DOMINGO 32º DURANTE EL AÑO. Ciclo "B"

La ofrenda de la viuda pobre. Ícono contemporáneo.

 

Salmo 145 (146)

ORANDO [CON] EL SALMO RESPONSORIAL

Es importante buscar comprender el significado el ‘Aleluya’ que funge de título a numerosos salmos. El ‘aleluya’ es una exhortación mística que incita al escucha a alabar a Dios, porque este es el sentido de la expresión “alaben al Señor” en los textos de la Sagrada Escritura en las que aparece esta expresión. (...) Cuando esta palabra comparece al principio de un salmo, debemos entender que todo lo que sigue debe ser concebido como una alabanza dirigida a Dios. En consecuencia la mayor parte de estos títulos aparece, sobre todo en los últimos salmos del libro, y eso hace posible comprender, a partir de este hecho, que la alabanza a Dios corresponde únicamente a los que ya alcanzaron la perfección de la vida virtuosa y que se han ido purificando por las partes del Salterio expuestas con anterioridad, según la doctrina que en ellas hemos descubierto, teniendo la capacidad de hallarse en las mismas condiciones que los ángeles. De hecho sabemos que aquellos no tienen otra ocupación que la de alabar a Dios y a los perfectos en la virtud no les importa más que hacer de la propia vida una alabanza a Dios. Dado que, prácticamente, todos los salmos que tienen como título el “aleluya” se encuentran en la última parte del Salterio, se puede entender con claridad que esta última parte, que contiene, en su mayor parte, alabanzas a Dios, o exhortaciones a hacerlo, constituye la cúspide y corona de la elevada ascesis que se practica a través de los salmos (Gregorio de Nisa, Sobre los Títulos de los Salmos).

 

Leccionario Cono Sur: Salmo 146 (145), 7–10 (R.: 1a)

Leccionario de España: Salmo 146 (145), 7–10 (R.: 1a)

[1a ¡Aleluya!]

 

[1aa ¡Alaba al Señor, alma mía! : estribillo]

 

 

 6c Él mantiene su fidelidad para siempre:

7 El Señor hace justicia a los oprimidos

 y da pan a los hambrientos.

 El Señor libera a los cautivos.

 

 

8 Abre los ojos de los ciegos

 y endereza a los que están encorvados.

 El Señor ama a los justos,

9a el Señor protege a los extranjeros.

 

9b Sustenta al huérfano y a la viuda;

 y entorpece el camino de los malvados.

10 El Señor reina eternamente,

 [reina] tu Dios, Sión,

 a lo largo de las generaciones.

 

[¡Aleluya!]

[LXX y Vg: Aleluya, de Ageo y Zacarías]

 

[Alaba, alma mía, al Señor]

 

 

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,

que hace justicia a los oprimidos,

que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos.

 

 

 

El Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan,

el Señor ama a los justos,

el Señor guarda a los peregrinos.

 

 

Sustenta al huérfano y a la viuda

y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

tu Dios, Sión, de edad en edad

 

[¡Aleluya!]

 

El ser humano no se mantiene en pie gracias a sus riquezas, ni por su sabiduría, ni menos aun, gracias a sus propias fuerzas.

¿Y, entonces, qué es lo que le permite mantenerse en pie?

¡Su oración!

(Midrash Tehillim 142,1)

 

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

¡Alaba al Señor!

{espirando}

 ¡alma mía!

  

SUGERENCIA PARA LA JACULATORIA

¡Alaba al Señor alma mía!

 

NOTAS EXEGÉTICAS AL SERVICIO DE LA LECTURA ORANTE

(a) Con este ¡Aleluya! se abre una serie de cincos salmos llamados por la tradición el «Hallel final» (Salmos 146-150) para distinguirlo del «Hallel egipcio» (Salmos 113-118) y del «Gran Hallel» (Salmos 135-136). Este himno de alegra y de alabanza en honor del Dios fiel y liberador, está ritmado por doce aclamaciones que registran otras tantas acciones divinas: creador del cielo y de la tierra, custodio de la fidelidad, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos, liberador de los prisioneros, que abre los ojos a los ciegos, levanta al caído, ama a los justos, protege al extranjero, sostiene al huérfano y a la viuda, trastorna el camino de los malvados y reina por siempre (vv. 6-10). Esta “letanía de alabanzas” reitera la bienaventuranza de la fe: Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob (v. 5), y la maldición del orgullo y de la prepotencia: Jamás confíen en los poderosos, seres de polvo que no pueden salvar: exhalan el espíritu y vuelven al polvo, ese día perecen sus planes (vv. 3-4) [basado en Turoldo-Ravasi].

(b) Desarrollo del 5° Libro del Salterio según A. Chouraqui[1]

Itinerario

Libro 5° del Salterio

Salmo central:

Obra maestra

Desarrollo

Características

mayores:

Precisiones

 

 

 

 

La apoteosis

 

 

 

 

 

Sal 107--Sal150

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los “tres”

Hallel.

 

113-118: (Hallel egipcio)

 

119

120-134

 

[135]136:

(gran Hallel)

 

145:

(alabanza)

 

146-150:

(Hallel cotidiano, ó final, ó pequeño Hallel)

 

 

 

“crescendo sostenido”

[crescendo sostenuto]

 

Escalando las altas cumbres, antes de llegar a la cima

 

Este 5º Libro, musicalmente hablando, semeja un “crescendo sostenido”.

Se van sucediendo los Aleluya, especialmente en los 3 Hallel:

113-118; [135]-136 y 146-150; la letanía de la Torá (119) y los Salmos de peregrinación (120-134).

 

El primer Libro es el de la noche; en el segundo ya se ve despuntar la aurora, mientras en el tercero nos encontramos en pleno mediodía; el cuarto nos introduce en el Reino de Dios, mientras el quinto constituye la apoteosis con sus Aleluya y su allegro final. 

(c) Alusiones a, o citas de, nuestro salmo en el NT:

145,4 Lc 12,20

145,6 Hch 14,15

Ap 14,7

145,7b Lc 1,53

Jn 6,35

145,8 Lc 13,16

Hch 12,7

Mt 9,30

Mt 11,15

145,10 1 Co 15,25

Ap 19,8

Insensato, esta misma noche...

Que ha creado el cielo, la tierra, el mar...

Adoren al que hizo cielo y tierra

Colmo de bienes a los hambrientos

El que venga aa mí, no tendrá hambre

Esta hija de Abrahán que Satanás tenía...

Las cadenas cayeron de sus manos

Se abrieron sus ojos

Los ciegos ven,...

Aun falta que él reine

El Señor tomó posesión de su reino

 

(d) El salmo 145 cumple una doble función. Es, por una parte el último poema del quinto Libro del Salterio, (Sal 107-145) y por otra hace de eslabón de unión con el programático final del Salterio, (Sal 146-150), el así llamado Hallel final. El Sal 145 amplía la visión de Dios salvador a todos los pueblos (v. 21: todo viviente-toda carne- bendiga al Señor). Esta es, precisamente, la dinámica vital a la que el Quinto Libro del Salterio quiere conducir a sus orantes, judíos y cristianos. Por otra parte, el Sal 145 con su último versículo (21) introduce el final-a-toda-orquesta del Salterio (Sal 146-150). El inicio del Sal 146: Alaba alma mía al Señor (v. 1), retoma Sal 145,21a: Pronuncie mi boca la alabanza del Señor y el deseo formulado en el Sal 145,21b (toda carne alabe a YHVH), es retomado en el último verso del Salterio: ¡todo respiro alabe a YH (VH)! (150,6) [basado en E. Zenger].

 

LA PALABRA EXPLICA LA PALABRA

Nota: Numerosos textos bíblicos son citados, a modo de referencia, tanto en los textos que anteceden esta sección como en los que siguen. Consultándolos podrá completar el polifacético eco bíblico suscitado por nuestro poema.

Mateo 9,27-31: Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David». Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: «¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?». Ellos le respondieron: «Sí, Señor». Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído». Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa». Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.

Mateo 11,15: Dijo Jesús: “el que tenga oídos para oír que oiga”. 

Lucas 1,53: Colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los manda vacíos.

Lucas 12,16-21: Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, como, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?” Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios». 

Lucas 13,16: Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?».

Juan 6,35: Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Hechos 12,7: Apareció el Ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Ángel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: «¡Levántate rápido!». Entonces las cadenas se le cayeron de las manos.

Hechos 14,14: [Exclamó, Pablo]: «Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes, y hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos.

1 Corintios 15,25: Es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies.

Apocalipsis 14,6-7: Luego vi a otro Ángel que volaba en lo más alto del cielo, llevando una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo. El proclamaba con voz potente: «Teman a Dios y glorifíquenlo, porque ha llegado la hora de su Juicio: adoren a aquel que hizo el cielo la tierra, el mar y los manantiales».

Apocalipsis 19,7-9: Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque han llegado las bodas del Cordero: su esposa ya se ha preparado, y la han vestido con lino fino de blancura resplandeciente». El lino simboliza las buenas acciones de los santos. Después el Ángel me dijo: «Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero».

 

DE LA TRADICIÓN DE ISRAEL

Talmud de Babilonia (Berakoth 4b): Rabí Eleazar dijo: “ Aquel que recita Alabanza de David (Sal 145) tres veces por día tiene la seguridad de tener parte en el mundo futuro”. ¿Por qué razón? ¿No será porque este salmo está compuesto en orden alfabético? ¿Entonces por qué no recitar el salmo que comienza Felices los que son íntegros en su camino (Sal 119), que utiliza ocho repeticiones de cada letra? ¿Será porque el primero contiene el verso Tú abres tu mano y sacias a todo lo que tiene vida? ¿Entonces por qué no el Gran Hallel (Sal 136) en el que está escrito: Aquel que da alimento a toda carne? Por la razón de que el salmo Alabanza de David contiene ambas ventajas [es decir, está compuesto según el orden alfabético y contiene la idea de la generosidad del Eterno].

Talmud de Babilonia (Shabat 119a): Rabí Yossi dijo: “¡Pueda yo ser de aquellos que hacen tres comidas el día de sábado!”. Dijo también: “¡Pueda yo ser de aquellos que recitan cada día el Hallel [egipcio, Sal 113-118] todo entero!” ¿Acaso no quedó establecido que aquel que todos los días recita [todo] el Hallel es un detractor y un blasfemo? - Ciertamente, pero en este caso estamos hablando de los versículos de [las] alabanzas [Sal 145-150][2]. 

Midrash Tehillim (interpretación homilética de los salmos):

¡Aleluya!, ¡alaba alma mía al Eterno! Jeremías dijo: ¡Canten al eterno, alaben al Eterno! (Jr 20,13). “Alaben al Eterno”. ¿Por qué?, ¿a causa de qué? Porque libró el alma del indigente del poder de los malhechores (ibidem). En el instante mismo en el que el Santo, -¡bendito sea!-, precipita a los malvados en el infierno y salva a los justos, ellos le tributan alabanza porque no abandona a los pobres. Por eso afirma: Yo vuelvo la mirada hacia el pobre, al de espíritu acongojado, que se estremece ante mis palabras (Is 66,2).

KIMHI: Este canto de alabanza es pronunciado para el fin de los tiempos, en la reunión de todos los cautivos. El salmista canta bajo la inspiración del Santo Espíritu. Únicamente Dios reunirá a Israel de sus dispersiones.

A. Chouraqui: En la tradición de Israel, los últimos seis Salmos celebran los fines últimos y las liberaciones de los tiempos últimos del Señor. El Salmo 145 -salmo alfabético-, ocupa un lugar importante en la liturgia de la sinagoga. Resume las virtudes del Señor y las gracias del alma que es admitida por Él a la eternidad de vida. Liberado de la servidumbre humana, refugiado en Dios, el Creador inmutable, el justo llega a las cumbres de su liberación: contempla y se goza en el amor. 


DE LAS ORACIONES JUDÍAS 

En la Oración de la Mañana (Shajarit): se alaba con 1 Cro 16,8-36 y Sal 100. El día de Sabbat, y días de fiesta, se agregan los siguientes salmos: Sal 19; Sal 34; Sal 90; 91; 135; 136; 33; 92; 93...; Sal 145; Sal 146-150.

  

LOS MAESTROS DE LA FE NOS ILUMINAN

Orígenes: El Señor da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos (v. 7): Tenemos hambre de Cristo, y él mismo nos dará el pan del cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Los que hablan así, tienen hambre. Los que sienten necesidad de pan, tienen hambre. Y esta hambre es saciada cuando se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. 

Juan Crisóstomo: ¡Alaba alma mía, al Señor! Alabaré al Señor durante mi vida. Mientras exista cantaré a mi Dios (Sal 145,1-2). Donde terminó [el salmo anterior], allí mismo comienza con alabanzas y bendiciones. Esto purifica el alma en medida no pequeña. Y llama alabanza -como he dicho con frecuencia- a la que se demuestra por los hechos; también Cristo lo afirma: brille ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos (Mt 5,16). Y también Pablo [lo afirma]: Glorifiquen a Dios en su cuerpo (1 Co 6,20) y en su espíritu. Y lo mismo que dijo en el [salmo] anterior a éste: Todos los días te bendeciré (Sal 144,2), así también aquí: Mientras exista cantaré a mi Dios. Por eso, queriendo una vez más hacer partícipes de su alabanza a los hombres, ofrece los relatos de su alabanza, encendido e inflamado en el deseo, recorriendo todo el orbe de la tierra, [para reunir] a todos en su propio coro. Ésta es la alabanza máxima, la mayor gloria de Dios: cuando se busca a muchos para que en el futuro sean partícipes de la salvación.

Jerónimo Presbítero: Alaba alma mía al Señor (Sal 145,1). No dice “alaba cuerpo mío”, sino “alaba alma mía”, no porque se esté condenando al cuerpo, sino porque se condena las obras de la carne. Alaba alma mía al Señor. El alma se exhorta a sí misma. Es como si David se dijera: “Alaba, David, al Señor”; del mismo modo, el alma se dice a sí misma: “Alaba, alma mía, al Señor”. Alabaré al Señor en mi vida (Sal 145,1). Dense cuenta de estas palabras: se exhorta a sí misma y ella misma se responde. ¿Cómo se expresa? Me digo: Alaba, alma mía, al Señor”, y yo misma me respondo: “Alabaré al Señor en mi vida”. No puedo alabarlo ahora, porque me abruman mis pecados. Cuantas veces abro los labios para entonar alabanzas a Dios, otras tantas me los cierra la conciencia de mis pecados. Muy atinadamente dice: “alabaré” y no “alabo”. Cuando me halle en compañía de mi Señor, entonces será cuando lo alabe. Ahora me hallo en la muerte y no puedo alabarlo. Lo alabaré en mi vida. Nuestra vida es Cristo, alabemos al Señor en nuestra vida. Mientras yo exista, entonaré salmos a mi Dios (Sal 145,1).

Agustín de Hipona: Los cánticos divinos son, aquí abajo, la alegría de nuestro espíritu, donde ni siquiera al llanto le falta alegría. Para la persona de fe que peregrina en este mundo, no hay recuerdo más suave que el de la ciudad de la cual aun se encuentra lejos; pero, al mismo tiempo el recuerdo de aquella ciudad, mientras se halla en el exilio, no lo deja sin dolor y sin gemido. Menos mal que tenemos la esperanza cierta de nuestro retorno a ella; [esperanza] que consuela y reaviva hasta a aquel que en su peregrinar se siente triste. Que las palabras de Dios aferren el corazón de ustedes, y que su patrón reivindique para sí lo que es suyo, es decir, la mente de ustedes, para que no busquen metas distintas. Cada uno de ustedes esté totalmente aquí para no estar aquí. Quiero decir: esté de tal modo invadido por la palabra de Dios, cuyo eco resuena aquí en la tierra, para aferrado por Dios ser elevado más allá de la tierra. Dios, de hecho, está con nosotros para que nosotros estemos con él. Para estar con nosotros se abajó hasta nosotros, de modo que, a su vez, nosotros estemos con él, para lo cual nos eleva hacia sí. Y, dicho de paso, fíjense como él no desdeño nuestra condición de peregrinos, él, que habiendo creado el universo, no se halla ausente de lugar alguno.

Oigan, cómo canta el salmo. Es la voz de una persona (y si lo desean, es también la de ustedes) que exhorta a su alma a alabar a Dios diciéndose a sí mismo: Alaba, alma mía, al Señor. En medio de las tribulaciones y las pruebas de la vida presente sucede a veces, lo quieras o no, que el alma saboree la turbación. De ello habla otro salmo, en el que se lee: ¿Por qué estás triste, alma mía, y por qué te me turbas? (Sal 41,6) Para liberarla de esta perturbación se le sugiere un gozo, motivado no por la posesión real de un bien, sino por la esperanza de poseerlo, y a ella, turbada y angustiada, triste y afligida se le da esta exhortación: Espera en el Señor, porque aún podré alabarlo. Que descanse y se apoye en la alabanza el motivo de la esperanza, por la cual debería haberse levantado, casi como si su alma, para perturbarlo y sumergirlo en la tristeza, lo apostrofara, diciéndole: “¿Cómo te atreves a decirme espera en el Señor?”. ¿De él me alejan los pecados de los cuales soy responsable, y tú vienes a decirme espera en el Señor? Es cierto, los has cometido, ¿pero cuál es el fundamento de tu esperanza? Dime, ¿cuál es el fundamento de tu esperanza? Reposa en que hare confesión de mi alabanza. Así como Dios aborrece al que excusa sus pecados, en cambio, perdona al que los confiesa. Ahora bien, esta esperanza nosotros la hemos recibido, y, en consecuencia, poseyendo esta esperanza, no podemos no estar colmados de gozo. (...) Elevada el alma con esta esperanza, más aun, gozosa en la esperanza, conforme a lo dicho por el Apóstol: Gozosos en la esperanza y pacientes en las tribulaciones (Rm 12,12). ¡Ahí tienes al alma dotada de una fuerza tal que , por así decirlo, la eleva a Dios, dotándola de las condiciones que le permitan alabarlo!. Se dice, entonces, a sí misma: ¡Alaba, alma mía, al Señor!

Juan Casiano: También debemos saber que nuestros ancianos, que estimaron tener que añadir aquella celebración matutina, no alteraron nada del antiguo orden de los salmos: la despedida de la asamblea se hace allí del mismo modo que antes en las reuniones nocturnas. En efecto, los himnos que en esta región están reservados para la celebración matutina, ellos los cantan también hoy del mismo modo al final de las vigilias nocturnas, que suelen terminarse después del canto del gallo y antes de la aurora. Se trata del salmo 148, cuyo comienzo es: Alaben al Señor en el cielo (Sal 148,1), y lo demás que sigue [Sal 149-150].

Casiodoro: Actualmente Cristo no reina perfectamente en los miembros de su Cuerpo [la Iglesia], porque sus corazones están entretenidos en “pensamientos vanos” (cf. Mt 12,36), pero cuando este cuerpo mortal se revista de inmortalidad (1 Co 15,24) y abandone el mundo, será arrancado de dichas distracciones y entonces Cristo reinará de manera perfecta en sus santos y Dios lo será todo en todos (cf. 1 Co 15,28). La contemplación del profeta [David], lo empuja a situarse, por así decir, en el final de los tiempos. Al ver, entonces, la fragilidad de todo lo creado, no piensa en otra cosa que en alabar a Dios. (...) Dediquemos, entonces, nuestros esfuerzos hacia aquello que será nuestra ocupación permanente.

Regula Benedicti: En los días ordinarios celébrese la solemnidad de Laudes de este modo: dígase el salmo 66 sin antífona, demorándolo un poco, como el domingo. (...) Sigan después los Laudate [Sal 148-150], luego una lectura del Apóstol que se ha de recitar de memoria, el responsorio, el himno, el verso, el cántico del Evangelio, la letanía, y así se concluye.

Regla de Aureliano de Arlés: (...) digan los [salmos] canónicos, es decir, en primer lugar un cántico con antífona, después, en directo, Sal 42, luego Sal 62, Alaba alma mía al Señor (Sal 145), Alaben al Señor ya que el salmo es bueno (Sal 146), Alaba al Señor Jerusalén (Sal 147), y luego Alaben al Señor en el cielo (Sal 148), Canten al Señor un cántico nuevo (Sal 149), Alaben al Señor en su santuario (Sal 150). (...) Hágase así todos los días.

  

ORACIONES SÁLMICAS

Dios y Padre nuestro: tú enviaste a tu Hijo para anunciar a los pobres la buena nueva y has puesto la omnipotencia al servicio de los humildes; suba hasta ti la alabanza perenne de tu iglesia, con himnos de adoración y de acción de gracias. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. (Serie A).

Oh Dios, tú eres nuestra alabanza y nuestro gozo, líbranos de los vínculos que nos atan a nuestros pecados, a fin de que los que pecamos a menudo movidos por tu piedad, nos arrepintamos de nuestras culpas (Serie Romana B).

Señor Dios, glorioso y omnipotente, en quien las almas de los bienaventurados ponen su esperanza, concédenos que iluminados por tu auxilio podamos amarte siempre más, con un corazón puro. (Serie Romana A).

Que nuestra súplica, llegue a tu presencia, Dios, Padre todopoderoso, y protege en nosotros tu verdad; libera a los cautivos, levanta a los caídos, cuida a los convertidos, recibe a viudas y huérfanos, destruye la ruta de nuestros pecados, de modo que podamos alabarte siempre en tu santo templo. (Serie Africana).

 

¿COMES MUCHAS VECES POR DÍA?, ¡NO DEJES DE ALIMENTARTE CADA DÍA!

¡REPITE, ASIMILA, VIVE LA PALABRA! REPITE UNA Y OTRA VEZ:

{inspirando}

¡Alaba al Señor!

{espirando}

 alma mía!

 



[1] Basado en: Le Cantique des Cantiques suivi des Psaumes,  traducidos y presentados por André Chouraqui, Presses Unervisitaires de France, 17ª edición, 1970, pp. 83-361.

[2] En el siglo 2° era una buena costumbre recitar las "alabanzas" (en latín será traducido por salmos ‘laudate’), pero aun no obligatoria. Cf. M. Millard: http://www.bibelwissenschaft.de/stichwort/20353/.