OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (429)

La Ascensión del Señor

Siglo IX

Sacramentario

París

Orígenes, Veintiocho homilías sobre el (libro) de los Números

Homilía I (Nm 1,1-54)

La fuerza de Israel

2.1. “Y habló, dice (la Escritura), el Señor a Moisés en el desierto del Sinaí” (Nm 1,1), esto es todas aquellas cosas que, en una narración sintética, hemos incluido arriba, donde se manda censar desde los veinte años en adelante a todo el que marcha con la fuerza de Israel (cf. Nm 1,3). Por tanto, si alguien marcha con fuerza[1], pero no de cualquier fuerza, esto es con la fuerza de los egipcios o la de los asirios o la de los griegos, sino con la fuerza de Israel, ése se enumera ante Dios. Porque existe una fuerza del alma, que enseñan los filósofos griegos; pero esta no pertenece al número de Dios, puesto que no se ejerce por Dios, sino por la gloria humana. Existe también la fuerza de los asirios o de los caldeos, que se divulga en los estudios de astrología; pero no esta no es la fuerza israelítica, y por eso no pertenece a Dios. Existe también una fuerza de los egipcios, en la que ellos llaman sabiduría secreta, pero ella no entra en el cálculo de Dios. Sólo se enumera ante Dios la fuerza israelítica, esto es, aquella fuerza que es enseñada por Dios, que se aprende mediante las divinas Escrituras, que es transmitida por la fe evangélica y apostólica. Y por eso dice que sólo se enumeren aquellos que forman marchan con la fuerza de Israel.

Las etapas de la historia de salvación después de la salida de Egipto

2.2. Pero también consideremos qué es aquello de que el pueblo no se enumere inmediatamente después de haber salido de Egipto, porque todavía lo perseguía el faraón (cf. Ex 14,6 ss.). Pero, ni siquiera cuando, pasando el Mar Rojo, llegó al desierto, se dice que se enumere; puesto que aún no habían sido probados, todavía no habían sido atacados por el enemigo. Luchan contra Amalec y vencen (cf. Ex 17,8 ss.), pero ni siquiera entonces se enumeran, porque no basta una victoria para tender hacia la perfección. Reciben el alimento del maná (cf. Ex 16,14 ss.) y sacan la bebida de agua de la piedra que les seguía (cf. Ex 17,6 ss.; 1 Co 10,4), pero ni siquiera entonces se cuentan; puesto que con esto aún no habían hecho crecer en ellos las (realidades) adecuadas para conducir a los números. Se construyó el “Tabernáculo del Testimonio” (cf. Ex 36,1 ss.), pero ciertamente ni con esto había llegado el tiempo de censar al pueblo. Se da la Ley por medio de Moisés (cf. Lv 1,1 ss.), se transmite la costumbre de los sacrificios, se enseña el rito de las purificaciones, se establecen las leyes de santificación y los misterios, y entonces el pueblo es conducido al censo, por orden de Dios.

Las exigencias del progreso espiritual

2.3. Graba esto, oyente, dos y tres veces en tu corazón (cf. Pr 22,20). Mira cuántas cosas te han de pasar, cuántas habrás de soportar, cuántos progresos, cuántas tentaciones, cuántos combates habrás de librar y deberás vencer para que puedas pertenecer al divino número, de modo que tengas parte en algún cómputo ante Dios, para que seas considerado digno de ser enumerado entre las santas tribus, para que puedas ser inspeccionado e inscrito en las listas de los números por los sacerdotes de Dios, Aarón y Moisés. Deberás ante todo recibir la ley de Dios, la ley del Espíritu Santo, ofrecer los sacrificios, cumplir con las purificaciones, realizar todo lo que enseña la ley del Espíritu, para que puedas pertenecer algún día al número de los israelitas.



[1] Lit.: avanza en la fuerza (procedit in virtute), que es una versión literal del texto de la LXX.