OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (414)
El sermón de la montaña
Segunda mitad del siglo XIX
París
Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico
Homilía XIII: Sobre los días de fiesta, la lámpara, el candelabro, el aceite para la luz, la mesa y los panes de la proposición
Las dos filas de panes
5. Pero veamos ahora de qué forma se disponen esos doce panes: “Dos filas, dice, seis panes en cada fila” (cf. Lv 24,6). ¿Piensas acaso que es ociosa esta división? ¿Por qué el número doce es dividido en dos veces seis? Porque el número seis tiene cierto parentesco con este mundo; puesto que en seis días fue creado este mundo visible. Por eso se encuentran en este mundo dos órdenes, esto es dos pueblos que observan la fe en el Padre, en el Hijo, en una Iglesia, como en una mesa pura.
El incienso sobre los panes
“Y se pondrá, dice, sobre cada fila incienso puro” (Lv 24,7). La calidad del incienso simboliza la oración. Conviene, por tanto, unir a los panes de la fe la vigilancia y la pureza de las oraciones. Pero es pura la oración si aquella de la que dice el Apóstol: “Elevando las manos puras, sin ira ni discusiones” (1 Tm 2,8). Al mismo tiempo, también la suavidad del olor hace que se cumpla aquello que está escrito: “Que se eleve mi oración como incienso en tu presencia” (Sal 140 [141],2). Por tanto, si quien ofrece oraciones a Dios, no tiene sin embargo la conciencia pura de las malas obras, parece que pone sin duda incienso sobre los panes, pero no totalmente puro. Porque si todo incienso fuera puro, no agregaría la Escritura: incienso puro se pondrá sobre los panes de la proposición ante el Señor (cf. Lv 24,7-8). No pienses, en efecto, que Dios omnipotente manda esto y sanciona esta ley para que el incienso sea traído de Arabia. Mas este es el incienso que Dios quiere que le ofrezcan los hombres, del cual acepta el olor de suavidad (cf. Ex 29,41): las oraciones de un corazón puro y de una buena conciencia, en las cuales Dios recibe verdaderamente un ardor de suavidad.
En conmemoración
“Y los panes, dice (la Escritura), serán colocados en conmemoración ante el Señor. En el día sábado se los dispondrá” (Lv 24,7-8). Si todavía no es claro para ti que estos panes son la palabra de Dios, estas palabras ahora te lo confirman. ¿Qué es, en efecto, lo que constituye para nosotros una conmemoración de Dios? ¿Qué es lo que nos llama de nuevo a la memoria de la justicia y de todos los bienes de la palabra de Dios? Por eso, en efecto, dice que serán colocados en conmemoración ante el Señor (cf. Lv 24,7). Agrega asimismo: “En el día sábado” (Lv 24,8), esto es en el descanso de la almas. ¿Y qué mayor reposo para el alma fiel que la memoria de Dios, que vivir en presencia del Señor, que permanecer en la fe del Padre y del Hijo, que ofrecer oraciones al Señor como un suave olor?
El alma: lugar santo
“Será, dice, una alianza eterna para Aarón y sus hijos, y lo comerán en un lugar santo” (Lv 24,8-9). Aarón y sus hijos son una raza elegida, una raza sacerdotal (cf. 1 P 2,9) que somos todos los que creemos en Cristo (cf. 1 P 2,25), a quienes se les da de parte de Dios está porción de las cosas santas. Pero el lugar santo yo no lo busco como ubicado en la tierra, sino en el corazón. Porque se llama lugar santo al alma racional, por lo cual también dice el Apóstol: “No le den lugar al diablo” (Ef 4,27; St 4,7). Por consiguiente, mi alma es el lugar, si obro mal, del diablo; si obro bien, de Dios. Por eso también se dice: «El espíritu maligno, cuando sale de un hombre, recorre los lugares áridos y no encuentra reposo, entonces dice: “Vuelvo a mi lugar, de donde salí”» (Mt 12,43. 44). Por ende, el lugar santo es el alma pura.
El alimento de la palabra de Dios se recibe en el alma
Es en ese lugar que se nos ordena comer el alimento de la palabra de Dios. Porque incluso no conviene que un alma no santa reciba las santas palabras, sino cuando se haya purificado de toda mancha de la carne y de las costumbres; entonces hecha un lugar santo tome el alimento de aquel pan que “desciende del cielo” (cf. Jn 6,41). ¿No es mejor comprender así el lugar santo, que pensar que una estructura de piedras insensibles sea llamada lugar santo? Por donde también del mismo modo se te propone esta ley, para que cuando recibas el pan místico lo comas en un lugar puro, esto es, que no recibas en un alma impura y manchada por el pecado el sacramento del cuerpo del Señor. Puesto que: “Cualquiera que coma, dice (el Apóstol), el pan y beba el cáliz del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor. Pero que cada uno se examine y entonces coma del pan beba del cáliz” (1 Co 11,27).
La palabra de Dios es muy santa
“Porque son realidades muy santas” (Lv 24,9). Ves de qué forma no dice sólo santas, sino muy santas, como si dijera: esta comida santa no es la común de todos ni la de algún indigno, sino la de los santos. Cuanto más decimos esto rectamente y con razón de la palabra de Dios: esta palabra no es para todos; no cualquiera puede entender el misterio de esta palabra, sino solamente los santos que son puros en el espíritu, que “son puros de corazón” (cf. Mt 5,8), que son simples de alma (cf. Gn 20,6), de vida irreprensible, de conciencia libre: de estos es comprender la palabra, ellos mismos pueden explicar estos misterios. “A ustedes, en efecto, se les ha dado, dice (el Señor), conocer los misterios del reino de Dios, en cambio a ellos no” (Mt 13,11), esto es, a los que no lo merecen, que no son tales como para merecerlo, ni pueden ser capaces de comprender los misterios, a ellos no se les puede dar ese pan sacerdotal que es la palabra secreta y mística, sino en parábolas (cf. Mt 13,13), (el pan) común para la multitud.
Permanecen las realidades eternas
“Será una ley perpetua” (Lv 24,9). Porque es una ley perpetua todo lo que es místico. Puesto que las cosas presentes y visibles por todas partes son temporales y pronto terminan: “Pasa, en efecto, el aspecto exterior de este mundo” (1 Co 7,31). Que si pasa el aspecto exterior de este mundo, sin duda también el de la letra pasa, y permanecen las realidades que son eternas, aquellas que contienen el sentido espiritual. Por tanto, si comprendimos en primer lugar cómo Dios habla a Moisés y Moisés a los hijos de Israel (cf. Lv 24,1); en segundo término, también la explicación del candelabro puro, de las lámparas y su aceite (cf. Lv 24,4); en tercer lugar, si comprendimos asimismo, según la voluntad del Espíritu, los panes de la proposición hechos cada uno con dos décimas (cf. Lv 24,5): esforcémonos, de modo que también nosotros no seamos indignos de esa comprensión tan grande y tan sublime, sino a hacer de nuestra alma ante todo un lugar santo, y recibamos en el lugar santo los santos misterios por la gracia del Espíritu Santo, por el cual es santificado todo lo que es santo. “A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (cf. 1 P 4,11; Ap 1,6).