OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (549)
La parábola del hijo perdido y encontrado
Siglo XII
Salterio
Canterbury (Inglaterra)
Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números
Homilía XXIII (Nm 28,1–29,39)
Quinta festividad: los Ácimos
7.1[1]. Después de ésta, o más bien a continuación de ésta, sigue la festividad de los Ácimos (cf. Nm 28,17), que celebrarás dignamente si exterminas de tu alma todo fermento de maldad y custodias los ácimos de la sinceridad y de la verdad (cf. 1 Co 5,8). Porque no hay que pensar que el Dios Omnipotente escribió leyes para los hombres referentes a la levadura y por eso manda exterminar del pueblo un alma[2] (cf. Nm 9,13), si tal vez se le sorprende teniendo en su casa algo de este fermento, espolvoreado[3] de harina, y que esta preocupación fuera tan acuciante a la majestad divina como para que por causa de este fermento a tal punto se diga ofendida, que el alma, que Él hizo a su imagen y semejanza (cf. Gn 5,3), por esto mande que sea exterminada y rechazada, no me parece que sea ésta una interpretación digna de las leyes divinas; sino que aquello que más horroriza y con razón horroriza a Dios, es que el alma se fermente con un espíritu de malicia o de ira o de maldad y se ensoberbezca para acciones vergonzosas.
La celebración cristiana de la fiesta de los Ácimos
7.2. Dios no quiere que haya estas cosas en el alma; y, a no ser que alejemos de la casa de nuestra alma tal fermento, con razón seremos exterminados. Pero no te descuides, aunque veas fermentar dentro de ti una pequeña malicia, porque un poco de levadura corrompe toda la masa (cf. 1 Co 5,6; Ga 5,9); y por eso no pases por alto un pequeño pecado, porque de un pecado se genera otro. Puesto que, como de la justicia se engendra justicia y de la castidad se engendra castidad -porque, si alguien en un principio comienza a ser delicadamente casto, aceptada la levadura de la castidad, se vuelve cada día más casto- así también quien ponga dentro de sí aunque sólo sea un poco de levadura de malicia, cada día se hace a sí mismo más malo y despreciable. Por eso, si quieres celebrar la festividad de los Ácimos con Dios, no soportes que resida dentro de ti ni el más pequeño fermento de malicia.
Sexta festividad: las Primicias
8. Después de ésta, sigue la sexta festividad, que se llama de los (Frutos) Nuevos, es decir, cuando se ofrecen las primicias de los nuevos frutos. Porque cuando hubiere sido sembrado el campo y diligentemente cultivado y hubiera llegado a la madurez la mies, entonces se celebra la fiesta del Señor en la sazón de los frutos[4]. Por tanto, si también tú quieres celebrar con Dios el día de fiesta de los (Frutos) Nuevos, mira cómo siembras y dónde siembras, para que puedas recoger frutos tales que hagas alegrarse a Dios y celebrar el día de fiesta. No podrás cumplirlo de otro modo que escuchando al Apóstol, que dice: “Quien siembra en el Espíritu, del Espíritu cosechará la vida eterna” (Ga 6,8). Si así siembras y así cosechas, celebrarás de verdad el día de fiesta de los (Frutos) Nuevos. Por eso en seguida también amonesta el profeta diciendo: “Renuévense, y no siembren sobre espinas” (Jr 4,3)[5]. Quien, por consiguiente, renueva de día en día su corazón y el hombre interior, ése crea cosas nuevas[6] y no siembra sobre espinas, sino sobre tierra buena, que le dé como fruto el treinta, el sesenta o el ciento por uno (cf. Mt 13,8). Éste es, en efecto, el que siembra en Espíritu y recoge los frutos del Espíritu (cf. Ga 6,8). El primero de todos los frutos del Espíritu es el gozo (cf. Ga 5,22)[7]. Y celebra dignamente el día de la fiesta de los Nuevos frutos el que recoge alegría, especialmente si recoge también paz y paciencia, y bondad y mansedumbre (cf. Ga 5,22); y, si recoge otros frutos semejantes a éstos, celebrará dignísimamente para el Señor la fiesta de los Nuevos frutos.
Séptima festividad: los Séptimos (Sábado de los Sábados)
9. Viene después la festividad de los Séptimos. Porque así como a lo largo de los días se observa el Sábado y es festividad, así también entre los meses, el séptimo mes es Sábado de los meses (cf. Nm 29,1). Se celebra, por tanto, en él la festividad que se llama Sábado de los sábados, y se hace en el día primero del mes la memoria de las Trompetas. Pero ¿quién hay que celebre la festividad de la memoria de las Trompetas, a no ser el que puede confiar a la memoria y guardar en el tesoro de su corazón (cf. Lc 6,45) las escrituras proféticas, evangélicas y apostólicas, que resuenan como una trompeta celestial? Quien, por consiguiente, hace esto y medita día y noche en la ley del Señor (cf. Sal 1,2), ése celebra la festividad de la memoria de las trompetas. Pero también si alguien puede merecer aquellas gracias del Espíritu Santo por las cuales fueron inspirados los profetas, y decir salmodiando: “Toquen la trompeta al comienzo del mes, en el día insigne de su solemnidad” (Sal 80 [81],4), y quien sabe alegrarle con salmos (cf. Sal 104 [105],2), celebra la solemnidad de las Trompetas de un modo digno para Dios.
[1] La división de este párrafo no se encuentra en la ed. de SCh.
[2] LXX: … esa persona será exterminada de su pueblo. Vulgata: exterminabitur anima illa de populis suis.
[3] Conspersus (conspergo): rociado, humedecido.
[4] Lit.: en la perfección de los frutos (in fructuum perfectione).
[5] La Vulgata lee: Novate vobis novale; y la LXX: Renuévense para ustedes mismos unos campos nuevos.
[6] Lit.: innova cosas nuevas (innovat novalia).
[7] El texto de Ga en realidad pone en primer lugar el amor.