OBRAS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA (379)
La resurrección del hijo de la viuda de Naím
1250
Evangeliario copto-árabe
El Cairo, Egipto
Orígenes, Dieciséis homilías sobre el Levítico
Homilía VII: La prohibición de beber vino y bebidas fermentadas a Aarón y sus hijos cuando ofician en la carpa del encuentro
Es necesario purificar lo que encontramos de bueno entre los no creyentes
Pero en verdad, también yo frecuentemente partí a la guerra contra mis enemigos y vi allí, en el botín, una mujer hermosa (cf. Dt 21,10. 11). Porque todo lo que encontramos bien y razonablemente dicho entre nuestros enemigos, si entre ellos leemos algo dicho sabiamente y con inteligencia, debemos purificarlo y sacarlo de la ciencia que es propia de ellos[1], y cortar todo lo que está muerto y es inútil -puesto que eso son todos los cabellos de la cabeza y las uñas de la mujer tomada de entre los despojos de los enemigos-, y así finalmente hacerla nuestra esposa, cuando ella ya nada tenga de lo que se dice muerto por causa de la infidelidad: nada muerto tenga en la cabeza, nada en las manos, de modo que ni en los pensamientos ni en las acciones produzca algo impuro o muerto. En efecto, las mujeres de nuestros enemigos no tienen nada puro, porque ninguna sabiduría hay entre ellos que no esté mezclada con alguna impureza.
Cortar las uñas
Sin embargo, quisiera que los judíos me digan cómo entre ellos se observan esas (prescripciones). ¿Qué causa, qué razón hay para dejar calva una mujer y cortar sus uñas? Supongamos, por ejemplo, que quien la encuentra así, dice que la halló sin que tuviera cabello ni uñas: ¿qué debería, según la ley, cortarle? En cambio, nosotros, para quienes la milicia es espiritual y “las armas no son carnales, sino potentes ante Dios para destruir los sofismas” (cf. 2 Co 10,4), si una mujer bella fuera encontrada entre nuestros enemigos, una disciplina racional, la purificaríamos del modo dicho más arriba. Por tanto, conviene que, quien es puro, no sólo tenga la pezuña partida, y no sólo discierna las acciones y las obras del siglo presente y del futuro, sino que también se quite las uñas, o como leemos en otra parte, las corte (cf. Dt 21,12), para que, “purificándonos de las obras muertas” (cf. Hb 9,14), permanezcamos en la vida.
Los peces puros tienen aletas y escamas
Esas son ciertamente las generalidades que se dicen sobre los animales; pero de aquellos que están en el agua, porque se dice que si tienen “aletas y escamas” (cf. Lv 11,9-10), son puros, pero si no las tienen (s0n) impuros y no deben comerse, con esto quiere mostrarse que si se está en esas aguas, situado en el mar de esta vida y en las olas del siglo, sin embargo, al menos debe obrar para que no se hunda en la profundidad de las aguas, como esos peces de los que se dice que no tienen aletas ni escamas. Puesto que la naturaleza de ellos se muestra en que siempre permanecen en lo profundo y cerca del cieno; así son las anguilas y otros semejantes, que no pueden ascender a la alto del agua ni llegar a las partes superiores. Pero aquellos peces que son ayudados por las aletas y están munidos de escamas ascienden mejor a las partes superiores y se aproximan más a este aire (nuestro), como quienes buscan la libertad de respirar[2]. Por tanto, tal es (la naturaleza) de cada santo, que encerrado en la red de la fe y llamado por el Salvador pez bueno y puesto en el canasto (cf. Mt 13,47. 48), como teniendo aletas y escamas. Porque si no tuviera aletas, no se habría levantado del cieno de la incredulidad, ni habría llegado a la red de la fe. ¿Pero qué significa que se diga que tiene escamas, sino que está preparado para deponer las viejas vestiduras (cf. Ef 4,22)? Puesto que los que no tienen escamas, como si fueran íntegramente de carne y totalmente carnales, nada pueden deponer. Por consiguiente, si alguien tiene aletas nada hacia las realidades superiores: es puro; pero quien no tiene aletas, sino que permanece en las realidades inferiores y se mueve siempre en el cieno: es impuro.
Las águilas y los buitres: aves impuras
De modo semejante (sucede) con las aves. “No comerás, dice (la Escritura), éstas porque son impuras: el águila y el buitre” (cf. Lv 11,13), y las demás semejantes a éstas. Porque esas aves siempre se alimentan de cuerpos muertos y viven de los cadáveres[3]. Por tanto, todos los que organizan la vida de este modo, deben ser tenidos por impuros. Yo pienso que también hay que enumerar entre estos a quienes acechan las muertes ajenas y substituyen por un ardid o un fraude los testamentos. Porque a esta clase de hombres con razón se los llama buitres o águilas, como ávidos de cadáveres. Conozco también otros volátiles que viven de la rapiña. Éstas son las personas que ciertamente son racionales e imbuidas en las enseñanzas liberales o en las disciplinas intelectuales, parecen volátiles, puesto que leen y buscan o sobre el orden del cielo, o sobre qué modo el mundo es gobernado por la providencia de Dios; por ello se los llama volátiles. Pero si estos hombres obran inicuamente, actuando contra la ley, saqueando a los prójimos, aunque en sus palabras la erudición parezca ser del cielo, realizan acciones carnales y obras de muerte, por lo que rectamente son llamados buitres o águilas, que desde lo alto caen sobre las carnes muertas y fétidas. A estos se parecen también la rapacidad del gavilán y de todos los demás; de entre los cuales algunos son volátiles dedicados a la rapacidad; en cambio, otros no (son) tan rapaces cuanto amantes de la obscuridad y las tinieblas. “Porque todo el que hace el mal odia la luz y no va hacia la luz” (Jn 3,20), como que son búhos y murciélagos, y otros que la Ley declara impuros (cf. Lv 11,17. 19).
Conclusión
De todos ellos guardémonos por medio de la observancia espiritual, y deseemos alimentarnos con animales puros; hagámonos también a nosotros mismos limpios y puros, por Cristo nuestro Señor, por quien sean a Dios Padre con el Espíritu Santo gloria y poder por los siglos de los siglos. Amén (cf. 1 P 4,11; Ap 1,6).