DOMINGO 2º DE ADVIENTO. Ciclo "C"

San Juan Bautista. 1634. Alonso Cano. Sevilla, España.

 

Salmo 125 (126)

ORANDO [CON] EL SALMO RESPONSORIAL

Entonces el ángel del Señor dijo: “Señor de los ejércitos, ¿hasta cuándo esperarás para compadecerte de Jerusalén y de las ciudades de Judá, contra las cuales estás irritado desde hace setenta años?” (Za 1,12). En cuanto al hecho de suplicar con mucha pena a Dios para que se compadezca de Jerusalén y de las ciudades de Judá cuando ya está a punto de cumplirse el septuagésimo año, lo interpretan en el sentido de que cuando venga la verdadera paz y se cumpla la observancia de los sábados y el número de las siete décadas, es decir, el año septuagésimo, ni Jerusalén, que significa visión de paz, y representa a la Iglesia, ni las ciudades de Judá, o sea las almas que confiesan a Dios, habrán recibido la libertad completa. Finalmente el Señor responde con palabras buenas y llenas de consuelo (cf. Za 1,13), palabras que ahora vemos en parte y en parte profetizamos (cf. 1 Co 13,12); pero cuando llegue lo que es perfecto, se acabará lo parcial y, liberados de la Babilonia de este mundo, clamaremos: Al cambiar el Señor la cautividad de Sión, hemos recibido consuelo (Sal 125,1) (Jerónimo Presbítero, Comentario al profeta Zacarías I,8-13).

 

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

¡ El Señor ha estado grande con nosotros!

{espirando}

¡estamos alegres!

 

El ser humano no se mantiene en pie gracias a sus riquezas, ni debido a su sabiduría, ni menos aun, gracias a sus propias fuerzas.

¿Y, entonces, qué es lo que le permite mantenerse en pie? 

¡Su oración!

(Midrash Tehillim 142,1)

  

Leccionario: Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6 (R: 3)

Liturgia de las Horas: Salmo 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

1[Canto de peregrinación-de las subidas]

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía que soñábamos:

nuestra boca se llenó de risas

y nuestros labios, de canciones

 

Hasta los mismos paganos decían:

“¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”

¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros

y estamos rebosantes de alegría!

 

¡Cambia, Señor, nuestra suerte

como los torrentes del Négueb!

Los que siembran entre lágrimas

cosecharán entre canciones.

 

El sembrador va llorando

cuando esparce la semilla,

pero vuelve cantando

cuando trae las gavillas.

.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,

nos parecía soñar:

la boca se nos llenaba de risas,

la lengua de cantares.

 

Hasta los gentiles decían:

«El Señor ha estado grande con ellos.»

El Señor ha estado grande con nosotros,

y estamos alegres.

 

Que el Señor cambie nuestra suerte,

como los torrentes del Negueb.

Los que sembraban con lágrimas

cosechan entre cantares.

 

Al ir, iba llorando,

llevando la semilla;

al volver, vuelve cantando,

trayendo sus gavillas

  

SUGERENCIAS PARA LA JACULATORIA:

¡Grandes cosas! // ¡hizo el Señor por nosotros!

o:

¡El Señor ha estado grande con nosotros! // ¡y estamos alegres!

  

NOTAS EXÉGETICAS AL SERVICIO DE LA LECTURA ORANTE

(a) Tomar como clave de lectura del Sal 126 el canto entonado por los repatriados que volvían del Exilio es, sin duda, una de las más inmediatas y sugestivas[1]. Si el Segundo Isaías fe el apasionado cantor del nuevo éxodo, es decir, del retorno de Israel del exilio babilonio como consecuencia del edicto de Ciro en el 538 a.C., esta pequeña composición de apenas 48 palabras podría ser la síntesis en la cual se funden admirablemente la gozosa acción de gracias por el gran don de la libertad y súplica porque el horizonte futuro no se presenta del todo libre de nubarrones.

La inserción de nuestro poema en la colección de los cantos de las subidas, permite esta interpretación: al igual que las caravanas de Babilonia a Jerusalén eran vistas a través dl prisma de una procesión que transita una “vía santa”, totalmente rectilínea y sin obstáculos (Is 40,3-4) del mismo modo, toda peregrinación hacia Jerusalén se transforma en un memorial de un retorno “glorioso” que conduce al Templo, a la libertad y hacia Dios (1 R 8,46-51).

(b) No hay dudas que en esta completa restauración, reflejada en nuestro poema, puede descubrirse una referencia a los tiempos mesiánicos. Con el “adviento” de Cristo Jesús llega el tiempo de recoger los frutos de la prolongada siembra hecha durante siglos en la historia de Israel, de la historia de la humanidad. El Señor nos dice, tal como lo hizo con sus discípulos: Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha comparten una misma alegría. Porque en esto se cumple el proverbio: «Uno siembra y otro cosecha». Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos (Jn 4,35-38).

(c) Asombro, sonrisas, gozo, canto, aquel canto que antes era imposible en la esclavitud, tal como lo recuerda el Sal 137(136), son las reacciones y las emociones que se agolpan en el corazón de los hebreos liberados por Ciro y libres sucesivamente bajo el imperio persa. EI sarcasmo con el cual los opresores habían declarado a YHVH incapaz de “vencer” a los ejércitos de las potencias político-militares (Sal 79(78),10; 115(113B),2) se transforma ahora en una profesión de fe pronunciada hasta por los adversarios de Israel y retomada con entusiasmo por Israel (vv. 2b-3).

Esta actitud eufórica de libertad muy pronto se vió turbada por las dificultades impuestas por la realidad de la reconstrucción, las oposiciones y obstáculos tanto internos como externos (Ne 6; 13; Esd 4 y 7; Is 59,9-11; Ag 2,16). Nuestro salmo se sitúa, precisamente, en este momento histórico y sicológico: es una mirada vuelta al pasado glorioso del retorno del exilio con toda una serie de esperanzas y expectativas y, al mismo tiempo, una mirada al futuro, un futuro distinto al presente fatigoso y difícil de la reconstrucción. En este sentido se hace necesario rezar para que Dios restaure las promesas hechas a Israel, de un proyecto grandioso de contornos mesiánicos.

(d) El Salterio, cual verdadero Libro que es, nos presenta algo así como el “diezmo” de los quince salmos de las “subidas”, “ascensiones”, o “graduales”. Más allá de si nuestros poemas son “el cancionero de los peregrinos que subían a Jerusalén” o, que fueran ejecutados por los levitas al ir ascendiendo los quince escalones del Templo de Jerusalén, lo que aquí pretendemos es hacer notar el aspecto espiritual y simbólico de nuestros quince salmos, cual subida-ascenso al Monte .

De hecho se trata de una colección de cantos para ser usados como subsidio espiritual durante la peregrinación, realizada por los piadosos israelitas, hacia la ciudad santa de Jerusalén en ocasión de las tres fiestas principales: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos (cf. Ex 23,17; Dt 16,16). Los cantos de las subidas/ascensiones son la expresión orante de personas que desean crecer, que no se conforman con estar tierra-tierra, sino que tienden hacia lo alto, habiendo decidido, en sus corazones, realizar el ‘viaje santo’, y, para expresarlo con palabras del salmo 83(84): predispusieron su corazón a las subidas/ascensiones: Dichoso el hombre que pone su fuerza en ti, disponiendo su corazón para las subidas (84,6[2]). Estos quince salmos son un tesoro de espiritualidad, y, como vemos en el cuadro siguiente, están organizados en tres grupos: 5 + 5 + 5.

 119(120) Oración confiada: se parte desde el exilio, conviviendo con los que odian la paz

120(121) “Levanto los ojos a los montes”: deseos de recibir la ayuda del Señor

 121(122) Jerusalén es la meta, ciudad del Señor-ciudad de paz

122(123) “A ti levanto mis ojos”: deseos de ser rescatado del desprecio de los soberbios

 123(124) Reflexión histórica: el Señor ha estado con nosotros y nos salvo de sus dientes

 

 124(125) Oración confiada: el Señor cuida a Israel y garantiza la paz

125(126) Felicidad de quien volvió del exilio e invitación a proseguir la obra del retorno

 126(127) Jerusalén es la ciudad y la casa del Señor: su herencia son los hijos

127(128) Felicidad del justo que experimenta en (la) familia la bendición del Señor

 128(129) Reflexión histórica: el Señor rompió los lazos de los impíos que hacían la guerra

 

 129(130) Oración confiada: un grito desde las profundidades de la angustia, confiado en la redención

130(131) El descanso estriba en abandonarse totalmente al Señor

 131(132) Jerusalén es el descanso de Dios: lo es por amor a David, de cuya descendencia nacerá el Mesías

132(133) La paz reflejada en la unión de los hermanos que viven en armonía

 133(134) Conclusión: durante la noche los “servidores” siguen elevando su oración al Señor

 

En cada uno de los tres grupos tenemos algo así como una subida y un descenso, con el salmo central cual vértice del grupo, mientras el primero se corresponde con el quinto y el segundo con el cuarto. Después de haber recorrido-subido diez escalones, nos topamos -¡oh sorpresa!-, al comenzar el tercer grupo con el conocidísimo De profundis. Pero, si estamos en el escalón décimo primero, buena parte de la escala la tenemos a nuestras espaldas..., ¿de dónde sale este salmo? Debería ser el primero de la serie, el punto de partida, ya que ¡más abajo que ese abismo tan profundo, imposible...! Pero no; estamos ante uno de los tantos criterios que guían la lectura de esta antología. Esto significa que cuando te encuentras en el peldaño 11°, y estás super convencido de haber llegado, te encuentras en el abismo, listo como para volver a empezar por milésima vez. La historia del crecimiento espiritual nunca es lineal, continua, parejita, siempre para arriba -¡no!-, es un subir bajando y un bajar subiendo: el que se enaltece es abajado, el que se abaja es enaltecido (Lc 14,11; 18,14; Mt 23,12). Cuanto más te “avecinas” al Señor más lejos te sabes, te descubres cada vez más pecador: si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá subsistir?; pero de ti procede el perdón, y así poder servirte con respetuoso temor [de Dios]. Es esta, una experiencia atestiguada por todos los buscadores de Dios: cada vez toman más consciencia de la profundidad del mal y del pecado, de ese abismo oscuro que es el corazón humano: Nada más falso y perverso que el corazón: ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, examino las entrañas (Jr 17,9-10). Al acercarse al Tres-Veces-Santo (cf. Is 6 y Sal 99[98]) la persona humana descubre su indignidad...

(e) Citas o alusiones a nuestro salmo en el Nuevo Testamento:

125,1 Rm 8,19-25

Ga 5,1

125,2 Ef 5,19

125,2-4 Lc 1,49

Hch 2,11

125,5-6 Mt 5,5

Jn 4,36

Jn 12,24

Jn 16,20

2 Co 9,6

Ga 6,9

Las criaturas esperan..., serán liberadas

La libertad que nos viene de Cristo

Canten himnos al Señor

El Todopoderoso ha hecho grandes cosas

Celebraron las maravillas del Señor

Felices los que lloran...

Los que siembran y los que cosechan

Si el grano muere..., da mucho fruto

Ustedes llorarán, pero su tristeza se convertirá en gozo

El que siembra abundantemente, cosechará...

La cosecha vendrá a su debido tiempo

 

LA PALABRA EXPLICA LA PALABRA

Nota: Numerosos textos bíblicos son citados, a modo de referencia, tanto en los textos que anteceden esta sección como en los que siguen. Consultándolos podrá completar el polifacético eco bíblico suscitado por nuestro poema.

Deuteronomio 30,3: El Señor tu Dios cambiará tu suerte compadecido de tI; volverá y te reunirá, sacándote de todos los pueblos por donde te dispersó.

Isaías 29,5-8: El tropel de tus adversarios quedará reducido a polvo, y el tropel de los tiranos será como paja que se lleva el viento. De repente, en un instante, serás visitada por el Señor de los ejércitos, con trueno, fragor y gran estruendo, huracán, tempestad y llama de fuego devorador.

Pasará como un sueño, una visión nocturna, el tropel de todas las naciones que atacaban a Ariel, todos los que combatían contra ella y su fortaleza y la tenían cercada. Como el hambriento sueña que come, y se despierta con el estómago vacío; como el sediento sueña que bebe, y se despierta exhausto, con la garganta seca, así le sucederá al tropel de todas las naciones que atacan a la montaña de Sión.

Isaías 35,1-10: ¡Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa! ¡Sí, florezca como el narciso, que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo! Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!». Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros. Allí habrá una senda y un camino que se llamará «Camino santo». No lo recorrerá ningún impuro ni los necios vagarán por él; no habrá allí ningún león ni penetrarán en él las fieras salvajes. Por allí caminarán los redimidos, volverán los rescatados por el Señor; y entrarán en Sión con gritos de júbilo, coronados de una alegría perpetua: los acompañarán el gozo y la alegría, la tristeza y los gemidos se alejarán (cf. 41,18; 43,19-20; 48,21).

Jeremías 29,11-14: Porque yo conozco muy bien los planes que tengo proyectados sobre ustedes –oráculo del Señor–: son planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarles un porvenir y una esperanza. Entonces, cuando ustedes me invoquen y vengan a suplicarme, yo los escucharé; cuando me busquen, me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón, y yo me dejaré encontrar por ustedes –oráculo del Señor–. Yo cambiaré la suerte de ustedes y los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los expulsé –oráculo del Señor–. Yo cambiaré la suerte de ustedes y los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde los expulsé –oráculo del Señor– y los haré volver al lugar de donde los había deportado.

Jeremías 30,3: llegarán los días –oráculo del Señor– en que cambiaré la suerte de mi pueblo Israel y Judá –dice el Señor– y los haré volver al país que he dado a sus padres, y ellos lo poseerán (cf. 31,23; 3.2,44; 33,7.11.26).

Jeremías 30,18-19: Así habla el Señor: Sí, yo cambiaré la suerte de las carpas del Jacob y tendré compasión de sus moradas; la ciudad será reconstruida sobre sus escombros y el palacio se levantará en su debido lugar. De allí saldrán cantos de alabanza y risas estridentes. Los multiplicaré y no disminuirán, los glorificaré y no serán menoscabados.

Jeremías 31,27-28: Llegarán los días –oráculo del Señor– en que yo sembraré la casa de Israel y la casa de Judá con semilla de hombres y semilla de animales. Y así como yo he velado sobre ellos para arrancar y derribar, para demoler, perder y hacer el mal, así también velaré sobre ellos para edificar y para plantar –oráculo del Señor–.

Ezequiel 29,13-16: Porque así habla el Señor: Al cabo de cuarenta años, reuniré a los egipcios de entre los pueblos en los que habían sido dispersados. Cambiaré la suerte de Egipto y los haré volver a al tierra de Patrós, su país de origen. Allí serán un reino humilde, el más humilde de los reinos, y Egipto ya no se levantará por encima de las naciones. Yo mismo lo haré pequeño, para que no pueda dominar a las naciones. Ya no ofrecerá una falsa seguridad a la casa de Israel, ni hará que se le recuerde un delito, por haber ido detrás de él. Así se sabrá que yo soy el Señor.

Oseas 2,21-25: Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor. Aquel día yo responderé –oráculo del Señor– responderé a los cielos y ellos responderán a la tierra; y la tierra responderá al trigo, al vino nuevo y al aceite fresco, y ellos responderán a Izreel. Yo la sembraré para mí en el país; tendré compasión de «No compadecida» y diré a «No es mi pueblo»: «¡Tú eres Mi Pueblo!» y él dirá: «¡Dios mío!».

Oseas 6,11: También a ti, Judá, se te ha destinado una cosecha, cuando yo cambie la suerte de mi pueblo.

Joel 4,1-2: Porque en aquellos días, en aquel tiempo, cuando yo cambie la suerte de Judá y de Jerusalén, congregaré a todas las naciones y las haré bajar al valle de Josafat. Allí entraré en juicio con ellas a favor de Israel, mi pueblo y mi herencia, porque lo han dispersado entre las naciones y se han repartido mi tierra.

Amós 9,13-15: Llegan los días –oráculo del Señor– en que el labrador seguirá de cerca al que siega, y el que vendimia al que siembra. Las montañas harán correr el vino nuevo y destilarán todas las colinas. Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel; ellos reconstruirán las ciudades devastadas y las habitarán, plantarán viñedos y beberán su vino, cultivarán huertas y comerán sus frutos. Los plantaré en su propio suelo, y nunca más serán arrancados del suelo que yo les di, dice el Señor, tu Dios.

Sofonías 3,9-13: Entonces, yo haré que sean puros los labios de los pueblos, para que todos invoquen el nombre el Señor y lo sirvan con el mismo empeño. Desde más allá de los ríos de Cus, mis adoradores, los que están dispersos, me traerán ofrendas. Aquel día, ya no tendrás que avergonzarte de las malas acciones con las que me has ofendido, porque yo apartaré a esos jactanciosos prepotentes que están en medio de ti, y ya no volverás a engreírte sobre mi santa Montaña. Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá injusticias ni hablará falsamente; y no se encontrarán en su boca palabras engañosas. Ellos pacerán y descansarán sin que nadie los perturbe.

Salmo 14,7 (= 53,7): ¡Ojalá venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob, se regocijará Israel.

Salmo 137,1-6: Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión, En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: «¡Canten para nosotros un canto de Sión!». ¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha; que la lengua se me pegue al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén por encima de todas mis alegrías.

Job 38,25-27: ¿Quién ha abierto un canal para el aguacero y un camino al relámpago y al trueno, para hacer llover sobre una tierra despoblada, sobre un desierto donde ningún hombre habita, para que se sacie el desierto desolado y brote hierba en la estepa?

 

 DE LA TRADICIÓN DE ISRAEL

Talmud (bBerajot 146):

Rabí Johanan dijo en nombre de Rabí Simón ben Johai: Está prohibido llenar de risa su boca en esre mundo: entonces nuestra boca se llenará de risas y nuestra lengua de cantos de alegría (Sal 126,2). ¿Cuándo? En el tiempo en que se dirá entre las naciones: ¡el Eterno ha hecho grandes cosas por nosotros! (v. 3). Se cuenta que a partir del momento en que Rej Lakij escuchó que Rabí Johanan dijo esas palabras jamás volvió a reirse.

(bTaanit 72 ) (cf. Midrash Tehillim 126,1):

Cuando el Eterno trajo de vuelta a los que habían sido llevados, nos parecía soñar. Rabí Johanan dijo: un justo se mortificó todos los días de su vida con el verso del salmo apenas citado. ¿Quién puede pasarse durmiendo y soñando setenta años de su vida? Un día [ese justo] se encontraba de viaje, y vio a un hombre plantando un algarrobo. Le preguntó cuántos años serían necesarios para que el algarrobo le proporcionara sus frutos. La respuesta fue: “setenta años”. ¿Estás seguro que vivirás setenta años? El hombre habló y dijo: “aunque mi persona y el mundo perezcan, yo planto para mis hijos al igual que mis padres lo hicieron para mí”. El justo se sentó, partió el pan y le invadió el sueño y durmió durante setenta años; cuando despertó y abrió los ojos vio que el hombre estaba cosechando los frutos del algarrobo. Le preguntó: “¿eres tú la persona que plantó el árbol?”. El hombre contestó: “soy su nieto”. Debo haber dormido setenta años, se dijo. Después vio la asna, sobre la que había venido cabalgando, que ya había dado a luz innumerables mulas. Se dijo entonces: “no hay duda de que estuve adormilado durante setenta años”. Se fue a su casa y dijo: “Yo soy Honi, el Traza-círculos[3], pero no le creyeron. Al llegar a la ‘casa-de-enseñanza’ [beth-ha-midrash], escuchó que los rabinos comentaban: “esta tradición es tan clara para nosotros, como lo son los años de Honi, el Traza-círculos. Siempre que venía a la casa-de-enseñanza”, resolvía y aclaraba todas las dificultades que le eran planteadas”. “Soy yo” -les dijo-, pero no le creyeron y tampoco le tributaron el respeto que merecía. Quedó tan afectado que imploró misericordia y falleció. Todo esto, apostilló Rabba, ilustra muy bien el proverbio que dice, ‘o compañeros o la muerte’.

A. Chouraqui: Sobrevivientes de los campos de concentración, escapados de los hornos crematorios nazis, balanceándonos sobre naves precarias, al divisar en lontananza el Carmelo y las costas de Palestina, entonábamos el Salmo 126 que parecía haber sido escrito para esta precisa ocasión: el retorno de los prisioneros de Sión hacia la tierra prometida. De golpe el Salmo se había convertido en una realidad viva que palpitaba en nuestras maltrechas vidas. ¡Los prisioneros a los que el Señor hacía retornar, finalmente libres, a la tierra prometida, éramos nosotros! ¡La risa que había llenado la boca del salmista hace 2500 llenaba de júbilo las nuestras y nuestra lengua se apropiaba de su canto!

En hebreo, el texto del v. 1 tiene una forma abrupta, al igual que el sueño descrito. El exilio de Israel, no es otra cosa, en sus fidelidades y sus sufrimientos, que una semilla esparcida por el mundo, que será seguido de las alegrías de la cosecha. Dios es el que reúne a los cautivos, reúne a los exiliados en Jerusalén, el despertar, en este poema, también parece un sueño: estas imágenes son las que condicen con las conversiones salvíficas obradas por el Señor.

 

DE LA LITURGIA JUDÍA 

La cena que precede inmediatamente a la entrada en el día del Gran Perdón (Yom Kippur) tiene que terminar antes de ponerse el sol, ya que hay que sumar [añadir] lo profano a lo sagrado. Después de bendecir la mesa y de recitar el Salmo 126 se procede a encender las candelas como en los días de fiesta; luego los padres bendicen a sus hijos antes de partir para la sinagoga (A.-C. Avril y D. de La Maisonneuve, Las fiestas judías, p. 106). 

 

LOS MAESTROS DE LA FE NOS ILUMINAN

Orígenes: Se trata de la cautividad de la malicia y de la impiedad. Son los Apóstoles los que hablan en el salmo y quienes a su tiempo cosecharán las semillas sembradas.

Atanasio de Alejandría: Cuando el Señor rescata nuestro corazón de la esclavitud del pecado.

Juan Crisóstomo: Tanto para la cosecha material, como para la espiritual, es necesario soportar fatigas y sudores; es por esto que Dios estrecha y angosta el camino que conduce a la virtud (cf. Mt 7,14). Del mismo modo que el agua se hace necesaria para que la futura cosecha vaya desarrollándose, del mismo modo las lágrimas sirven para acrecentar la virtud; así como el arado es necesario para la tierra, son buenas para el alma fiel las tentaciones y las aflicciones que la laceran. El profeta [David] nos dice que debemos dar gracias a Dios no solo por el retorno, sino también por haber estado encarcelados. Así como el sembrador no se entristece sino que piensa en la cosecha futura, cuando estamos en la aflicción no nos atormentemos, pensemos, más bien, que todo esto nos procurará un gran bien.

Hilario de Poitiers: Salmo profético de la redención obrada por el Hijo de Dios, ya que la Escritura, antes de la venida del Señor, fue constituida por los profetas, publicada por el pueblo judío, conocida por los reyes y recibida por los paganos, y comprendida por los cristianos.

Agustín de Hipona: Cuando el Señor devolvió [a la patria] a los deportados de Sión, fuimos consolados. Con esto intenta decir: nos alegramos. ¿Cuándo? Cuando el Señor devolvía [a la patria] a los deportados de Sión. ¿Qué Sión es ésta? Jerusalén, la Sión eterna. ¿Cómo esta Sión puede ser al mismo tiempo eterna y prisionera? Es eterna en los ángeles, prisionera en los hombres. Pues no está dicho que todos los moradores de aquella ciudad fueron hechos cautivos, sino los que de allí fueron exiliados, son los únicos cautivos. El hombre es ciudadano de Jerusalén; pero, vendido al pecado, se convirtió en peregrino. El género humano nació de aquel [primer] hombre, y así la cautividad llenó la tierra de Sión. ¿Pero, en qué sentido esta cautividad de Sión podrá ser figura de la Jerusalén celestial? La imagen de aquella reconquista de la Sión[ terrena] por parte de los judíos, fue un símbolo, una figura [que estriba en] el hecho de que aquel pueblo, deportado a Babilonia, después de setenta años pudo volver a la patria (cf. Jr 29,10). Los setenta años simbolizan la totalidad del tiempo, el cual se desenvuelve en siete días. Tan pronto como haya transcurrido completamente el tiempo, volveremos también nosotros a nuestra patria, así como aquel pueblo volvió de la cautividad de Babilonia después de setenta años. Babilonia, en efecto es figura de este mundo: su nombre significa “confusión”. Y fíjense si la vida humana no es toda ella [Babilonia, toda ella] confusión. Muchas veces las personas, en sus actividades se dejan guiar por esperanzas vanas, tanto, que cuando reflexionan sobre las propias acciones, se sonrojan y avergüenzan. Si les preguntas: ¿por qué motivo trabajan?, ¿para quién trabajan?, responden: “para mis hijos”. Y éstos hijos, ¿para quién? Para sus hijos. Y éstos, ¿para quién? También para sus hijos. Luego nadie trabaja para sí. De esta confusión ya se habían alejado aquellos a quienes el Apóstol dice: ¿Qué gloria consiguieron cumpliendo las cosas de las que ahora ustedes se avergüenzan? (Rm 6,21) Vemos, entonces, que toda esta vida, llena de negocios humanos, que no pertenecen a Dios, es una confusión. En esta confusión, en esta Babilonia, se hallaba cautiva Sión; pero el Señor hace volver a la patria a los prisioneros de Sión.

Jerónimo, Presbítero: Cuando hayan sido podados todos los racimos [de la vid], es decir los tallos y sarmientos, y en los ojos de sus brotes comienza a alumbrar la esperanza de los frutos futuros, cumpliéndose aquello de la Escritura: Las viñas floridas dieron su aroma (Ct 2,13), entonces el sol de justicia dio color a los racimos que cuelgan de tal forma que echados en los lagares de los salmos 8 y 83, que llevan por título los lagares (cf. Sal 8,1 y 83,1) sean pisados por el pie del Señor, que sube desde Bosor, haciendo salir el vino que alegra el corazón del hombre (cf. Sal 103,15: Si 40,20). Y germinará la tierra, pero no una tierra seca, pedregosa y llena de espinas, sino la tierra buena que da cien, sesenta y treinta (cf. Mt 13,5-8), de manera que los que sembraron llorando, cosechen con alegría (Sal 125,5).

Juan Casiano: No es menos difícil indagar el modo cómo brotan del santuario íntimo del alma los diversos géneros de compunción. Α menudo se revela su presencia por un gozo imponderable y por una intima alegría de espíritu. Tanto es así, que esa alegría, por ser tan vehemente y cálida, se hace insufrible. Entonces prorrumpe el alma en gritos de puro gozo, llegando hasta la celda vecina la noticia de su dichosa embriaguez. A veces, por el contrario, el alma desciende a los abismos del silencio y se mantiene en una actitud callada y silenciosa. De pronto, la súbita ilustración de lo alto la llena de estupor y corta su palabra. Todos sus sentidos permanecen atónitos en el fondo de sí misma o completamente suspendidos, desahogándose entonces en gemidos inenarrables en la presencia de su Dios. Otras veces, en fin, la inundan tales afluencias de compunción y dolor, que sólo las lágrimas son un sedante capaz de mitigar su sentimiento.

Regula Benedicti: Aunque la vida del monje debería tener en todo tiempo una observancia cuaresmal, sin embargo, como es de pocos semejante fortaleza, los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su vida con suma pureza, y a que borren también en estos días santos todas las negligencias de otros tiempos. Lo cual haremos convenientemente, si nos apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia (...), de modo que cada uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la medida establecida, (...) y espere la Pascua con la alegría del deseo espiritual.

Beda, el Venerable: lloraban y se lamentaban los que amaban a Cristo (cf. Jn 16,20) cuando vieron que los enemigos lo prendieron, lo ataron, lo llevaron a juicio, lo condenaron, lo flagelaron, se burlaron de él y, por último, lo crucificaron, lo hirieron con la lanza y lo sepultaron. Al contrario, los que amaban el mundo se alegraban (...) cuando condenaron a una muerte infamante a aquel que les molestaba sólo al verlo. Los discípulos se entristecieron por la muerte del Señor, pero, conocida su resurrección, su tristeza se convirtió en alegría; visto después el prodigio de la Ascensión, con mayor alegría todavía alababan y bendecían al Señor, como testimonia el evangelista San Lucas (cf. Lc 24,53). Pero estas palabras del Señor se pueden aplicar a todos los fieles que, a través de las lágrimas y las aflicciones del mundo, tratan de llegar a las alegrías eternas, y que con razón ahora lloran y están tristes, porque no pueden ver aún a aquel que aman, y porque, mientras estén en el cuerpo, saben que están lejos de la patria y del reino, aunque estén seguros de llegar al premio a través de las fatigas y las luchas. Su tristeza se convertirá en alegría cuando, terminada la lucha de esta vida, reciban la recompensa de la vida eterna, según lo que dice el Salmo: Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.

Bernardo de Claraval:Los mismos que partieron llorando, lanzando las semillas, volverán, llevando gozosos, sus gavillas. Ellos sembraron con fatiga y humildad; cosecharán honor y descanso. Como recompensa, recibirán el doble en aquella tierra que es la suya.

 

ORACIONES SÁLMICAS

Da crecimiento a las semillas de la justicia que sembramos en el llanto, Señor y cosecharemos en el júbilo la cosecha que tú harás crecer en el tiempo de la espera. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén (Serie A).

Mientras vamos sembrando con lagrimas abre ,Señor, nuestros corazones a tu alegría, en la certeza de la cosecha. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén (Serie B).

Consuela a tu pueblo, Señor, y líbranos de la terrible esclavitud de los vicios, para que, si bien aquí sembramos con lágrimas en los ojos, podamos, con tu ayuda, cosechar con alegría (Serie Romana).

Obra con magnificencia hacia nosotros, Señor, que gracias a tu consuelo, obtengamos la verdadera alegría, y a cambio de las lagrimas que hemos derramado, podamos cosechar con una alegría sin fin las gavillas de la cosecha eterna: que lo sembrado entre lágrimas sea reemplazado por la alegría de una bienaventuranza inagotable (Serie Hispana).

Que crezcan en tu presencia, Señor, las semillas de justica sembradas entre lágrimas, para cosechar con alegría lo que con paciencia anhelamos de ti, el Dueño de la cosecha (Serie Africana).

  

¿COMES MUCHAS VECES POR DÍA?,

¡NO DEJES DE ALIMENTARTE CADA DÍA!

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

¡El Señor ha estado grande con nosotros!

{espirando}

¡estamos alegres!

 



[1] Cf., más abajo, lo dicho por A. Chouraqui.

[2] En latín, calco del hebreo, tenemos: Disposuerunt in corde suo ascensiones.  

[3] La tradición judía menciona a hombres carismáticos, obradores de milagros. Lo hace Flavio Josefo como igualmente la tradición rabínica, tal como lo atestigua el midrash de nuestro salmo. Uno de ellos es Honi el Traza-círculos [en hebreo: Honi Ha-Ma’agel], quien murió hacia el año 65 a. C. Josefo relata sobre su capacidad de hacer caer, aun en medio de las más grandes sequías -trazando círculos en el suelo, dentro de los cuales se acostaba-, lluvia de los cielos. Cf.: www.kaththeol.uni-muenchen.de/.../wunderrep.pdf