedido de cuentas, en las relaciones fraternas, a quien se confiesa cristiano (cf. Origene, p. 278, nota 7).